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Ruina y mugre en la casa de la infanta Eulalia, la oveja negra de los Borbones
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UNO DE LOS LUGARES FAVORITOS DE ALFONSO XIII

Ruina y mugre en la casa de la infanta Eulalia, la oveja negra de los Borbones

Una enorme casona manchega y un castillo del siglo XVI son los vestigios más maltratados y olvidados de la familia Borbón. El conjunto amenaza ruina total a pesar de su ilustre pasado

Foto: La infanta Eulalia y su casa en ruinas. (Montaje EC)
La infanta Eulalia y su casa en ruinas. (Montaje EC)

Una enorme casona manchega y un castillo del siglo XVI son los vestigios más maltratados y olvidados de la familia Borbón. Allí donde un día hubo festejos reales, misas y trasiego de personalidades hoy queda un sofá cochambroso, colchones mugrientos y techos a punto de desplomarse. Es la finca de Castillejo, adquirida por María Cristina de Borbón-Dos Sicilias nada más enviudar de Fernando VII y casarse en secreto con Fernando Muñoz, duque de Riánsares. En los siete años que duró su regencia (1833-1840), la monarca accidental pasó ciertas temporadas de retiro y descanso en este lugar, probablemente en compañía de su hija, todavía una niña, Isabel II.

placeholder Exterior del castillo de Saelices, en la finca que fue de la familia Borbón. (D.B.)
Exterior del castillo de Saelices, en la finca que fue de la familia Borbón. (D.B.)

Cuesta imaginar el esplendor de Castillejo hoy. La finca se encuentra en un recodo escondido de Saelices (Cuenca), en mitad del monte, muy cerca del yacimiento celta y romano de Segóbriga. No parece más que un amasijo de vigas de madera y mampostería derruida. Nadie pisa este lugar más que para cultivar los pastos que lo rodean. Y, desde luego, nadie se interna en sus salones y en su desconchada capilla.

La finca permitió durante décadas a distintas ramas de los Borbones descansar del trasiego de Madrid con cierta intimidad

De hecho, muy pocos en Saelices conocen la real historia de este sitio, adquirido por María Cristina de Borbón probablemente influida por su segundo marido, Fernando Muñoz, natural de la cercana Tarancón. Estas más de 1.500 hectáreas de tierra de cultivo y varias edificaciones, entre ellas el castillo cuyo origen algunos historiadores datan de la época musulmana, permitieron durante décadas a distintas ramas de los Borbones descansar del trasiego de Madrid con cierta intimidad.

Uno de los edificios laterales de la casona de la infanta Eulalia de Borbón. (D.B.)La reina Isabel II junto a sus hijas Pilar, Paz y Eulalia

Aunque a nadie le interesa hoy este terreno, tras la muerte en el exilio de la conocida como Reina Gobernadora en 1878, se abrió una enconada guerra por la herencia de la finca entre los descendientes de la casa Borbón (en especial sus nietas, las infantas doña Paz y doña Eulalia, hijas Isabel II) y los ocho hijos, simples nobles, que María Cristina había engendrado con el Duque de Riánsares.

Ilustres como Salmerón, Maura y Gamazo tuvieron que interceder en la guerra abierta por la herencia de esta finca abandonada

Así lo relata María Victoria Cavero en su libro 'Paz de Borbón, la Infanta de Villa Paz': "El testamento —y por lo tanto— su herencia originarían una enconada polémica y el litigio durante más de veinte años entre los herederos de la familia real y la morganática. Una Junta de ilustres personalidades del Foro, entre los que figuraban nada más y nada menos que Salmerón, Maura y Gamazo, lograrán hacer efectiva la testamentería".

placeholder Interior de la casa abandonada de Castillejo, en Saelices. (D.B.)
Interior de la casa abandonada de Castillejo, en Saelices. (D.B.)
placeholder Ropa vieja y suciedad es lo único que queda en el interior de la antigua casa de los Borbones. (D.B.)
Ropa vieja y suciedad es lo único que queda en el interior de la antigua casa de los Borbones. (D.B.)

Finalmente, los Borbones se quedan con la herencia y dividen la enorme finca en dos: los terrenos al norte del río Gigüela serán propiedad de doña Eulalia con la denominación de Castillejo. Los terrenos al sur del río serán para doña Paz con el nombre de Luján. Doña Paz se estableció con carácter permanente en su nueva posesión y se hizo construir un palacio llamado Villa Paz, que en el franquismo sería famosa por ser la ilustre casa de descanso (y lugar de matrimonio) del torero Luis Miguel Dominguín y su esposa Lucía Bosé. Un escenario de grandes fiestas y peregrinación de lo más granado de la farándula española y también de Hollywood, atraídos por la presencia de Ava Gardner. Sin embargo, apenas un kilómetro al norte, la finca de Castillejo, en manos de doña Eulalia, no gozó del mismo destino.

placeholder La infanta Eulalia de Borbón en su juventud
La infanta Eulalia de Borbón en su juventud

"Se sabe que las dos infantas visitaban con frecuencia Saelices. Pero mientras Villa Paz fue un enclave importante para las grandes personalidades de Cuenca y también de Madrid, hay muy poca información sobre lo que sucedió en Castillejo con doña Eulalia", explica el historiador local Manuel Amores. Durante la Guerra Civil, la casona y sus explanadas acogieron "un banco de sangre" para los combatientes republicanos de las Brigadas Internacionales y albergaron una "fantástica biblioteca" de la que no queda ni rastro, narra Amores. Días atrás, el escritor Enrique Domínguez Millán reclamó poner en valor el conjunto de Castillejo y Luján y rendir honores a la infanta Paz, muy implicada con el desarrollo local, en un artículo en 'La Tribuna de Cuenca'.

Una reconstrucción fallida

Doña Eulalia no se implicó, a diferencia de su hermana, en la vida social de Cuenca. Durante unos años mantuvo su casa y trató de reconstruir el castillo sin demasiado éxito. No se sabe si por falta de fondos o por falta de tiempo, dada la conocida vida errante de la infanta, quien adoraba viajar por Europa y América. A los pocos años de heredar la finca la cedió a su hijo Luis Fernando de Orleans, cuya administración "le producía una renta de 25.000 pesetas" de la época, según recoge la obra de Cavero. Ese dinero tampoco fue suficiente para reconstruir el histórico castillo junto a la casona, y finalmente Luis Fernando se desharía de su herencia. La fortificación que la preside figura desde el año 2007 en la Lista Roja del Patrimonio de la asociación Hispania Nostra, aunque consta como bien protegido por decreto desde abril de 1949.

placeholder El interior del castillo de Saelices está totalmente colmatado. (D.B.)
El interior del castillo de Saelices está totalmente colmatado. (D.B.)

La casona y el castillo más maltratado de los Borbones ejerce como metáfora de lo que fue la figura de su propietaria para la familia real, que siempre trató de repudiarla. Fue conocida en la Corte como "la oveja negra" de los Borbones e incluso "la infanta republicana" por su carácter fuerte, sus opiniones inteligentes y mordaces y su vida disoluta para los estándares de la época. Su sobrino, Alfonso XIII, fue quien más padeció sus salidas de tono, que hoy vemos como de auténtica vanguardia.

La casona y el castillo más maltratado de los Borbones ejerce como metáfora de lo que fue la figura de la infanta Eulalia para la familia real

Uno de los momentos más tensos fue la publicación en Francia del libro 'Au fil de la vie' ('A lo largo de la vida'), en el que la infanta se lamenta del retraso cultural y el cariz retrógrado de España y defiende a ultranza la emancipación de la mujer, exigiendo sus derechos como persona autónoma no dependiente de la voluntad del marido de turno. La obra fue calificada como inmoral y escandalosa en la corte de Borbón y se prohibió la distribución en nuestro país.

Parte posterior de uno de los edificios laterales de Castillejo. (D.B.)Uno de los pasillos interiores de la casona borbónica de Castillejo, en Saelices. (D.B.)

La infanta pasó de la palabra a la acción en multitud de ocasiones. Un ejemplo: fue la primera aristócrata en separarse de su marido, Antonio de Orleans, con el que se casó obligada por su hermano Alfonso XII para reforzar las alianzas reales. Ocurrió en 1900, más de un siglo antes de que la infanta Elena se divorciase de Jaime de Marichalar. Alfonso XIII montó en cólera por la actitud de su tía y la mandó al exilio durante diez años. Fue en esos años de destierro en París cuando ella sirvió la venganza fría con 'Au fil de la vie'.

placeholder Parajes de El Castillejo, hoy dedicados a la labranza. (D.B.)
Parajes de El Castillejo, hoy dedicados a la labranza. (D.B.)

Curiosamente, Alfonso XIII adoraba viajar en coche desde Madrid hasta Saelices para visitar a su tía doña Paz en su mansión. Para ello, debía circular por un camino de monte bajo y rodear la casa de su odiada tía Eulalia dos kilómetros antes de llegar a su destino. También Luis Miguel Dominguín y el enorme séquito de personalidades que frecuentaron Villa Paz y su entorno transitaron la colindante finca arruinada en innumerables monterías y paseos.

La ruina avanzada de la finca de Castillejo actúa como metáfora perfecta de lo que fue la infanta Eulalia para la casa de Borbón: una figura infravalorada y sumida en el olvido. Casi nadie en Saelices conoce la historia de este lugar. "No sabía que existía esta casa hasta hace poco. ¿Era de los Borbones, dices? No tenía ni idea", responde la única persona que hay en todo el páramo, un joven de Saelices que se ha acercado con un detector de metales para ver si encuentra algo entre los plásticos, zapatos raídos, toneladas de hierro y mobiliario viejo. Tanto la casona como el castillo de Castillejo no tienen ya ninguna opción de ser restaurados.

La infanta Eulalia falleció en Irún en 1958 a los 96 años de edad. Consta que en estos últimos años recibía con cariño las visitas que le hacía el entonces joven Juan Carlos I, bisnieto de su hermano Alfonso XII.

Una enorme casona manchega y un castillo del siglo XVI son los vestigios más maltratados y olvidados de la familia Borbón. Allí donde un día hubo festejos reales, misas y trasiego de personalidades hoy queda un sofá cochambroso, colchones mugrientos y techos a punto de desplomarse. Es la finca de Castillejo, adquirida por María Cristina de Borbón-Dos Sicilias nada más enviudar de Fernando VII y casarse en secreto con Fernando Muñoz, duque de Riánsares. En los siete años que duró su regencia (1833-1840), la monarca accidental pasó ciertas temporadas de retiro y descanso en este lugar, probablemente en compañía de su hija, todavía una niña, Isabel II.

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