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El Prado ve la luz
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cambia la iluminación halógena por led

El Prado ve la luz

Ofrecen ilusión de inmortalidad, impoluta, sin mácula ni rasguño. Los museos nunca mueren, los museos nunca envejecen. Un millón de euros y 2.500 focos nuevos lo demuestran

Foto: La izquierda del cuadro del 'Fusilamiento de Torrijos' está iluminado por halógeno. La parte derecha, con LED.
La izquierda del cuadro del 'Fusilamiento de Torrijos' está iluminado por halógeno. La parte derecha, con LED.

¿Qué contiene un museo? Ilusión. No esperanza o expectativa, sino engaño de los sentidos. Un museo es un circo con cientos de pistas, en las que los protagonistas del espectáculo siguen actuando tan brillantes y coloristas como el día en que nacieron para ser admirados por los espectadores. Ofrecen ilusión de inmortalidad, impoluta, sin mácula ni rasguño. Los museos nunca mueren, los museos nunca envejecen. El Louvre, el Hermitage, el Prado levantan escenografías que deben mantenerse en perfecto estado de conservación. Como recién salidas del taller mismo de los pintores.

Estamos delante de La carga de los mamelucos. Una de las salas del Prado más impresionantes. A la izquierda, Los fusilamientos. Goya quiso que recordáramos los acontecimientos por la independencia del país, el 2 y 3 de mayo de 1808, en Madrid. Obras imponentes, más de dos metros de altura, más de tres de largo. Ambas obras son adoradas como se adora un misterio, un mito o una leyenda. Sí, los museos son una religión a la que el espectador se entrega sin cuestionamiento. La verdad es una aspiración fracasada ante una colección como la del Prado. El peregrino acude a ellos desde más allá y no espera la verdad, quiere asombro.

¿Acaso importa que La carga de Goya esté roto en 18 cachos? Aquel fatídico accidente automovilístico en Benicarló, durante la fuga de los fondos del museo con el gobierno de la Segunda República, dejó castigado para siempre el valioso cuadro. Adorar es no ver. Qué paradoja. Adorar es dejarse iluminar. Adorar es ningunear lo que se esconde. El espectador creyente es ciego ante el arte, que vibra delante de sus narices. No necesita más luz para ver, necesita más luz para creer.

La carga y Los fusilamientos han dejado de estar iluminados por lámparas halógenas. Ahora las enfocan con luz LED, que no emiten rayos infrarrojos (más protección de la obra) y es “más limpia”. Adiós al tono ajado que bañaba las salas y las pinturas, que envolvía los fondos de los cuadros en un manto negro. Y dejaba el blanco mármol en pergamino usado. Hola fogonazo. Para los responsables y conservadores del museo no hay ninguna duda: la luz LED no amarillea, levanta los colores y da mayor claridad.

Ahora sí, esto es Goya

Insisten en que es una visión más limpia y “más fiel” a la que utilizaron los pintores cuando creaban sus seres sobre las telas. El siglo XXI es más fiel al XIX, que el XX. Javier Barón: “El halógeno ensucia con una temperatura demasiado caliente. Las salas son mortecinas. Con la LED recuperamos las condiciones originales. Nos acercamos a lo que el pintor pretendía. Es una luz muy estudiada por el artista”, explica el especialista en siglo XIX ante el impresionanteFusilamiento de Torrijos, deAntonio Gisbert. “Se pierde misterio, porque la oscuridad es el mayor de los misterios”. Y El Prado, al parecer, ha visto la luz.

Manuela Mena ante las Pinturas Negras, quintaesencia del misterio y la oscuridad: “No eran tan negras como se piensa. Recibieron ese nombre a finales del siglo XIX, con la España negra de Gutiérrez Solana. Apreciaban lo negro y así se quedó”. La especialista del Prado en Goya insiste en destacar la nueva iluminación porque gracias a ella descubrimos, no sólo que las pinturas negras no eran negras, sino las miradas de los protagonistas del Aquelarre. “Tal y como quería Goya”. El Coloso sigue sin ser de Goya, por lo que dice la cartela, a pesar de estar iluminado por LED.

Conclusión: hay que volver al Prado (siempre). El progreso avanza a golpe de cadáveres. Las cosas ya no son como creíamos que eran, todo lo escrito se debe reescribir. “Esta es la luz de Goya. Ahora sí, esta es la luz filosófica del pintor”, dice Mena. Nada es como era en el juego de la ilusión. El museo será otro el diciembre de 2017, cuando se hayan cambiado las 2.500 luminarias. El casi millón de euros que costará la operación obligada por normativa europea los pagará Iberdrola. La pinacoteca ahorrará el 75% de energía anual.

En el teatro de las apariencias, el espectáculo se hace más brillante. Resplandeciente. Los creyentes ven renovada la garantía de eternidad de las pinturas que sólo pueden rejuvenecer. El LED disuelve las dudas –señala el error en el que habíamos vivido hasta hoy- y el relato es renovado para el espectador, creyente a ciegas.

¿Qué contiene un museo? Ilusión. No esperanza o expectativa, sino engaño de los sentidos. Un museo es un circo con cientos de pistas, en las que los protagonistas del espectáculo siguen actuando tan brillantes y coloristas como el día en que nacieron para ser admirados por los espectadores. Ofrecen ilusión de inmortalidad, impoluta, sin mácula ni rasguño. Los museos nunca mueren, los museos nunca envejecen. El Louvre, el Hermitage, el Prado levantan escenografías que deben mantenerse en perfecto estado de conservación. Como recién salidas del taller mismo de los pintores.

Pintura Museo del Prado
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