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Santiago Lorenzo: “No entiendo que alguien se compre un libro de follar”
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el escritor y guionista publica 'las ganas'

Santiago Lorenzo: “No entiendo que alguien se compre un libro de follar”

Santiago Lorenzo era guionista hasta que un día le crecieron las acotaciones y no le quedó más remedio que hacerse novelista. Dos novelas después de aquel

Foto: Santiago Lorenzo publica su tercera novela, 'Las ganas', después de 'Los millones' y 'Los huerfanitos'.
Santiago Lorenzo publica su tercera novela, 'Las ganas', después de 'Los millones' y 'Los huerfanitos'.

Santiago Lorenzo era guionista hasta que un día le crecieron las acotaciones y no le quedó más remedio que hacerse novelista. Dos novelas después de aquel día, llega Las ganas (Blackie Books), una sobre la necesidad de eso, de hacerlo, de pasar de lo abstracto a lo concreto, de enterrar la zanahoria, hundir el Titanic, de regar la lechuga, visitar a la piña en el fondo del mar, de sacar el periscopio, de tarari tarari… ya me entienden: las ganas. “Me preocupa muchísimo utilizar la palabra follar para hablar en los medios sobre la novela, así que si me prestas lo de darle, me lo quedo”, explica Santiago Lorenzo (Portugalete, Vizcaya, 1964) al otro lado del teléfono, perdido en su casa de ninguna parte segoviana, lejos de tanto eufemismo y tabú.

El caso es que después de Los millones y Los huerfanitos quería ponerse serio, así que ha escrito una historia sobre un tipo que lleva tres años sin eso. Benito ha heredado una casa de su abuela, aunque la vida no le va nada bien. Sitúese: Madrid, año 2000, estamos a punto de arrancar “el milagro español”, cuando todo el país era millonario y la clase media se nos quedaba pequeña. Todo era confeti y Range Rover, menos en la vida de este tipo, que cree que no pilla porque es feo, aunque el problema está en su incapacidad para comunicarse con el resto de la humanidad (gracias a unos maravillosos padres que le llamaban “el cacas”, y nada de cariñosamente).

Así que las muchas ganas son las que le comen por dentro durante toda la novela, como metáfora de la frustración por no tener lo que todos tienen. Lo que cualquiera tiene, menos él. Ya se imaginan que funciona como contrametáfora del milagro mencionado, este es el relato del desengaño español. Lorenzo rompe con el espejismo con una “novela histórica”, porque el género empieza a funcionar, según explica nuestro autor, justo con diez años de historia.

Morirse de la risa (amarga)

“Sin duda es la comedia más amarga de las tres. En realidad, no quería hacer de ellas historias graciosas”, pero el que escribe es el inconsciente y el de Santiago Lorenzo siempre tira al monte. En este caso, y a pesar de que es pretendidamente “una novela con la que te mueres de la pena”, con el resultado de una novela que te mueres de risa (amarga), el enriquecimiento del vocabulario cañí para hablar de eso es determinante, perdón, desternillante. “Vas por la calle muerto de ganas, había que inventar el término tremedal. Como porlar o mocordo”, explica.

Sin embargo, debajo de tanto camuflaje está el fracaso de la naturalidad frente al sexo. Que tenemos el sexo hecho un tabú sagrado. “Pues sí, la novela la ha escrito un perfecto ateo, con una educación católica muy marcada. Es un asco que ese tabú crezca y que entren en camas ajenas y sin permiso”, cuenta. Por eso Benito es incapaz de confesarse con los demás, por un gigante nubarrón cargado de culpa a punto de descargar.

Uno espera que la gente se ría o vomite, pero que le pase algo, ¡que le salga sarpullido!”, dice. Pero no vale cualquier cosa. “Ponerme a escribir pornografía, con la de porno que hay en internet, me parece de una ingenuidad como para ganarse el cielo. No entiendo que alguien se compre un libro de follar teniendo internet con categorías para todos los gustos. Vamos a diferenciarnos de ellos. Me parecería penoso escribir: “Le agarró las tetas y se las estrujó”, sería penoso ponerlo sobre papel”.

Lorenzo, en su torrente fluido de ideas disparatadas y luminosas, prefiere dedicarse a los sentimientos, “que todavía no hay páginas de sentimientos en internet”. ¿Entonces, es pornografía sentimental? “Eso es. Si escribes cosas que te da vergüenza escribirlas lo has hecho bien, es buena señal”. Por eso siempre le hemos oído decir que escribir una novela se parece más a dirigir una película, que a escribir un guion. Aunque esta novela esté escrita a bocajarro.

Santiago Lorenzo era guionista hasta que un día le crecieron las acotaciones y no le quedó más remedio que hacerse novelista. Dos novelas después de aquel día, llega Las ganas (Blackie Books), una sobre la necesidad de eso, de hacerlo, de pasar de lo abstracto a lo concreto, de enterrar la zanahoria, hundir el Titanic, de regar la lechuga, visitar a la piña en el fondo del mar, de sacar el periscopio, de tarari tarari… ya me entienden: las ganas. “Me preocupa muchísimo utilizar la palabra follar para hablar en los medios sobre la novela, así que si me prestas lo de darle, me lo quedo”, explica Santiago Lorenzo (Portugalete, Vizcaya, 1964) al otro lado del teléfono, perdido en su casa de ninguna parte segoviana, lejos de tanto eufemismo y tabú.

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