Emilio Lamo de Espinosa: "Occidente debe reconstruir el contrato social de la posguerra"
El expresidente del Real Instituto Elcano publica 'Entre águilas y dragones. El declive de Occidente' y reflexiona sobre el avance de las potencias emergentes y la hegemonía cultural
El futuro se juega entre águilas y dragones, asegura el catedrático de sociología y expresidente del Real Instituto Elcano, Emilio Lamo de Espinosa (Madrid, 1946). Entre el viejo Occidente y el pugnante Oriente con su crecimiento económico desbocado y sus nuevas ciudades llenas de rascacielos y coches. Y así ha titulado su último libro, 'Entre águilas y dragones. El declive de Occidente', con el que ha ganado el último Premio Espasa de Ensayo. En él da cuenta del ascenso de China, India y otras potencias emergentes frente al declinar —le gusta a él esta palabra— de EEUU y la Unión Europea.
Aprovechamos el galardón para conversar sobre estas transformaciones radicales en el tablero internacional, pero también sobre si se están produciendo cambios en la hegemonía cultural, la clave de todo, como decía Gramsci. Y puede que ahí, en los valores culturales y en el viejo estado del bienestar europeo siga estando la fórmula para frenar regímenes autoritarios y el crecimiento de las derechas populistas en la parte occidental del mundo.
PREGUNTA. Llevamos décadas escuchando hablar sobre la decadencia de Occidente. ¿Finalmente llegó?
RESPUESTA. No, no, no es la decadencia. La decadencia es que se hunde. Yo prefiero el declive, declinar, algo que va lentamente perdiendo peso, poder como consecuencia de que el mundo se ha occidentalizado y esa occidentalización le ha proporcionado a regiones que estaban en otras culturas instrumentos con los cuales han pegado un gran estirón y en este momento nos retan y tenemos que contar con ellos. El declive de Occidente es un mundo posoccidental en términos de poder. Lo que está ocurriendo es que están subiendo unos, pero eso no quiere decir que nosotros estemos perdiendo posiciones en términos absolutos, pero en relativos sí. El mundo del siglo XXI es un mundo en el que Asia, que es el 60% de la población del mundo, más África, que va a ser el veintitantos por ciento de la población del mundo, mientras que Europa es el 6-7%, EEUU otro 7% y América Latina otro 7%.
P. ¿Qué parámetros están cambiando la balanza?
R. Dos. Uno es la demografía. En 1950 había 3.000 millones de habitantes en el planeta, para 2050 seremos 9.000. Esto es brutal. Pero casi todo se ha dado fuera del Tercer Mundo por lo que el peso de gravedad poblacional del mundo se ha movido claramente hacia ese lado. Esto no tendría mucha importancia si Europa y EEUU mantuvieran el monopolio de la tecnociencia que han tenido durante dos o tres siglos, pero eso ya no es así. Ahora te copian el kalashnikov y cualquier cosa. Empezaron copiando, luego arreglaron y mejoraron y ahora ya innovan. Lo que ocurre es que 1.300 millones de chinos tienen en este momento una productividad que puede ser el 30% de la del ciudadano americano, por lo que acaban produciendo tanto o más que 300 millones de americanos. El PIB de un país es la población por la productividad per cápita y esto es lo que está cambiando el mundo. Estas son las dos variables que explican el declinar relativo de Occidente en relación con el resto del mundo.
"1.300 millones de chinos tienen en este momento una productividad que puede ser el 30% de la del ciudadano americano"
P. En el ensayo habla de la importancia para todo esto de la geografía. Esto ya lo decía Montesquieu y lo apuntalaba George Kaplan. Sin embargo, en el mundo digital actual, ¿no ha dejado la geografía de tener tanta importancia? Ahora los espacios físicos quizá no son tan relevantes.
R. Hay un libro importantísimo sobre esto, 'El mundo es plano'. La tesis era esa: la digitalización salta por encima de todo tipo de barreras, no solo políticas, sino físicas y, por tanto, el mundo acaba siendo plano. Bueno, pues no del todo. El libro de Kaplan, 'La venganza de la geografía', ya dice, cuidado, la geografía cuenta. Y, efectivamente, los países estamos donde estamos y eso ha determinado un horizonte de posibilidades vitales que eventualmente los hemos desarrollado o no, pero para entender las sociedades hay que entender la historia y para entender la historia hay que entender la geografía. Eso es Montesquieu. China está aislada, EEUU está abierto a los dos mares, Europa no tiene más que una llanura que la vincula. Cuando examinas los mapas, descubres cosas que de otro modo no las ves, y por eso es muy importante. Sí, la digitalización es muy importante, pero lo otro es fundamental.
Lo hemos visto con la pandemia. Salta por encima de todo, sí, pero cuando llega la hora de hacerle frente nos hemos encerrado como un caracol en su concha dentro del espacio del estado y los estados han lidiado como han podido cada uno de ellos. Al final, el mundo es un mundo de estados o de países, si prefieres. Se habla de estados-nación, pero a mí me parece un término engañoso y ficticio. Pero sí, los estados son los grandes sujetos de la historia y lo siguen siendo.
P. Lo cierto es que para tener primacía en el mundo hay que tener un liderazgo cultural. Pienso en los EEUU después de la II Guerra Mundial y todo Occidente quería tener el 'way of life' estadounidense con su trabajo, su casa, su coche y su cine. Sin embargo, no parece que la forma de vida asiática sea muy deseada…
R. Es muy acertado eso que dices. El 'american way of life' sigue teniendo una enorme capacidad de atracción y la prueba es que muchos ciudadanos del mundo, latinoamericanos, asiáticos, europeos quieren ir a vivir a EEUU. A Europa le ocurre lo mismo. La gente piensa que el modo de vida europeo es fascinante y atractivo. Nunca ocurrió eso con la Unión Soviética. Nadie quería ir allí, quería salir. Y ocurre lo mismo con China. China no tiene 'soft power', no tiene esa capacidad, pero tampoco lo pretende. A diferencia de la Unión Soviética, China no pretende exportar su modelo. La Unión Soviética tenía los partidos comunistas, había un modelo de democracias populares que exportaba. Pero China no. China lo que pretende es hacer negocio. Tú me compras, tú me vendes y tal. Lo que le interesa es seguir creciendo al 6-7%, seguir sacando cientos de millones de personas de la pobreza en una hazaña que es increíble en la historia de la humanidad. Ha intentado algo de 'soft power' ahora con la pandemia con el modo en cómo ha conseguido controlarlo. Claro, es un modo, más que autoritario, totalitario. Y con la vacuna, efectivamente, Rusia y China han hecho diplomacia de las vacunas. En Argentina, las dos únicas vacunas que se están dando son la china y la rusa y no hay ninguna europea, lo cual es una vergüenza para los europeos y los americanos.
P. La diferencia entre cómo cambió el mundo después de la II Guerra Mundial y cómo está cambiando ahora es, 'grosso modísimo', ¿Hollywood?
R. Todo lo que es la capacidad de proyectar hacia afuera una imagen atractiva es fundamental. Eso es la hegemonía cultural que decía Gramsci, y que hace que la gente quiera ser así. La URSS acabó cayendo por el escaparate que era la Unión Europea. Y todos los rusos querían ser como los europeos. Eso sigue siendo así por lo que Occidente sigue siendo el modelo. La gente quiere vivir como los americanos y los europeos. Y tenemos que ayudarlos a que pueda ser así, además. Hay que hacerle sitio a China, la India, África porque la sociedad occidental durante los últimos 80 años ha sido la sociedad de mayor calidad que ha habido en la historia de la humanidad. No el mejor de los mundos posibles, pero sí el mejor de los mundos reales. Nunca jamás en la historia ha habido tanta gente que ha vivido tan bien tanto tiempo. Seguridad, libertad y prosperidad es todo lo que un ciudadano maduro puede pedir a un sistema político y la UE nos lo ha dado con creces. EEUU lo ha dado con creces. Cuidemos ese modelo. Y no inventemos nada nuevo.
"El 'american way of life' sigue teniendo una enorme capacidad de atracción y muchos ciudadanos del mundo quieren ir a vivir a EEUU"
P. Pero hay analistas, como usted, que señalan que la UE no está en sus mejores momentos. Y hay ciudadanos que, pese a esto que usted señala de seguridad, libertad y prosperidad, se declaran euroescépticos y no les gusta nada.
R. Tampoco los EEUU. Lo que ha ocurrido es que la globalización ha unido el mundo, pero cuando tú te unes con algo te separas de algo. La globalización ha unificado a las sociedades en redes internacionales de información, cadenas de valor y de comercio, y ha separado esa realidad globalizada de la realidad territorializada. Se ha producido una dualización. Este es el fenómeno más importante en Occidente, que tiene que ver con el crecimiento de Oriente. Esta dualización lo que supone es que hay sectores importantes de la población que no se sienten identificados con ese proyecto y se renacionalizan. Eso es Trump, eso es el Brexit, eso es Le Pen, eso son los verdaderos alemanes… La clave es la globalización y la dualización.
P. ¿Cuál es el antídoto contra eso?
R. Si yo supiera eso sería Nadia Calviño. Es evidente que los occidentales tenemos que reconstruir el contrato social que funcionó desde la posguerra (de la II Guerra Mundial) que fue lo que permitió un largo periodo de desarrollo y de estabilidad y de paz. Ese contrato social en estos momentos está en entredicho y tenemos que reconstruirlo. En buena parte es un problema económico, en parte es político y en parte es cultural. Por ejemplo, creo que hemos avanzado mucho en lo que son los valores posmaterialistas y muy deprisa. Y, cuando avanzas mucho y muy deprisa en este terreno, lo que sucede es que dejas colgada a mucha población que no te ha seguido y se generan enormes tensiones intergeneracionales. Cuando yo estaba en California en los años 70, en valores de igualdad de la mujer, homosexualidad, aborto, drogas, EEUU estaba muy por delante de España. En estos momentos nosotros estamos por delante de ellos. Ellos han seguido evolucionando, pero nosotros lo hemos hecho mucho más rápido. ¿Cuál es la consecuencia de esa rapidez? La extrema derecha populista. Por tanto, hay que tener cuidado con esos procesos, que acaban visibilizando esa dualización de la sociedad en términos culturales.
P. Pero no son cambios negativos, ¿no? Mayor igualdad, libertad… ¿O es que habría que ir más lento para que alguien lo asimile?
R. No hace falta ser el primero en todo. No es imprescindible. Vayamos avanzando, pero procure que le sigan. No se empeñe usted en que ellos piensen como tú. Haz pedagogía y ten cuidado con que no se te descuelguen, porque, si se te descuelgan, acaban sintiéndose como se sienten, marginados, menospreciados por la élite culta, universitaria… Los de la Ivy League, porque al final es lo mismo allí que aquí, sienten que los tratan como a paletos y entonces se ponen de mal humor y acaban votando a quien no deben, Trump, por ejemplo.
"No sé si es verdad que sean tratados como paletos. Pero si uno lo percibe así es verdad. Es una de las primeras cosas que aprendes en sociología"
P. Pero… ¿es verdad? Quiero decir, ¿no es la sensación de ser tratado así?
R. No sé si es del todo verdad. Pero, sea o no verdad, si lo percibe así es verdad. Esta es una de las primeras cosas que aprendes en primero de sociología. Y, desde luego, para los 'rednecks' americanos y los trabajadores de los suburbios de Detroit y los campesinos del Middle West es así y se sienten claramente menospreciados. Y algo parecido ocurre en Europa.
P. En Europa, con todo, tenemos un estado del bienestar, unos valores comunitarios… En EEUU sí que es un búscate la vida. Igual tienen más peligro esas guerras culturales allí que aquí, aunque aquí se intenten.
P. Sí. El caso de EEUU es más preocupante. EEUU es una sociedad claramente polarizada. Los demócratas y los republicanos son dos universos. Se está produciendo incluso el hecho de que las familias no se hablan en función de eso. Un poco lo que ha ocurrido en Cataluña, pero no ha ocurrido en España. En España, la mayoría sigue estando en el centro-izquierda y es una sociedad que está estable, es prudente, equilibrada, más bien moderada, y no se ha producido esa tensión tan potente. Sí la hay en alguna medida y Vox es la prueba de ello, pero gracias a Dios no tiene la virulencia que ha tenido en EEUU, que ha partido el país en dos.
"No veo en España un Trump. Sí estamos ante un momento de debilidad institucional y de desfallecimiento de la clase política"
P. ¿Y la puede tener? En libro habla de los cisnes negros como Trump o el Brexit. ¿Puede suceder esto?
R. Yo no lo veo. Estamos ante un momento de debilidad institucional y más bien de desfallecimiento de la clase política que de la ciudadanía. Si tú preguntas a los españoles cuáles son los principales problemas de hoy en España, te encuentras en los primeros lugares siempre el desempleo, la precariedad, últimamente los problemas sanitarios y desde hace un tiempo los políticos, la falta de acuerdo entre los políticos. Y esto ha generado una sensación de rechazo por parte de la ciudadanía que no se siente identificada. El viejo eslogan 'No nos representan' hoy es más verdad que entonces. La ciudadanía mira a los políticos con disgusto y con malestar. Y habría que decirles que hicieran en la política lo que es normal y lo que hacemos en la calle. Porque en la calle nos entendemos. Tú puedes ser de Vox y yo de lo que sea y nos entendemos. ¿Por qué no se entienden ellos? Hay un desfallecimiento de la calidad del liderazgo político que se está traduciendo en un deterioro institucional.
P. En 2011, con el 15M, aquel ‘No nos representan’ fue generacional. ¿Y ahora también?
R. No he hecho un análisis en términos de cortes generacionales, pero la impresión es que sí. Hay más desinterés entre la gente joven que entre la gente más mayor. Entre la gente joven, como siempre, hay un porcentaje mayor de radicales de derechas y de izquierdas. En Cataluña es curioso, pero los jóvenes están más alejados del 'procés' que los mayores. Vuelvo a lo de antes, esta es una sociedad moderada, una sociedad civil fuerte y sensata. De hecho, más sensata que sus políticos.
P. En el ensayo habla de cómo España ha perdido posición en el tablero internacional, pero a la vez tiene muy buenos datos en cuanto a cómo se nos ve desde fuera. Gusta nuestro modo de vida, nuestra cultura, el país… ¿Por qué se da esta disensión?
R. La calidad de la democracia española está entre las mejores del mundo, según todos los 'rankings'. Pero este es un país que tiene muy baja autoestima, muy autocrítico y que siempre se está comparando con todos los demás y siempre perdemos en esas comparaciones. Pero, cuando los demás nos miran, descubren que es un país que está muy bien. No somos los mejores, no somos Noruega o Dinamarca, que siempre nos ganan, pero no estamos nada mal. Estamos en el puesto 15, 20, 22… De 200 países no está mal. Y en algunos temas como sanidad y esperanza de vida estamos entre los primeros.
"En España la mayoría sigue estando en el centro-izquierda y es una sociedad que está estable, es prudente, equilibrada"
P. Llevamos un siglo y pico de psicoanálisis.
R. No sé si de psicoanálisis… Lo que sí hay es una larga tradición autocrítica. Por ejemplo, Ortega. Yo soy muy orteguiano y lo he sido toda mi vida. Ortega decía aquello de que la historia de España es una historia de larga decadencia. Pero, bueno, en algún momento tendremos que haber subido si ha sido tan larga la decadencia. ¡No es para tanto! Siempre hemos hablado de que la historia de España es rara, no ha habido burguesía, no ha habido democracia, no ha habido ciencia… No es verdad. Ahora los historiadores contemporáneos están revalorizando lo que fue el periodo de la I Restauración, que fue estupendo. Había ateneo, ópera, ciencia, burguesía, prensa libre. Si comparamos las libertades que se gozaban en España en ese periodo con la Alemania guillermina salimos ganando. ¿Había corrupción? Pues, mire usted, la que había en la Inglaterra victoriana o en Francia o en la Italia democrática que lleva al fascismo. Pero somos excesivamente autocríticos. En el Instituto Elcano hacemos un estudio sobre la reputación de España fuera y en España y sistemáticamente en España era inferior a la del mundo. El mundo nos apreciaba mucho y nosotros teníamos una valoración muy baja. Hace un par de años conseguimos equilibrarlas, pero este año hemos vuelto a caer. La autoimagen es peor que la heteroimagen. Eso pasa en pocos países.
P. Sin embargo, podemos decir que este año tenemos algunos logros, quizás el más importante el de la vacunación, según todos los datos. Mucho mejor que otros países desarrollados.
R. Bueno, la gestión de la pandemia creo que ha sido muy desastrosa, pero efectivamente la vacunación ha sido un éxito y lo ves en la vitalidad que tiene el país en este momento. Vamos a ver si la economía se recobra también, pero la sociedad sí se ha recobrado. La sociedad ha tenido un comportamiento ejemplar durante la pandemia. La pandemia ha sido un test de estrés de todo y solo ha dos cosas que han salido con notable alto: la sociedad y la ciencia, capaz de producir una vacuna en 11 meses. Exitazo. El resto, suspenso.
"Este es un país que tiene muy baja autoestima, muy autocrítico y que siempre se está comparando con todos los demás"
P. En el libro habla de lo que hace marca España fuera del país: algunas empresas, deportistas y científicos. Yo me preguntaba dónde queda la cultura…
R. No, no, la cultura es uno de los principales activos. Cuando se mira qué es lo que se valora en España, aparte de los temas clásicos como el clima, la simpatía, la comida, sale la cultura. Y ¿qué es la cultura? Una mezcla de muchas cosas: literatura, la pintura española, el cine. Y el deporte. Y el patrimonio histórico-artístico. España es una potencia cultural. Y a la vez es cabeza histórica de una comunidad hispanohablante que es muy poderosa en el mundo y que cada vez lo está siendo más, sobre todo en la medida en la que EEUU se hispaniza.
P. Con este asunto de la lengua, usted dice que se deberían abrir 100 sedes del Instituto Cervantes al año. Más bien sucede lo contrario. Y el presupuesto tampoco crece.
R. No es un problema de presupuesto, es un problema de filosofía. ¿Por qué Zara es capaz de abrir 300 tiendas al año? Porque tiene un modelo. Si el Instituto Cervantes, en lugar de seguir con el modelo de la función publica clásica, comprendiera que tiene que comercializarse y seguir perfectamente el modelo de la franquicia..., la iniciativa privada los compraría y, en lugar de producir tres o cuatro Cervantes al año con dificultades, produciríamos 40.
"Si el Instituto Cervantes siguiera el modelo de la franquicia, la iniciativa privada los compraría y produciríamos 40 Institutos Cervantes al año"
P. Esto que dice usted un Cervantes privado no sé cómo saldría, pero lo que sí hemos visto son las guerras por una Oficina del Español de la Comunidad de Madrid, del Gobierno central… Más nominal que otra cosa.
R. El tema es que el Cervantes es el instrumento, como el British, la Alianza Francesa o el Camoens, que hay que utilizar y, además, utilizarlo mucho. Porque, además, la oportunidad del español puede pasar. En los próximos 30-40 años África tendrá un crecimiento espectacular. Nosotros no estamos en África. La demografía del español está estabilizada, pero la del francés y el portugués sí va a crecer. Macron está invirtiendo en francofonía, Portugal también tiene grandes oportunidades en África y nosotros no. Por lo que en 30-40 años el francés y el portugués van a competir con nosotros.
P. Para terminar, y quizás haciendo un poco de futurología, que nos gusta bastante a los periodistas: ¿qué futuro a corto plazo hay para la UE y para España dentro de la UE?
R. Yo soy europeísta convencido. La UE es el gran invento exitoso del siglo XX. El problema es que en la UE hay dos tipos de países, los que son pequeños y los que todavía no saben que son pequeños y se están enterando. Por decirlo de otro modo: la UE no tiene más que una alternativa rotunda, transformarse en los Estados Unidos de Europa y caminar claramente hacia una federación. Y en este momento no está caminando hacia una federación, la pandemia lo ha puesto de manifiesto. Más bien ha habido una reestatalización de la UE y, por tanto, con el olvido del proyecto federalizante más bien es una unión de Estados y yo creo que esto es mala cosa porque, si seguimos este camino, seremos dependientes y vasallos o de EEUU o de China, o de los dos. Mi conclusión es que los europeos tenemos que comprender que somos pequeños, somos el 7% de la población del mundo. El mundo es inmenso y hemos perdido poder a manos llenas. La alianza con EEUU bien, pero nosotros antes. ¿Y España? Pues tiene que hacer dos cosas: contribuir a que esto sea así, pero, como eso va a tardar mucho y puede fracasar, tiene que empezar a pensar en una red de alianzas exterior al margen de. No solo multilateralizar sus relaciones exteriores, sino bilateralizarlas y establecer una red de alianzas sólidas con un conjunto relevante de países: Portugal, Francia y Marruecos, que es fundamental, Alemania, Reino Unido y EEUU, y algunos países latinoamericanos, entre los cuales México es fundamental.
El futuro se juega entre águilas y dragones, asegura el catedrático de sociología y expresidente del Real Instituto Elcano, Emilio Lamo de Espinosa (Madrid, 1946). Entre el viejo Occidente y el pugnante Oriente con su crecimiento económico desbocado y sus nuevas ciudades llenas de rascacielos y coches. Y así ha titulado su último libro, 'Entre águilas y dragones. El declive de Occidente', con el que ha ganado el último Premio Espasa de Ensayo. En él da cuenta del ascenso de China, India y otras potencias emergentes frente al declinar —le gusta a él esta palabra— de EEUU y la Unión Europea.