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¿El arte peca o pica con unos ‘Doritos’?
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una caja de los aperitivos en el museo

¿El arte peca o pica con unos ‘Doritos’?

Sabor a chili y arte picante concentrado en una caja de cartón rojo chillón. El envase de Doritos está depositado en una de las salas más

Foto: La caja del artista Henrik Olesen, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 'Sr. Cuchillo y a la Sra. Tenedor' (2009).
La caja del artista Henrik Olesen, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 'Sr. Cuchillo y a la Sra. Tenedor' (2009).

Sabor a chili y arte picante concentrado en una caja de cartón rojo chillón. El envase de Doritos está depositado en una de las salas más pequeñas de la exposición Formas biográficas. Construcción y mitología individual, que se muestra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Dentro hay un bote de Nutella, un cuchillo de plástico y un tenedor de metal. Es una obra de arte, creación del artista danés Henrik Olesen, titulada El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía presenta al Sr. Cuchillo y a la Sra. Tenedor(2009). Forma parte del retrato que hace Olesen de su familia, en la serie Sr. Cuchillo y Sra. Tenedor.

“La pobreza de los elementos de Olesen es ineluctable, sin remisión: en ellos no hay calor posible. La vida se sitúa en un ángulo muerto. La genealogía artística choca con la irrisión de los lazos familiares”, escribe en el catálogo Jean-François Chevrier, responsable de la reunión colectiva de más de sesenta artistas.

“Los personajes de Olesen son antisimulacros genealógicos, en los antípodas del parecido fotográfico. Pero hacen signo, e inducen una extensión virtual casi infinita del símbolo plástico sexualizado a partir de la bipolaridad masculino/femenino de la pareja parental”, añade la explicación. Para el MOMA de Nueva York, el trabajo de artista “investiga las estructuras de poder y los sistemas de conocimiento para revelar las lógicas y las reglas inherentes de la normalización social y política”.

En 1996, el sociólogo y filósofoJean Baudrillardlanzó una soflama incendiaria contra el arte contemporáneo que trataba de aprovecharse de información privilegiada para acomplejar al resto de la comunidad, contra el intento espurio de imponer al resto el gusto y la moral con una retórica difusa y enredada.El complot del artefue como tituló aquella reflexión, publicada en el periódicoLibération.

placeholder Cajas de detergente Brillo, de Andy Warhol.

Se quejaba entonces de que parte del arte actual contribuye a la disuasión, a la desilusión, a la revancha y a la parodia. Sentenció que el arte moderno, todo el arte moderno, es abstracto porque ha sido tomado por la idea y abandonado por la imaginación. Para Baudrillard, Andy Warhol, “el último artista que produjo arte con sustancia”, abrió la crisis interminable del arte.

Del supermercado al museo

De hecho, la caja de aperitivos Doritos recuerda a las famosas cajas de detergente Brillo. Entonces, en 1964, el artista norteamericano volvió a desatar uno de los fenómenos más radicales del arte contemporáneo, al introducir elementos extraños a la esfera artística: la confusión entre arte y realidad y los problemas con la identificación de las manifestaciones artísticas. ¿Qué es arte? Marcel Duchamp fue el primeo en hacer saltar por los aires la respuesta a esta pregunta con Fuente (1917), gracias a los ready-mades.

Si Warhol pretendía reivindicar la cotidianeidad en el arte, Duchamp quería producir un efecto desconcertante. Hoy, el desconcierto ha sido expulsado de los museos. Los visitantes de la exposición del Museo Reina Sofía llegan a la sala, miran el resto de piezas de Olesen –unos palos, más familia- con normalidad. La extrañeza ha dejado de ser material de museo. Ni sorpresa, ni atracción, ni rubor. Llegan, miran y salen. Siguen.

“No hay ningún límite en lo que pueda ser arte, siempre que la institución lo asuma”, explica Miguel Ángel Hernández, autor de la novela Intento de escapada (Anagrama), sobre las renuncias del artista a sus ideales ante la capacidad corruptora del dinero. Para el escritor e historiador del arte, la caja de Doritos está legitimada como obra, porque pertenece a una tradición junto con Duchamp, Warhol y Jeff Koons.

Hernández explica que con la mirada no basta. Hay preguntas que la visión no responde, como quién lo ha hecho, qué es lo que pretendía, etc. Preguntas para descubrir la esencia de la obra. “Pero, ¿quién se ha preocupado por enseñarnos a preguntarle a una obra de arte? Es como si eligiésemos un libro por su lomo. Sólo vemos lo que nos entra por los ojos, pero el conocimiento va más allá de la visión”, asegura. Sin haber pasado aún por las salas del museo, vincula la caja de cartón al arte que trabaja con lo precario y lo mínimo, un “minimalismo cutre”. Una creencia en el arte como resistencia a la pompa de los grandes fastos y recursos en los que caen algunos artistas.

“El sistema es el que determina lo que es y no es arte”, explica Iván de la Nuez, autor de El comunista manifiesto (Galaxia Gutenberg) y Fantasía roja. Los intelectuales de izquierdas y la revolución cubana(Debate). “Eso no quiere decir que cualquier cosa sea aceptable”. Y explica que la creación se ha convertido en tradición, en la que puedes seguir la línea de Duchamp o Warhol y no plantearte más. Si ese fuera el caso, reconoce, que “una caja de Doritos se convertiría en un amaneramiento del urinario o de las cajas de detergente”. “Copiar formalmente una obra no es Vanguardia, sino amanerar las Vanguardias”, dice.

De la Nuez explica que el debate sobre los límites del arte no es interesante plantearlo desde el objeto, “porque el objeto puede crearlo cualquiera”. Y el problema es que hoy hay más oferta que demanda. “El arte vive una crisis de sobreabundancia, no de carencia”. Bienvenidos a la burbuja artística.

Ni la política ni el arte deberían ser unidireccionales

¿Existe un método que al pasar el algodón un objeto demuestre ser obra de arte? Miguel Ángel Hernández propone la guía de los tres criterios: el primero, el de la coherencia, aclara cuales son los objetivos de esa obra y cómo los consigue. Es la coherencia entre la potencia y el acto. Otro criterio es el de la pertinencia, que la obra no esté fuera de su tiempo. “Que no incurra en un anacronismo inconsciente y que lo que dice esa caja de Doritos nos importe y esté comprometida con su tiempo”, cuenta. Por último, la obra de arte debe formar parte de la tradición en la que se inserta, pero que demuestre un avance.

Al artista Daniel Andújar le gusta hablar de participante, más que de visitante de museos. Quiere ver a un visitante activo, que participe en la obra. Por eso destaca la capacidad de debate del arte. “Es lo más enriquecedor. Ni la política ni el arte deberían ser unidireccionales”, asegura. Para debatir deben darse las condiciones de libertad. “Nada es infalible, todo es opinable, todo se discute, todo se debate. Por eso Manuel Borja-Villel [director del Museo Reina Sofía] reivindica la existencia de muchas otras historias distintas a la oficial”. Ese es el debate –entre los múltiples agentes que intervienen en la vida de una obra- que cuestiona o confirma la definición del arte.

Precisamente, sobre la “libertad subjetiva” Antoni Tàpies dejó por escrito que era una condición que, aun siendo un logro individual, va mucho más allá de la esfera privada para “afectar a las más altas concepciones del espacio público”. El genio catalán pedía indulgencia para las actitudes y acciones poco corrientes del arte, porque el temperamento de los artistas es uno de “los esfuerzos honestos que se hacen en la sociedad para estimular a los ciudadanos a obtener el conocimiento más profundo posible sobre la realidad”. No sabemos qué pensaría Tàpies del calcetín que Olesen colocó -como parte de la instalación- debajo de las escaleras de la galería alemana en la que presentó su caja de Doritos.

El arte se entretiene con unos Doritos

Es posible que Féliz de Azúa sea el filósofo menos complaciente con el arte contemporáneo. “Si tuviera que resumirlo muchísimo diría que el arte contemporáneo es un gigantesco montaje industrial, que hace que el arte no tenga nada que ver con el arte”, resume a este periódico. Para Azúa la definición de arte depende de la inversión internacional y un entramado de museos y galerías, pero también bancos, financieras, “contrabandistas y gente que sabe que es muy fácil pasar de un país a otro millones de dólares”. “Los únicos que compran arte ahora son jeques árabes y mafiosos”.

Los únicos que compran arte ahora son jeques árabes y mafiosos

Resumiendo su parecer: “Hoy no hay nada parecido al arte. Dejó de existir en los sesenta, con los happenings, las performances… aquello fue un ataque contra la línea de flotación del arte. Lo derribaron y desde entonces no han levantado cabeza”.

En la misma frecuencia emite el crítico y teórico Donald Kuspit, que escribió que el arte ha sido envenenado por el valor comercial y su tratamiento como entretenimiento de alto nivel. En El fin del arte (Akal), explicaba que tampoco ha ayudado a la supervivencia del arte “la creencia de que, para ser artista todo lo que uno tiene que hacer es tener un concepto” y ese es el motivo por el que “tantas personas se tienen a sí mismas por artistas, pues, todo el mundo, al fin y al cabo, tiene un concepto favorito.

¿Por qué tenemos problemas en reconocer una caja de Doritos como obra de arte y no en unas manchas de aceite con pigmentos de color sobre un lienzo? “La pintura también tiene una codificación”, afirma el crítico Óscar Alonso Molina, que se encuentra lejos de los apocalípticos del arte contemporáneo. La percepción se basa en límites levantados por las convenciones, por lo que no pueden determinar lo que es y no es arte.

En este sentido, lo único que puede hacer el museo es comportarse como un sismógrafo de lo que ocurre fuera de sus paredes, dando testimonio más que legitimación. “El museo debe contar un mundo complejo, con toda su complejidad”, explica Molina. “Por eso los museos hacen muy bien al hablar de públicos y no de público, porque la pluralidad de la perspectiva que debe ofrecer un museo de arte contemporáneo, debe reflejar los intereses y gustos múltiples de la sociedad”. El debate continua.

Sabor a chili y arte picante concentrado en una caja de cartón rojo chillón. El envase de Doritos está depositado en una de las salas más pequeñas de la exposición Formas biográficas. Construcción y mitología individual, que se muestra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Dentro hay un bote de Nutella, un cuchillo de plástico y un tenedor de metal. Es una obra de arte, creación del artista danés Henrik Olesen, titulada El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía presenta al Sr. Cuchillo y a la Sra. Tenedor(2009). Forma parte del retrato que hace Olesen de su familia, en la serie Sr. Cuchillo y Sra. Tenedor.

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