La burbuja del Thyssen hace Pop
El Museo Thyssen ha vuelto a hacer una de las suyas, aunque nunca hasta ahora fue tan “apabullante visualmente”. Es la definición que el director artístico
El Museo Thyssen ha vuelto a hacer una de las suyas. Aunque nunca hasta ahora fue tan “apabullante visualmente”. Es la definición que el director artístico del museo, Guillermo Solana, ha dado en rueda de prensa al proyecto comisariado por Paloma Alarcó, conservadora jefe de pintura del museo, que ha tratado de simular las claves pop en el diseño del montaje y ha logrado, según el director, “lo más moderno que hemos hecho”.
La modernidad para Solana son cartelas que simulan enormes chapas fluorescentes, que indican cada una de las partes en las que se ha dividido el recorrido por las experiencias del movimiento en Gran Bretaña, EEUU y Europa. En el colmo de la “radicalidad”, una de ellas tiene forma de bocadillo de cómic… También han encargado unas páginas con viñetas sobre la exposición al dibujante Miguel Ángel Martín.
El envoltorio, la especialidad de la casa, es Pop, pero desnaturalizado, semidesnatado y prefabricado. Ni siquiera el Pop es capaz de soportar una imagen tan comercial. ¿Y el contenido? Veamos, escribe Solana, en el catálogo que la exposición Mitos del pop (hasta el 14 de septiembre), que “partidarios y detractores vieron en el arte pop la profecía de la muerte del arte, con Warhol en el papel de verdugo”.
Para el director artístico del museo, la muestra “nos revela que esa supuesta “muerte” [del arte] fue en realidad una transformación para sobrevivir”. Basta con visitar la página de la TATE para leer, en la descripción que hace del arte pop, que no hacía falta revelar nada que ya está, no sólo revelado, sino superado. “Puede ser considerado como una de las primeras manifestaciones de la posmodernidad”, se lee en la web de la institución británica. La “revelación” lleva años revelada.
Mitos del pop es la culminación de un proyecto museográfico, que se repite con cada nueva exposición y que insiste en la banalización del conocimiento, hasta convertirlo en contenido, y en el menosprecio del público. Las claves de la burbuja Thyssen son las siguientes:
UNO / LA CORTINA DE HUMO
Uno de los elementos de venta de la exposición es que más de la mitad del centenar de obras traídas al museo (de las que 58 están aseguradas con el aval del Estado por valor de 267.266.839 euros) no se han visto nunca en España. Es evidente que este dato no garantiza la calidad de las pinturas inéditas. Otro gancho es el número de ellas de los grandes nombres que se han reunido: de Andy Warhol, 24. De Roy Lichtenstein, 10. Esto tampoco garantiza que todas sean de primera fila, porque de hecho, casi la mitad de las obras de Warhol son posteriores a los sesenta, la época dorada del movimiento.
Más: “Es la primera exposición Pop en España en los últimos 22 años”. Ni aunque fuera verdad, esta excusa prueba que el recorrido por una parte esencial de la historia del arte sea el mejor. De hecho, en 1999 pudimos ver Spain is different, en el Museo de la Ciudad de Valencia; en 2004 a Roy Lichtenstein en el Museo Reina Sofía; El pop art en la colección del IVAM, con William Jeffet de comisario, en 2007; Roy Lichtenstein, en Juan March, en 2007; Arte pop americano, en el Museo Guggenheim, en 2000… entre tantas otras.
DOS / EL ÁLBUM DE CROMOS
Desde los años cincuenta… ¿hasta finales de los noventa? El arco cronológico está forzado por encima de las posibilidades del arte pop, para demostrar lo que ya hemos visto: que el Pop siguen entre nosotros. Además, la cantidad de obra seleccionada es troceada por géneros pictóricos. Es difícil pensar en algo más antipop. Las ocho partes en las que la comisaria ha dividido el paseo son Collage, publicidad, cómic; Emblemas; Mitos; Retratos; Paisajes, interiores, naturalezas muertas; Erotismo urbano; Pintura de historia; y Arte sobre arte.
La división por géneros de algo que nunca entendió de géneros provoca monstruos. Por ejemplo, la comparación del Mickey Mouse doble (1981) de Andy Warhol, hecho con polvo de diamante, con el linóleo América, América (1965) de Equipo Crónica. Como escribió el especialista Marko Daniel, el pop español huele a política y el estadounidense es “sexy”, “divertido” y “glamuroso”. Los artistas españoles aprovecharon lo que creían que podía ser su potencial crítico a aquellos asuntos que más les importaban: la injusticia política y social. Una comparación incompatible.
Las dos primeras partes son abrumadoras, con la mejor obra de la muestra concentrada en dos salas, sobre todo, Look Mickey (1961) de Roy Lichtenstein (de la National Gallery of Art de Washington) y varios Andy Warhol: S&H sellos verdes (1962), Close Cover before Striking (1962) y Lata grande de sopa Campbell’s rasgada (1962).
Ausencias notables: entre los collage de Paolozzi no está el que utiliza por primera vez la palabra “pop”, de 1947 (I Was a Rich Man’s Plaything). Echamos en falta en la acumulación de obra de Claes Oldenburg y Patrick Caulfield. Mitos del Pop es una sucesión de bonitas y coloridas estampas sin referencias, como caídas del cielo directamente sobre la pared. Volvamos a la definición de la TATE: “Arte Pop es el nombre dad al arte hecho en EEUU y Gran Bretaña, entre mediados de los cincuenta y los sesenta, que se inspiró en la cultura popular”.
Destaca las fuentes utilizadas por los artistas de esta “rebelión contra la ortodoxia imperante”, como la publicidad, el cine, la música y los cómics. Bien, no hay ni rastro de ellas. Ni una carátula de disco, ni un solo ejemplar de Flash, Tricky Cad, Dick Tracy, ni siquiera el Good Mornin, Darling de Andy Warhol o el As I Opened Fire, de Roy Lichtenstein. Nada. Al parecer, el Pop hizo pop y apareció por generación espontánea. Sin documentos, un álbum de cromos.
TRES / LA HISTORIA FORZADA
Hemos visto cómo el Museo Thyssen fuerza los titulares de las temporales hasta límites insospechados, pero en esta ocasión logra lo inverosímil gracias a la categorización que ha inventado: tres secciones diferentes terminan siendo la misma (Emblemas, Mitos y Retratos). En el último tramo la desorientación es mayúscula al entrar en el espacio “Erotismo urbano”. Del rural no tenemos noticias. Al parecer el óleo de Gerhard Richter en el que aparece Terese Andeszka, su marido y su hijo, fuera de foco en la playa es algo erotísimo y urbano.
Pero el colmo de la muestra es el siguiente apartado: Pintura de Historia. La mezcla de esta sala es explosiva. El Paseo lunar (1987) de Warhol cuelga junto a El abrazo (1976) de Juan Genovés (rescatado del ostracismo de los sótanos del Museo Reina Sofía). La naturaleza política es la clara diferencia del modelo español con los modelos anglosajones, pero ninguno de ellos es de naturaleza “histórica”. Ahí están también ejemplos de Equipo Realidad y Equipo Crónica, además de Eduardo Arroyo.
El director artístico del Museo Thyssen aseguraba en la presentación a los medios que “Alarcó ha dado al Pop europeo un estatus de tú a tú con el americano”, porque “con nuestro Pop, los españoles sentimos complejos, pensamos que están en otra división”. Y que en el diálogo “no se han forzado nada las cosas”. Como explica el especialista Marko Daniel, en el catálogo de Spain is different (1999), “ni Mickey Mouse ni la Coca-Cola tenían el mismo significado para un español que para un americano”. Una imagen suficientemente pop allí, aquí era otra cosa. Tampoco eran complejos.
El Museo Thyssen ha vuelto a hacer una de las suyas. Aunque nunca hasta ahora fue tan “apabullante visualmente”. Es la definición que el director artístico del museo, Guillermo Solana, ha dado en rueda de prensa al proyecto comisariado por Paloma Alarcó, conservadora jefe de pintura del museo, que ha tratado de simular las claves pop en el diseño del montaje y ha logrado, según el director, “lo más moderno que hemos hecho”.