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Lola Pons: "En las críticas al andaluz hay un fortísimo fundamento socioeconómico"
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Entrevista

Lola Pons: "En las críticas al andaluz hay un fortísimo fundamento socioeconómico"

Esta Catedrática de Lengua reivindica la importancia del conocimiento lingüístico en su último libro. Y no elude los debates, que cree que la mayoría de las veces poco tienen que ver con el lenguaje

Foto: La catedrática Lola Pons
La catedrática Lola Pons

A la filóloga Lola Pons le gusta saberlo todo de la lengua. Esta catedrática de Lengua Española en la Universidad de Sevilla ha estudiado nuestros dialectos, de dónde vienen las palabras, por qué, por ejemplo, llamamos amarillo al color amarillo o cómo la palabra 'rojo' se fue haciendo fuerte a partir del siglo XVI y acabó sustituyendo a 'bermejo', que era el término preferido para este color en la Edad Media. Cómo la lengua cambia según lo hace el hablante. Y cómo no se le puede imponer nada a la fuerza. Todo ello está reunido en artículos que ha publicado en medios y que ahora se publican agrupados en 'El árbol de la lengua' (Arpa), un volumen muy interesante, tanto si te fascina nuestra lengua como si eres un auténtico profano. Y no elude los debates políticos, los cuales la mayoría de las veces no tienen nada que ver con el lenguaje.

placeholder 'El árbol de la lengua'
'El árbol de la lengua'

PREGUNTA: ¿Tenemos un buen conocimiento de nuestra lengua?

RESPUESTA: Creo que no. De las lenguas en general. Tenemos mucha incultura de los fenómenos lingüísticos. Cualquier persona con una cultura media tiene un conocimiento, aunque sea general, de historia del arte, ciencia… En cambio, muy pocas veces nos hemos preocupado por aprender el multilingüismo, cómo aprendemos los idiomas, los idiomas que se hablan a nuestro alrededor. Y por horas de clase no es porque recibimos muchas horas de clase.

P: ¿Entonces por qué sucede?

R: Asimilamos la asignatura de lengua a una de sus partes, que es el trabajo con los constituyentes internos del idioma, fundamentalmente con la sintaxis y con el léxico, es que ni siquiera con la pronunciación. No creo que haya una cultura para diferenciar entre letra y sonido y cuáles son los principales aspectos que varían en la pronunciación de la comunidad panhispánica.

P: En uno de los artículos de este libro critica que en Primaria se enseñe sintaxis, morfología... Usted cree que es mejor que los niños se relacionen de otra manera con la lengua.

R: Sí que apuesto por aprender sintaxis en Secundaria porque son herramientas fantásticas para aprender segundas lenguas también… Pero en Primaria, de los 6 años a la adolescencia, creo que se empieza muy pronto con esos contenidos, cuando aún los niños no saben distinguir acentos internos del español,o no se les ha enseñado algo tan cultural como que en España se habla más de una lengua. Y ahora con las aulas que tenemos muy facilmente podemos encontrar a un niño plurilingüe.

No sé hasta qué punto estas carencias los profesores las intentan salvar. Creo que también hay un hiato entre lo que se predica estrategicamente en los currículo desde arriba y lo que los profesores hacen cuando cierran las puertas de la clase, y creo que en general lo hacen muy bien. Cada vez se fomenta más que los niños se expresen por escrito, oralmente… Hay un esfuerzo por crear niños lectores, por salvar a los lectores de los pasos de primaria a secundaria.

Tenemos mucha incultura de los fenómenos lingüísticos. Cualquier persona con una cultura media tiene un conocimiento, aunque sea general, de historia del arte, ciencia…, de lengua no

P: A veces escuchamos hablar a personas en público con un lenguaje muy pobre... ¿Nuestro vocabulario se está empobreciendo? ¿O esto es un tópico?

R: Yo no tengo esa sensación. Eso es un tópico que se repite desde los latinos: los jóvenes cada vez hablan peor. Pero lo decían los del siglo III de los jóvenes del siglo III. Quizá ha cambiado nuestra manera de expresarnos en público. Si vemos algunos de los archivos audiovisuales que hay para el español en el siglo XX se observa que las formas de tomar la palabra en público eran muy distintas a las actuales, con sus bondades y con su parte tambien criticable. Ahora bien, hay algo constatable y es que la literatura infantil que yo consumía en los ochenta presuponía un mayor conocimiento léxico en los niños. Hay un experimento muy interesante que se puede hacer: ese clásico infantil que se publica desde hace 30 años en España y cómo en sus ediciones de los años ochenta respecto a sus ediciones del siglo XXI ha cambiado en cuanto a la riqueza léxica interna. Muchas de esas ediciones han sido revisadas para aclimatar el vocabulario a un público al que se le presupone un menor conocimiento del léxico. Y eso es una pena porque muchos aprendimos muchas de esas palabras, un léxico más elaborado, por los libros que no eran los de texto ni por la televisión. Esto lo tendríamos que repensar.

Yo creo que todo esto tiene que ver con lo que llamamos el adultocentrismo: concebir el mundo de los niños desde la óptica de los adultos y, presuponer por tanto, que este niño no va a entender qué significa la palabra tal, cuando por naturaleza los niños son capaces de aprender cualquier cosa.

Hay algo constatable y es que la literatura infantil que yo consumía en los ochenta presuponía un mayor conocimiento léxico en los niños

P: Sí, de lo que me habla es de una infantilización del mundo infantil, valga la redundancia.

R: Sí, sí, presuponer que ellos no van a ser capaces de entender eso que nosotros entendimos. Hay gente que me pregunta, ¿pero la gente entendía entonces cómo estaba escrito El Quijote? Y no nos damos cuenta de que los jóvenes leen literatura de fantasía con unos personajes y unas sagas que para mí son complejísimas y que a veces tienen un remedo del lenguaje antiguo.. Pero nos empeñamos en evitar ese lenguaje cuando aparece legítimamente en una obra de la Historia del español.

P: A veces pensamos que el español se está llenando de neologismos y anglicismos como bullying y ya nos llevamos las manos a la cabeza: ¡esto es un desastre!

R: Sí, resulta que nosotros hemos cambiado nuestra manera de alimentarnos y consumimos productos muy alejados de los que se producen aquí e incluso hemos empezado a producir aquí productos exóticos que nuestros abuelos no conocían. También hemos cambiado nuestra manera de vestir, la decoración. Pero la lengua que no nos la toquen. No, hombre no. La lengua está dentro de nosotros y nosotros somos seres sociales y estamos en una sociedad que es la del siglo XXI. Y la de nuestros antepasados podría ser la del XVI influida por el italiano o la del XII influida por el occitano y el francés a través del Camino de Santiago. Y cada uno de esos contactos con otras lenguas ha dejado una huella. Y la huella más evidente siempre es en el léxico. Muchas de esas huellas son flor de un día, pero otras se mantienen. Eso depende de los hablantes, no de nada dictado desde arriba. A veces asimilamos el contacto con otras lenguas con la impureza, pero eso…

P: Y se acaba diciendo que el español cada vez es más pobre.

R: Sí, el neologismo de hoy es la palabra consolidadísima mañana. Y eso no quiere decir que me guste todo lo neológico, Y soy filóloga, pero soy una hablante a la que causan rechazo algunos anglicismos y que tiende a usar otros anglicismos porque me gustan más. Pero no hay que olvidar que nuestros antepasados vieron como neologismos palabras que para nosotros son de lo más comunes como ‘solucionar’, ‘desamparar’, ‘jardín’... ¿Quién dice que son palabras neológicas en español? Pues lo fueron en su momento.

P: Vaya, ¿de dónde venían?

R: Cada una tiene un origen distinto, pero, por ejemplo, ‘jardín’ vino del francés. Cada una de esas palabras tuvo su etapa neológica.

Nuestros antepasados vieron como neologismos palabras que para nosotros son de lo más comunes como ‘solucionar’, ‘desamparar’, ‘jardín’... ¿Quién dice que son palabras neológicas en español?

P: Otra cosa que cuenta en el libro sobre el origen de las palabras: ‘Harto’ viene del latín ‘farctus’, la f cambió por la h en castellano, pero por influencia del euskera se empezó a pronunciar ‘jarto’ y hoy esa pronunciación ha quedado en Andalucía. Vaya viaje de las palabras y su pronunciación.

R: Lo de ‘jarto’ o ‘jambre’ fue un fenómeno bastante extendido en la zona castellano hablante, no se daba en otros romances peninsulares, en la Edad Media. Pero se fue perdiendo y se quedó en la zona de Andalucía occidental y Extremadura, que preserva ese rasgo. El latín era la lengua madre de un amplio territorio, pero cada una de las lenguas hijas se ha hecho a su manera, y esas maneras se diversifican internamente y eso explica el surgimiento de las lenguas romances a partir de que esa gran comunidad latina pierde la cohesión interna. Desde ese momento tenemos en cada territorio evoluciones a su manera. En Francia fue muy acusada la influencia germánica, pero en España, aunque también tuvo presencia germánica, esta influencia fue muy limitada.

P: En el libro también dice que todos hablamos un dialecto. Es decir, hay un dialecto madrileño, andaluz, extremeño, conquense…

R: El estandar que se tiene como la forma ideal de la lengua, y que es la que escuchamos en el telediario, es un dialecto que la mayoria de las lenguas a nuestro alrededor han creado. Y está bien que exista un estandar, pero no es la variedad materna de nadie, ni siquiera del presentador del telediario. Todos hablamos un dialecto porque todos hablamos una variedad o varias. Hay un dialecto geográfico, pero también hay un dialecto social, profesional… Somos hablantes de distintas variedades internas.

P: En España solemos pelearnos por muchas cosas y una de ellas es la lengua. Sobre esta cuestión, hace no mucho hubo incluso críticas a la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, por su dialecto andaluz. Hubo quien señaló que si no sabía hablar, que si se expresaba mal…

R: En el caso concreto a las críticas a la variedad del español en Andalucía hay un fortísimo fundamento socioeconómico. El andaluz en el siglo XX se ha asimilado a hablantes desprestigados porque además mediáticamente se ha cultivado, incluso hemos cultivado, y aquí también tengo que hacer autocrítica porque hemos cultivado mucho la imagen del andaluz como un personaje simpático, gracioso, indolente… y eso ha hecho que muchos andaluces reprimiesen su manera de hablar en público. Grandes logros para el acento andaluz ha sido la presencia de variedad de habla en la tribuna pública, pero aun así siempre está esa crítica, que yo no sé hasta qué punto es tambien una arma arrojadiza política. Con el acento que tengo, que es el de una sevillana, he dado clases en Sevilla, fuera de España y nunca he tenido problemas con el acento. No me tengo que justificar, pero el andaluz es una variedad completamente inteligible.

La lengua no es rica ni pobre ni machista. Lo es tu uso de ella.

P: Pero esta cuestión de arma arrojadiza política la hemos visto mucho en los últimos años: desde pedir la revisión del lenguaje de la Constitución a señalar términos machistas, feministas… ¿Esta batalla es propia del ámbito español o se da fuera también?

R: La cuestión de lengua y género supera al ámbito español, se da en lenguas europeas e incluso en otras que no tienen género como el inglés, que se plantea a partir de los pronombres. Por ejemplo, esto de que los correos electrónicos terminen con la autoafirmación de con qué pronombre quiere ser uno referido. Esto todavía no se ha generalizado en España… Pero en cuestiñon de los debates sobre la lengua detecto que seguimos pensando que la lengua es algo externo a nosotros y por tanto existe fuera de nosotros y por tanto se puede calificar como machista o pobre o rica, y la lengua no es rica ni pobre ni machista. Lo es tu uso de ella.

P: Lo que sucede ahora es que puedes saber la adscripción ideológica de un grupo de hablantes según los términos que usen. Por ejemplo, desde aquellos que hablan en femenino continuamente a los que dicen o escriben Generalidad en vez de Generalitat.

R: Nos retrata el uso de las palabras, pero no las palabras en sí. Y si ya utilizar el lenguaje de género o no se adscribe a una ideología, mal vamos. Esa es la prueba de que no estamos hablando de una cuestión lingüística, sino política, como cualquier otra información que aparece en la sección nacional de un periódico.

Si ya utilizar el lenguaje de género o no se adscribe a una ideología, mal vamos. Esa es la prueba de que no estamos hablando de una cuestión lingüística, sino política

P: Le quería preguntar por la ortografía también. Ahora que utilizamos mucho las redes para escribir, a veces se ven faltas flagrantes. ¿Pueden influir esas faltas en personas que tienen bien fijada la norma ortográfica?

R: El conocimiento ortográfico se basa, más que en la memorización de reglas, que está comprobado que no sirve para nada, en la exposicón a la imagen visual de la palabra. Muchas veces nos reconocemos escribiendo una palabra con dos grafias distintas porque cuando la vemos escrita es cuando de verdad podemos afirmar si lleva una g,j, una b o una uve. Por tanto, cuanta más exposición visual mayor dominio tendrás de la ortografía. Las redes en sí mismas no hacen nada malo. Lo único perjudicial es si a consecuencia de las redes perdemos hábito lector, perdemos no solo exposición a una correcta ortografía sino a todo lo que construye nuestra lengua. Mi sensación es que más que dar latigazos a las redes sociales, ahora nos estamos poniendo las gafas para mirar dentro de ellas y empezar a usarlas como algo que los usuarios de las redes jamás pensarían. Por ejemplo, usamos Twitter como muestra de fenómenos lingüisticos. Hemos detectado que hay fenómenos de lenguas que son muy díficiles de captar por escrito y oralmente, pero en Twitter aparecen. Es decir, se puede utilizar la red como corpus. A mí me ocurrió con un fenómeno del español de Andalucía Occidental.

P: ¿Y cuál es ese fenómeno?

R: La pluralización de ‘qué’ interrogativo o exclamativo. Es decir, decir ‘ques’ ‘qués cosas tan bonitas me dices’. Es un fenómeno raro, pero muy común en el andaluz occidental.

P: ¿Leemos más porque leemos en las redes sociales o leemos menos porque leemos en las redes sociales?

R: El objeto del libro ha perdido centralidad. Eso es indudable. Si te sientas en el metro la facilidad con la que sacamos el teléfono frente al libro es notable. A diferencia de lo que ocurría hace unos años ahora hay un fenómeno muy parecido a lo que sucedió en la Roma del Imperio cuando de repente se llenaron todas las paredes de epigrafías para gloriar la memoria del emperador etc. Algo así ocurre ahora. Hay una explosión verbal en la calle: los grafitis, la cartelería comercial… Y después uno saca el móvil y se pone a leer mensajes o mira la prensa en red. Es decir, estamos más expuestos al lenguaje verbal. Esto es interesante porque cuando uno va a paises con muy tristes tasas de alfabetización uno nota cómo la cartelería tiene un soporte de imagen, te ponen un dibujo. Por tanto, aunque estemos acostumbrados a esta explosión verbal también es un constructo.

Ahora hay un fenómeno muy parecido a lo que sucedió en la Roma del Imperio cuando de repente se llenaron todas las paredes de epigrafías para gloriar la memoria del emperador

P: Por cierto, en uno de sus artículos habla del lenguaje juvenil, que es el que más rápido muere. De hecho, el de ahora no tiene nada que ver con el de hace 20 años, mal que nos pese.

R: Sí, es el que más rápidamente se renueva. Nace muy pronto, pero muere muy pronto también. Fundamentalmente por el léxico. A veces pienso, cómo hablarían los jóvenes del XVI y a qué sentido mostrarían rechazo sus padres.

P: Ahora es más fácil porque ves una película de jóvenes en los años cincuenta y puedes observar su vocabulario. Que es distinto al de los jóvenes de otras generaciones.

Siempre me ha casusado interés ese lenguaje un poco asainetado que aparece en las películas que se rodaron en España en los años 50 y 60. Usaban unas palabras que para nosotros son completos arcanos. A veces es más fácil segir la historia de una palabra antigua que de una reciente, pero propia del ámbito juvenil, porque no ha llegado a penetrar en la documentación escrita.

A la filóloga Lola Pons le gusta saberlo todo de la lengua. Esta catedrática de Lengua Española en la Universidad de Sevilla ha estudiado nuestros dialectos, de dónde vienen las palabras, por qué, por ejemplo, llamamos amarillo al color amarillo o cómo la palabra 'rojo' se fue haciendo fuerte a partir del siglo XVI y acabó sustituyendo a 'bermejo', que era el término preferido para este color en la Edad Media. Cómo la lengua cambia según lo hace el hablante. Y cómo no se le puede imponer nada a la fuerza. Todo ello está reunido en artículos que ha publicado en medios y que ahora se publican agrupados en 'El árbol de la lengua' (Arpa), un volumen muy interesante, tanto si te fascina nuestra lengua como si eres un auténtico profano. Y no elude los debates políticos, los cuales la mayoría de las veces no tienen nada que ver con el lenguaje.

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