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Karina Sainz Borgo: "Una intervención en Venezuela sería Bahía de Cochinos"
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Karina Sainz Borgo: "Una intervención en Venezuela sería Bahía de Cochinos"

“Reconstruir un país que se analfabetiza tanto democráticamente es muy complicado” Del éxito en la Feria de Frankfurt de La hija de la española poco más

Foto: Karina Sáinz Borgo
Karina Sáinz Borgo

Del éxito en la Feria de Frankfurt de 'La hija de la española' (Lumen) poco más se puede decir. Los números hablan por sí solos. La escritora venezolana afincada en Madrid, Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) se ha convertido con su primera novela en toda una revolución dentro de las letras españolas. Periodista de formación y de profesión, Sainz Borgo da el salto a la literatura, convencida de que la literatura es precisamente el territorio para la indagación y la reflexión.

placeholder 'La hija de la española'. (Lumen)
'La hija de la española'. (Lumen)

“La literatura perdura” comenta Sáinz Borgo, “no caduca con la actualidad informativa”. 'La hija de la española', comprada en 15 idiomas para 20 países distintos antes siquiera de su publicación en español, es un libro alegórico sobre un país empobrecido, un país sumido en la violencia y secuestrado por un sistema totalitario. Aunque la autora evite dar fechas y nombres, ese país es Venezuela, un país que el lector descubre a través de la figura de Adelaida, una joven que espera escapar de ese infierno, donde todo vale para sobrevivir.

PREGUNTA. ¿'La hija de la española' es la novela que siempre quisiste escribir?

RESPUESTA. Sin duda. No quería perpetrar una primera novela, quería acometerla y hacerlo bien. El tema que me interesaba abordar era el de la identidad, quería hablar del arraigo y del desarraigo. Afortunada o desafortunadamente, el elemento autobiográfico estaba desde el inicio muy presente, pero yo no quería echar mano de ello, porque me parecía muy torticero y muy previsible hacerlo. Lo que sí puedo decir es que la novela ha sido una especie de purga personal, el resultado de años preguntándome cómo hacer algo hermoso con una realidad que me duele tanto.

P. En efecto, Adelaida, la protagonista tiene algo de ti, sin embargo escapas tanto del relato autobiográfico como del género de la autoficción.

R. ¡Ni loca habría hecho autoficción! Puedo entender que haya ciertas personas que, desde la autoficción, puedan construir belleza, pero, en líneas generales, me parece que la autoficción puede llegar a ser un acto de cierta frivolidad y de egolatría. Yo comparto con Adelaida Falcón territorio y generación, pero ella es la síntesis de muchas otras personas, de mujeres y de hombres que he conocido a lo largo de estos años. Además, Adelaida no se parece a mí en cuanto en ella hay un punto de odio que no solo yo no tengo, sino que me permitía mostrar narrativamente cómo una persona se va envileciendo.

¡Ni loca habría hecho autoficción! En general, me parece que la autoficción puede llegar a ser un acto de frivolidad y egolatría

P. Escapas del yo, pero también de la concreción: borras los nombres de muchos personajes, a los que conviertes en alegorías.

R. Sí, desde el inicio, quise recurrir a la alegoría, porque me permitía no meterme en el atolladero de la vida real. Como he dicho en más de una ocasión, quité el nombre a los poderosos, porque ellos ya han tenido la oportunidad de contar su propia historia; sin embargo, muy pocas veces se habla de la víctima, a la que podía retratar mucho mejor si la convertía en alegoría como también hago con los verdugos y, en parte, también con el espacio físico. No doy fechas, ni nombres ni datos concretos y lo hago, en gran medida, porque no quería que la novela se transformara en un texto de denuncia o en un reportaje periodístico. Si yo hubiera querido informar, hubiera escrito un reportaje, pero yo quería emocionar y para ello tenía que hacer una novela.

P. En una entrevista afirmabas que 'La hija de la española' no es una novela política, pero no creo que sea del todo verdad. A pesar de la inconcreción, es más que evidente que se trata de una novela sobre Venezuela, sobre la Venezuela depauperada y violenta del chavismo y del actual madurismo.

R. No fui lo suficientemente clara. Tienes razón, se trata de una novela política. Lo que quería decir es que 'La hija de la española' no es una novela politizada, sino una novela que narra el proceso de demolición de una sociedad, que narra cómo, en una sociedad que pasa por un proceso autoritario, sus individuos no solo se quedan desdibujados, sino que son expulsados. Adelaida lo constata, sabe que para sobrevivir tiene que huir, sabe que su país, su tierra, la está expulsando. Esta es la gran alegoría política desde el inicio de los tiempos, sin embargo, mientras Ulises vuelve a casa, Adelaida no tiene una casa a la que volver, solo tiene una casa de la casa de la que huir. Más allá de la diferencia, sin embargo, Adelaida representa el héroe en tránsito.

placeholder Manifestación de opositores al régimen de Nicolás Maduro en Caracas, Venezuela. (EFE)
Manifestación de opositores al régimen de Nicolás Maduro en Caracas, Venezuela. (EFE)

P. Podemos connotar con valores heroicos a los inmigrantes que no solo huyen de sus países, sino que se encuentran con muros y fronteras que les impiden instalarse en otros países, pero no hay que olvidar que, ante todo, son víctimas.

R. Yo creo que los trabajos de Hércules se quedan cortos ante todo lo que se enfrenta mi protagonista, pero tienes razón, quienes están obligados a huir de sus tierras son víctimas. A Adelaida le doy connotaciones heroicas porque es alguien que lucha, actúa no solo como víctima, sino también como héroe que se enfrenta a quienes la oprimen. Cuando alguien está tan acorralado como lo está ella, al final, muere, pero muere matando. La violencia que la rodea es tan fuerte que la obliga a tomar decisiones que no son las más esperables para alguien ilustrado y moderado. Ella misma termina diciendo que pertenece a los dos bandos: a los que roban y a los que son robados.

P. Esto nos lleva a preguntarnos acerca de la legitimidad de la violencia: cuándo te atacan, ¿es legítimo tomar las armas? ¿Cuándo la violencia se vuelve legítima?

R. Adelaida está tan arrasada moralmente por el contexto que la rodea que no tiene elección; ella se aprovecha de las circunstancias, intenta sobrevivir y no es una excepción: así se reacciona cuando una sociedad se depaupera moralmente, cuando se enfrenta a unos y a otros, cuando la pobreza es total y la vida pierde todo valor. La muerte está siempre ahí, lo estuvo durante mis años en Venezuela, marcándome absolutamente. La muerte preside y vertebra toda la vida y, en este sentido, La hija de la española es una novela sobre la pérdida, pero sobre todo es una novela sobre la muerte, donde reinan los llamados Hijos de la revolución. Lo único democrático en una sociedad como la venezolana es la muerte y el hambre.

Esta es una novela sobre la muerte, donde reinan los Hijos de la revolución: lo único democrático en Venezuela es la muerte y el hambre

P. Te preguntaba antes sobre el uso de la violencia y de las armas porque, a priori, podría decirse que lo que está pasando en Venezuela no puede definirse como “guerra civil” en cuanto la población civil no ha tomado las armas.

R. Es verdad, pero hay que preguntarse el porqué. El motivo es que estamos delante de un aparato oficial que se enfrenta a la ciudadanía, delante de un aparato oficial que arma colectivos para que ejerzan la violencia por todas las vías de tal manera que haya una persecución constante de la ciudadanía. Cuando el uso de la violencia deja de ser exclusivo del Estado, entonces encontramos el escenario que narro en la novela y encontramos personajes como La Mariscala: ella utiliza la violencia hasta un cierto punto, pero, a través de su poder, mata de hambre a los demás. Ella trafica con comida, por eso la describo exageradamente gorda. Sus atributos están exagerados para que resulte muy claro el tipo de persona que es. Algunos me han dicho que la novela les parece distópica, pero no es así: cuando utilizas todas los instrumentos del Estado y tú como Estado armas a una parte de la población para que vaya contra la otra, lo que se consigue que esa otra población quede complemente avasallada y privada de todas sus libertades y sus derechos, incluido el derecho a comer.

P. Podemos poner el foco en la Venezuela de Chávez o de Maduro, pero, como apuntas en las primeras páginas, el país descrito es el resultado de la inestabilidad y de la corrupción de la Venezuela de los ochenta, de la Venezuela de Carlos Andrés Pérez, entre otros.

R. Exactamente y este periodo al que te refieres está, en parte, incluido en la novela. Como dice Javier Cercas, las novelas no responden preguntas ni dan respuestas, pero son artefactos de reflexión intelectual. A través de mi país, quería reflexionar sobre lo que sucede cuando un país está en trance de morir, un trance que se hace largo, pues, si te fijas, la novela reconstruye el ciclo de toda una generación a través de la protagonista, a la que conocemos cuando tiene diez años y también cuando tiene treinta. Este es el periodo que hay entre la imposición del régimen totalitario descrito en la novela y las causas que llevaron a que la democracia no fuera capaz de ver sus errores, no fuera capaz de ver que el sistema de partidos estaba fallido, no fue capaz de ver los estallidos sociales y la enorme desigualdad… Frente a todo ello, la gente pierde su fe en los sistemas y los deshace. Yo quería que en la novela quedara claro que la propia ciudadanía fue incapaz de no ver lo que estaba por venir.

placeholder Nicolás Maduro. (EFE)
Nicolás Maduro. (EFE)

P. El escenario que describes es un escenario en el que reina la muerte, un escenario que puede recordar a las calles de la capital durante el Caracazo de 1989.

R. Sin muchos detalles, pero aludiendo al exilio argentino y chileno, quería mostrar que Adelaida crece al inicio de los ochenta. Adelaida es una niña y cuenta lo que ve con las herramientas propias de una niña que tiene diez años, sin terminar de entender lo que está pasando; de ahí que, en un determinado momento, diga que de pequeña no entendía qué relación había entre que hubiese un presidente y que la gente se marchara de su país.

P. Te mencionaba el Caracazo y a Carlos Andrés Pérez, porque se podría decir que la situación de Venezuela de hoy es consecuencia y, en parte, responsabilidad de ese sistema democrático de partidos totalmente fallido que llevo a la victoria de Chávez.

R. Todos fuimos responsables y me incluyo en este todos. Cuando el sistema de partidos comenzó a dar fallos importantes y fuertes, los primeros síntomas visibles fueron los intentos de golpe de Estado, a los que no se prestó la atención que se debía. Rafael Caldera exculpó a Chávez y éste se presentó a las urnas. Lo que se constata hoy es que, en aquellos años, la sociedad dejó de tomarse en serio la democracia y la lapidó con la creencia de que la democracia era sinónimo de corrupción y no servía para nada. La gente dejó de creer en el sistema. En su último libro, 'Identidad', Fukuyama reflexiona sobre cómo el discurso de quien se define como un excluido y oprimido a quien el sistema le debe algo termina prosperando en sociedades que no cuidan sus democracias, especialmente cuando hay un rebrote de los populismos. Venezuela fue un rompeolas del rebrote populista.

Chávez tuvo grandes oportunidades de cambiar ciertas cosas y las dilapidó, dividiendo a los venezolanos

P. Sin embargo, no se puede negar la razón del oprimido a reivindicarse y a exigir al sistema aquello que le niega. Y, en cierta manera, en un principio, Chávez representó esta reivindicación. De hecho, el propio Banco Mundial reconoció que Chávez había reducido la pobreza de un 62,1% (2003) a un 31,9% (2011) y la desnutrición de un 16% a un 5%.

R. Yo no quiero entrar ahí. No se trata de probar una cosa u otra. Chávez tuvo grandes oportunidades de cambiar ciertas cosas y las dilapidó, dividiendo a los venezolanos de tal manera que parecía que quien había trabajado, como los miles de gallegos que construyeron sus propias vidas en Venezuela y formaron parte de la construcción de país, y había amasado algo de fortuna era menos pueblo que los desposeídos.

P. Pero no hay que olvidar que los desposeídos, entre los que estaban los indígenas, nunca habían sido tomados en consideración.

R. Pero, ¿por qué había que igualar a la baja? ¿Por qué en lugar de subirnos todos al tren del progreso acabamos todos subidos en una carreta empujada por caballos? No es una novela sobre el chavismo, es una novela sobre la muerte de mi país.

P. Es decir, ¿esa clase media representada por algunos de tus personajes, como la hija de la española, que acude a un colegio privado, fue tratada como menos pueblo?

R. Sí. Además, fíjate, la madre de la hija de la española fue la primera maestra de su familia y lo consiguió gracias a que estudió en la universidad pública. Lo que quiero decir con esto es que el país que perseguía el progreso acabó rompiéndose en pedazos y comenzaron a aparecer personajes como la mariscala y surgió todo este tumulto de gente inculta que desprecia el progreso. No los describo así porque yo sea clasista o racista, sino porque los procesos de depauperación exaltan la poca formación, la ignorancia, el tumulto y la violencia. El chavismo y el madurismo se han servido de ello.

P. Sin embargo, la educación es uno de los pilares básicos del sistema socialista y el propio Banco Mundial reconoció que con Chávez el analfabetismo se redujo de un 9,1% a un 4,9%.

R. Sí, pero a esto tienes que añadir la reescritura de la historia. En todos los procesos totalitarios se reescribe la historia y ahora mismo en Venezuela se la está reescribiendo. Se comenzó a reescribirla cuando Chávez empezó a desprestigiar el Pacto de Punto de fijo. Con Chávez se comenzó a reutilizar el lenguaje, hubo un proceso de aplanamiento y de aplastamiento de cualquier medio de comunicación, comenzaron las persecuciones y la represión. No sucedió de un día para otro, la tuerca se fue apretando poco a poco.

P. ¿Entre los hijos de la revolución, entre los jóvenes que creyeron en ella, aun equivocándose, no podemos ver un cierto idealismo, una voluntad de transformar el país?

R. En la clave en la que está narrada La hija de la española, que es el contexto en el que yo me voy a mantener, lo que existe en el contenedor “revolución” es un montón de necesidad de medrar, de robar y de lucrarse. No hay ideas. En la novela, no hay personajes con ideas ni ideales y, en el trasunto de la realidad, creo sinceramente que una persona que va con los tanques y con las armas contra la democracia lo único que busca es poder, no transformación. Si tanto querían el bienestar del pueblo, ¿por qué se desmanteló el sistema de salud para poner ambulatorios? ¿Por qué se despilfarró el petróleo? ¿Por qué se igualó todo a la baja? ¿Por qué se dejó caer el mayor viaducto del país? Se dejó caer porque no hubo inversión, ¿por qué? ¿Por qué se estaba invirtiendo en Evo Morales?. Volviendo a tu pregunta, evidentemente, la llegada al poder se produce por las urnas porque había entusiasmo y también algo de resentimiento, un punto de “ahora te vas a enterar”. Hay un momento de la novela en la que la protagonista está esperando en una clínica; observa cómo la gente se está muriendo en las escaleras porque no la atiendes. Entonces, un personaje le dice al otro: “Nos prometieron que nos visitarían en una hora”. Y el otro contesta: “Sí, nos prometieron que nadie más robaría, que todos tendríamos una casa. Prometieron hasta cansarse”. Este diálogo lo resume todo, muestra de qué manera Venezuela ha ido a peor, de qué manera hoy estamos mucho peor que antes.

P. Respecto a lo que comentas, leemos en tu novela “Vimos los mejores años del Comandante y luego el lento ascenso de sus sucesores; conocimos las primeras versiones de los Hijos de la Revolución y los Motorizados de la Patria”.

R. Eran los años fuertes del comandante, cuando todavía gozaba de respaldo y de crédito para usarlo a su favor. “No me dejan hacer….” Decía para justificarse y, a continuación, arrasó con todas las estructuras que no le permitían hacer lo que hizo. Así que descoyuntó el Estado y, a día de hoy, hay toda una generación que no entiende que deba haber separación de poderes. Yo sé que suena absurdo, pero, para poder hacer ascensos militares, el Presidente tiene que gozar con la autorización de la cámara legislativa. Él no puede ascender militares así por así, pero se hizo y se sigue haciendo. Reconstruir un país que se analfabetiza tanto democráticamente es muy complicado.

P. Hace unos días lamentabas que Venezuela se hubiera convertido en un arma política para los diferentes partidos españoles.

R. Venezuela es un infierno lo mires por dónde lo mires. Y es un infierno, en parte, por el uso político que se ha hecho de ella. Con determinadas maneras de utilizar políticamente el sentimiento venezolano lo único que se ha conseguido es frivolizar las circunstancias reales del país. Además, algunas de las posturas tomadas por las fuerzas progresistas me sorprenden y es que no me puedo creer que descrean de que la gente en Venezuela pasa hambre. Me parece pornografía política cuestionar ciertas cosas.

P. Ahora parece que se está dando marcha atrás. Pablo Iglesias afirmaba hace algunos meses que ya no compartía algunas cosas que dijo en el pasado sobre Venezuela.

R. Sí, pero ahí está Errejón diciendo que en Venezuela se come tres veces al día. Encontré de una insensibilidad manifiesta sus declaraciones, eran del todo ofensivas.

P. Al mismo tiempo, habría que cuestionar el papel de la derecha y su apropiación de la figura de Guaidó.

R. Estoy totalmente de acuerdo contigo, pero es un tema más complejo. Venezuela es un enorme problema. Colombia ha recibido un millón y medio de venezolanos que ha escapado. Evidentemente Bolsonaro es un personaje casi circense, es un payaso, sobreactúa, pero no tenemos que olvidar que hay un problema enorme en las fronteras, un problema humanitario, pero no solo. Puede haber importantes enfrentamientos que pueden desestabilizar toda la región.

P. Mencionas a Bolsonaro, pero habría que hablar también de Trump y de cuán responsable puede llegar a ser Estados Unidos de la falta de comida y de medicinas con su bloqueo económico a Venezuela.

R. Estados Unidos forma parte de la OEA. Siempre se han tomado ciertas medidas económicas como castigo y en este caso se están utilizando directamente contra personalidades del gobierno venezolano, que están malutilizando los fondos. Yo no quiero blanquear Estados Unidos, pero no se puede negar que hay una crisis humanitaria que el gobierno venezolano niega y, precisamente por ello, no entra la ayuda, porque el gobierno de Maduro no quiere que entre. Con esto no quiero decir que crea que la solución está en la llegada de los marines, en absoluto. Estoy completamente en contra de una intervención militar, porque creo que sería peor, sería hacer de Venezuela una nueva Bahía de Cochinos.

Del éxito en la Feria de Frankfurt de 'La hija de la española' (Lumen) poco más se puede decir. Los números hablan por sí solos. La escritora venezolana afincada en Madrid, Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) se ha convertido con su primera novela en toda una revolución dentro de las letras españolas. Periodista de formación y de profesión, Sainz Borgo da el salto a la literatura, convencida de que la literatura es precisamente el territorio para la indagación y la reflexión.

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