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Mark Z. Danielewski: "Escribo cosas difíciles porque no subestimo al lector"
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nuevas ilustraciones para 'la espada de los 50 años'

Mark Z. Danielewski: "Escribo cosas difíciles porque no subestimo al lector"

El autor analiza las claves de su obra, de la literatura y de las ilustraciones que ha dibujado para la reedición de su libro 'La espada de los 50 años'

Foto: El escritor mark z. danielewski (emman montalvan)
El escritor mark z. danielewski (emman montalvan)

Si la novela La casa de hojas puede ser contemplada como una catedral en la obra de Mark Z. Danielewski, tan solemne e intimidadora, La espada de los cincuenta años sería una versión de la misma construida a una escala de casita de muñecas. Si en aquella el escritor jugaba con los espacios en blanco de las páginas para levantar silencios y ecos ante el lector y le obligaba a recorrer el libro como quien recorre pasillos y habitaciones, en esta se vale de ilustraciones artesanales que entran y salen de la lectura sin tu permiso y que transmiten la sensación de que Danielewski no ha escrito sino cosido las palabras al papel con una aguja e hilos de colores, puntada a puntada.

Y si La casa de hojas destila horror según la escuela de Stephen King, obsesivo, sobrenatural y metaliterario, La espada de los cincuenta años puede colocarse junto a Neil Gaiman, Tim Burton y hasta el Disney menos complaciente: la suya es una de esas historias-asombrosas-con-final-inesperado que un adulto le contaría a un grupo de niños antes de mandarlos a la cama con la certeza de que no podrán pegar ojo.

Precisamente el éxito de la traducción al español de La casa de hojas el año pasado, en un esfuerzo conjunto de las editoriales Alpha Decay y Pálido Fuego, es lo que permite ahora recuperar La espada de los cincuenta años, un librito publicado inicialmente en Holanda en 2005 en una edición limitada de sólo mil ejemplares, y que en los últimos meses ha sido revisado y embellecido por el autor para ser lanzado al mercado. Un aperitivo, si quieren, para el festín que el escritor promete a partir del próximo mayo con la publicación del primer volumen su ambiciosa nueva novela, The Familiar.

Y también como en La casa de hojas, en La espada de los cincuenta años hay una historia dentro de otra historia. La primera es la de Chintana, una costurera recién divorciada de su marido a causa de una infidelidad de este que ha sido invitada a la tradicional fiesta de Mose Dettledown, “una chiflada de 112 años que seguía a sus anchas entre las vigas detirioradas de su retiro del este de Texas, entre nogales y ciruelos silvestres mexicanos”. La segunda es la que interpretará un hábil cuentacuentos ante todos los asistentes a la fiesta, en especial ante cinco huérfanos dickensianos (“la suya era la insurrección del abandono", escribe Danielewski) que no podrán apartar los ojos de la misteriosa caja que ha traído consigo.

Historias al amor de la lumbre

A pesar de su tono infantil, La espada de los cincuenta años es puro Danielewski: es atmosférica y oscura, tan visual como experimental –juega con el lenguaje de la misma forma que los niños mezclan y confunden palabras para inventarse nuevos términos, entre otros sugispirando, grietarañazos y chotacabras– y sabe compensar al lector de formas inesperadas y originales. Tiene suficientes elementos como para atrapar a los más pequeños (¿hace falta algo más que la promesa de una espada fabulosa?) pero también a los adultos, que en el fondo son sólo niños grandes que también sangran por las rodillas y que temen la presencia de otro tipo de fantasmas, como la traición y la venganza. ¿Estamos ante un cuento o ante una apropiación de códigos propios de la infancia para hechizar a los mayores?

Un coro de fantasmas

Danielewski usa tinta de colores para diferenciar las voces de los cinco narradores que se cruzan. Lejos de ser un recurso experimental que mancha la lectura, logra transmitir una leyenda viejísima de la misma forma que lo haría un coro de fantasmas, marcando el ritmo a base de repeticiones y dejando frases en el aire para mantener el suspense. Nada diferente a lo que se espera de un viejo poema épico recitado o una obra de teatro. De hecho, desde aquella primera tirada limitada en Holanda en 2005 hasta esta edición comercial mejorada para el resto del mundo, La espada de los cincuenta años no ha permanecido escondida en un cajón sino que ha sido interpretada en varias ocasiones como una lectura pública sobre un escenario en Los Ángeles, en un teatro, por cierto, de la marca Walt Disney.

“Durante tres Halloween seguidos, con un público que en parte llegaba disfrazado, hicimos el show con varios intérpretes, con divertidas interrupciones propias de un vodevil y elementos visuales espeluznantes”, recuerda Danielewski, que fue invitado por el escritor Steve Erickson. Una experiencia fundamental para que se decidiera recuperar la historia original, remendarla con hilo y aguja y ponerla en circulación, “terminarla de una manera que me deja satisfecho como autor”. “Al final hice un descubrimiento crucial que me trajo la idea del hilo: si quería ordenar esas voces para mantenerlas juntas, no podía dejarlas solas sobre el escenario. Yo debía dirigirlas. Con una batuta, de espaldas al público y a través de la lectura, podía literalmente hilar las voces en frases coherentes y una narración alucinante”, cuenta.

“Hay una palabra que ha surgido a partir de lo que hago: signiconic, una combinación de las palabras sign y icon”, dice. Un complejo engranaje que pone a funcionar texto e imagen en nuestra mente y que permite un nuevo tipo de experiencia lectora, según explica el escritor.

Sobre ‘hipsters’, niños y lectores

Cuenta el periodista Víctor Lenore en su ensayo Indies, hipsters y gafapastas (Capitán Swing) que Danielewski representa, junto a otros autores como David Foster Wallace, a un tipo de escritor muy celebrado por la cultura hipster, en la cual “se aprecian especialmente las obras titánicas, obsesivas, experimentales, cargadas de notas a pie de página y escépticas con la condición humana”. ¿No le preocupa a Danielewski escribir un libro que sea inaccesible para parte de sus lectores? “Ya escribí ese libro. Only Revolutions es de lejos el libro más complicado que he escrito y que escribiré en términos de ambición y rigor. Está en el aire que se llegue a publicar en español porque su traducción requiere sin duda un poeta de prodigiosa energía”, bromea.

Lo ideal es que un escritor de literatura infantil consiga enseñar a los más pequeños a convertirse lectores y a estar cómodos con un libro entre las manos, pero Danielewski también cree “que el mundo necesita diferentes tipos de libros. No todos estamos escribiendo para niños de 10 años”. Y completa: “Me guío por un principio sencillo: nunca subestimes al lector. Así que escribo cosas que son difíciles, que requieren conectar pensamientos para analizar y diseccionar los significados de la página. Y en la medida que esto no siempre es tarea fácil, las recompensas van más allá de lo que ningún niño de 10 años pueda obtener. Pero lo mejor de no subestimar al lector es que constantemente me sorprendo de cuántos lectores brillantes, de todas las edades, hay ahí afuera”.

El encargado de la traducción de La espada de los cincuenta años ha sido el escritor Javier Calvo, responsable también de La casa de hojas. Preguntamos a José Luis Amores, editor de Pálido Fuego y principal responsable del desembarco de Danielewski en España, por qué consideran necesario editar y traducir a un autor de estas características. “Para nosotros Danielewski no es más ni mejor que Coover, De La Pava, Vollmann o Wallace. Con él, como con los demás, nos propusimos rellenar determinados huecos escandalosamente vacíos que había en nuestro panorama literario. Algo que las editoriales con fuelle financiero no estaban dispuestas a hacer. Estos escritores han marcado un camino, una guía para aquellos —lectores y creadores— que no quieran simplemente sestear al abrigo de las fórmulas rancias”, contesta.

El caso de Danielewski es “algo especial porque, mediante la imaginería con que recubre sus historias, persigue mantener vivo el libro como objeto —lo que le obliga a maquetar sus propios libros, además de escribirlos— ante la demonización que éste viene sufriendo a manos de abogados de los bits y el ostracismo a que cada vez más se ve sometido por el régimen cultural imperante exclusivamente audiovisual. De ahí que sus obras —siempre en papel— sean una inteligente mezcla de texto e imagen, con una gran carga de narrativa santificada por los cánones comerciales. Puede decirse que, hoy en día, es el rey de la hibridación”.

Si la novela La casa de hojas puede ser contemplada como una catedral en la obra de Mark Z. Danielewski, tan solemne e intimidadora, La espada de los cincuenta años sería una versión de la misma construida a una escala de casita de muñecas. Si en aquella el escritor jugaba con los espacios en blanco de las páginas para levantar silencios y ecos ante el lector y le obligaba a recorrer el libro como quien recorre pasillos y habitaciones, en esta se vale de ilustraciones artesanales que entran y salen de la lectura sin tu permiso y que transmiten la sensación de que Danielewski no ha escrito sino cosido las palabras al papel con una aguja e hilos de colores, puntada a puntada.

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