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'Ilusionarium', el gran truco final de José Sanclemente
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'Ilusionarium', el gran truco final de José Sanclemente

Un periodista veterano que guarda un drama y un secreto, una empresaria de comunicación que agoniza a la par que su imperio, una maga desparecida... Pasen y lean

Foto: José Sanclemente. Foto: Roca Editorial
José Sanclemente. Foto: Roca Editorial

Las más recientes investigaciones en psicología cognitiva y neurociencias llegaron recientemente a un consenso desalentador: el cerebro es un mentiroso compulsivo que nos engaña sin tregua. Fiarse de él es como hacerlo de un timador, de un trilero, más nos vale mostrarnos escépticos en primer lugar con nuestra ladina materia gris si queremos comprender mínimamente cómo funciona el mundo. Pero estos científicos que escudriñan nuestro cerebro no son precisamente originales. Mucho antes de que las investigaciones recogieran sus frutos, otros tipos habían llegado a la misma conclusión convirtiéndola además en el centro de su actividad: los magos.

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En el cruce de caminos entre la verdad y la mentira se encuentran periodistas, magos y crímenes sin resolver. Tales son los ingredientes de 'Ilusionarium' (Roca, 2016), la cuarta y última novela del economista y escritor José Sanclemente. Después de aplicarse durante décadas a la gestión de medios de comunicación -en la actualidad es presidente de eldiario.es-, Sanclemente se lanzó hará unos años a escribir novelas que mostraran en clave de ficción cómo veía él el panorama de los media en tiempos convulsos. A sus primeras tres historias en clave de thriller protagonizadas por el inspector Julián Ortega y la periodista Leire Castelló y ambientadas en el escenario de las intrigas palaciegas de la prensa, la radio y la televisión, le sucede ahora una historia diferente en la que da descanso a su pareja protagonista.

En 'Ilusionarium' el periodista veterano Christian A. Bennet, del 'Sentinel' de Nueva York y con un drama y un secreto a sus espaldas, recibe el encargo de encontrar a una misteriosa maga desaparecida...

PREGUNTA. 'Ilusionarium' es su cuarta novela y en ella regresan los ingredientes principales de tus historias, la perspectiva detectivesca, la tramoya del periodismo, los entresijos del poder, los rigores impuestos por la historia oficial… Pero aquí introduce un elemento soprendente: el mundo de la magia. ¿Por qué?

RESPUESTA. Ocurrió un poco por casualidad. La base de mis tres primeras novelas era el periodismo contado en clave de thriller por una pareja, ella periodista combativa y él policía. La primera trataba el mundo de los periódicos, la segunda se ocupaba de la radio y la tercera se adentraba en la televisión. Pero en 'Ilusionarium' abandono a esos personajes y el protagonista, Christian Bennet, es un periodista como podría haber sido perfectamente un detective o un abogado. Me interesaba alguien que formara parte realmente del mundo de la verdad y la mentira. El asunto es que hace cinco años me invitaron a un congreso sobre periodismo en la isla de San Simón en Vigo. Y allí me contaron que diez días antes habían acogido un congreso de magos y neurólogos cuyo objetivo era discernir por qué nuestro cerebro se engaña. Nada mejor para ello que los magos. ¿Cómo juegan con nuestro cerebro?, ¿cómo nos engañan?, ¿nos gusta en el fondo que lo hagan? Y entonces pensé que ahí estaba esperándome una buena historia.

¿Cómo juegan con nuestro cerebro, cómo nos engañan, nos gusta en el fondo que nos engañen? Nadie lo sabe mejor que los magos

P. ¿Es quizás el mago, por su profesión, el más capacitado para detectar el engaño, para saber dónde empieza la verdad y acaba la mentira?

R. Sí, porque ningún amigo tuyo, ni un político, ni un banquero te confesará que te va a engañar. El mago sí, desde el principio te advierte de que su profesión es engañarte. Y sabe muy bien cómo lograrlo porque los magos conocen mejor que nadie cómo funciona el cerebro y el comportamiento humano. Yo, además de hacer ese tour mágico que contaba antes, me apunté a un curso de magia.

P. ¿Y cómo se le daba el oficio?

R. Mal. Jajaja. ¡Es un trabajo muy difícil! Hay que contar con una habilidad especial, y también con juventud. Rápidamente comprobé que no podía competir con chavales de dieciséis años con una habilidad tremenda mientras a mí me costaba muchísimo. Pero oye, logré hacer desaparecer un pañuelo y dejé a mi mujer alucinada con el truco. La primera vez, a la siguiente me cazó. Y es que un mago no debe repetir dos veces el mismo turco. Soy un mal mago...

P. Si se conoce el truco se pierde el encanto. ¿Le decepcionó conocer la trastienda de la magia?

R. Ojo, una cosa que evité a lo largo de todo el proceso de escritura de la novela fue entrevistarme con magos. Mi protagonista, el periodista Bennet era aficionado a la magia pero no era un mago y yo no quería que nos condicionaran ni a mí ni a él. Pero sí me preocupaba que los magos me leyeran y encontraran algo raro en el libro. Así que al acabar la novela, y como mi protagonista era una maga, busqué a una maga profesional española. Me interesaba especialmente que fuer auna maga ya que hasta hace poco las mujeres han protagonizado un papel de ayudante secundario, aunque esencial. Y encontré a Inés La Maga. Le pasé mi novela, se la leyó y, no sólo no se enfadó, sino que le encantó. Y de hecho acabó participando en la presentación de mi libro con espectáculo incluido.

P. ¿Cuáles son sus grandes referencias literarias en el género policial?

R. La verdad es que apenas leo novela negra, leo mucho más ensayo.

P. ¿Pero sí le gusta escribirla?

R. Soy economista, no periodista como muchas veces se piensa por haber estado siempre vinculado a los medios de comunicación. Siempre me ha gustado escribir pero sólo tuve la oportunidad de hacerlo hará unos cinco años y, entonces, lo que quería trazar era una panorámica del periodismo actual tal y como yo lo veía. Pero después me di cuenta de que aquello iba a interesarle a poca gente y pensé que el periodismo tenía que trascender a la propia profesión. Fue entonces cuando me decidí a novelar mis ideas para llegar a la gente.

La prensa tuvo mucho poder y lo perdió porque no supo entender que se debía a sus lectores y no al poder establecido

P. Cuando Sullivan convoca por primera vez a Bennet a su despacho este teme que le vaya a despedir pues en el periódico están empezando a despedir a los seniors y a reemplazarlos por “jóvenes aprendices con una cuarta parte de sus sueldos pero con destreza en las tecnologías digitales y miles de seguidores en sus redes sociales”. ¿Se han rendido los periodistas a los cantos de sirena de las redes?

R. Esto lo dice Bennet, que es un periodista a la antigua que no se da cuenta de que las redes son fundamentales para el periodismo actual. Hoy el lector llega a las informaciones cada vez por más vías y, por eso, lo que hay que hacer con las redes sociales es dotarlas de legitimidad, apostar en ellas por la verdad contra la mentira. Los medios se sumaron al periodismo digital con prisa, porque había que hacerlo, pero no logran monetizarlo y tienen un problema.

P. Usted tiene una larga experiencia en la gestión de empresas de comunicación. ¿Qué truco de magia salvará hoy al periodismo?

R. Los medios de comunicación tradicionales no supimos mirar hacia el lector y entonces llegó el señor Google, bautizó al lector como "usuario" y, de pronto, nos había quitado la publicidad, nos lo quitó todo. Es verdad que corremos un riesgo alimentando a Google o a Facebook, medios que acumulan muchísimo poder... pero también nos estamos aprovechando. Tenemos que ser capaces de medir bien. También la prensa tuvo mucho poder y lo perdió porque no supo entender que se debía a sus lectores y no al poder. Los medios nativos digitales ya han conseguido ser serios, no tienen deudas y sobrevivirán, pero los tradicionales lo tendrán más difícil, en realidad si los periódicos de papel fueran otro tipo de empresas ya habrían cerrado. Pero que muera un periódico parece una tragedia, antes entran cuarenta fondos de inversión pervirtiéndolo del todo.

Las más recientes investigaciones en psicología cognitiva y neurociencias llegaron recientemente a un consenso desalentador: el cerebro es un mentiroso compulsivo que nos engaña sin tregua. Fiarse de él es como hacerlo de un timador, de un trilero, más nos vale mostrarnos escépticos en primer lugar con nuestra ladina materia gris si queremos comprender mínimamente cómo funciona el mundo. Pero estos científicos que escudriñan nuestro cerebro no son precisamente originales. Mucho antes de que las investigaciones recogieran sus frutos, otros tipos habían llegado a la misma conclusión convirtiéndola además en el centro de su actividad: los magos.

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