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Instrucciones para ser mujer y feminista
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Instrucciones para ser mujer y feminista

Si echamos un vistazo a las mesas de novedades, nos vamos a encontrar con una buena porción de libros escritos por mujeres que, de un modo

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Instrucciones para ser mujer y feminista

Si echamos un vistazo a las mesas de novedades, nos vamos a encontrar con una buena porción de libros escritos por mujeres que, de un modo u otro, se ajustan al molde de los géneros autobiográficos: cartas, memorias, textos periodísticos que explotan la experiencia personal, autobiografías literales –si es que eso existe realmente- y novelas basadas en un anecdotario de vida más o menos reconocible. 

Delante de mis narices tengo ahora mismo: En el piso de abajo. Memorias de una cocinera inglesa de los años 20 de Margaret Powell, un texto publicado por Alba que saca partido de la fascinación clasista suscitada por series como Arriba y abajo o Downton Abbey; Una autobiografía de Assata Shakur, militante de los Panteras Negras y “la mujer más buscada de América”, con prólogo de Ángela Davis, en Capitán Swing; y la novela de la escritora mallorquina Llucia Ramis, Todo lo que una tarde murió con las bicicletas, prologada por el también escritor mallorquín José Carlos Llop, en Libros de Asteroide.

Tal vez, esta eclosión de voces de mujeres en primera persona –una eclosión que viene de lejos- se vincule con el interés por dar y por oír una versión complementaria o decididamente opuesta a la historia oficial. El relato hegemónico se matiza con la irrupción de otras miradas y la construcción literaria de la identidad se transforma en una reflexión de mujeres diferentes en torno al tema del género, el cuerpo y el lenguaje. Porque pensar el lenguaje, desde los libros que escribimos, con los libros que escribimos, por los libros que escribimos, es una manera de pensarnos a nosotras mismas.

Una vida subterránea

Ese es el título de los diarios que Laura Freixas escribe entre 1991 y 1994. Los publica Errata Naturae. Quizá es que la vida de los diarios siempre es subterránea o quizá las ideas de secreto y de diario son siempre una contradictorias, en la medida en que la escritura es un medio de fijación de lo evanescente: tal vez quien escribe siempre lo hace movido por el impulso de comprenderse –un impulso que como en el caso de Laura Freixas funde el género del diario, la escritura confesional y el psicoanálisis-, pero quizá también con el deseo de ser encontrado, leído, comprendido por el otro. Hablo de la síntesis entre conocimiento y comunicación que, para mí, está en la base de los mejores textos de la literatura.

Al hilo de esta hipótesis, solo se me ocurre un reproche para la autora de Una vida subterránea: Freixas escribe sobre sus lecturas y hace juicios de valor sobre Galdós, Flaubert o Madame La Fayatte, cuya inquietante y modernísima Princesa de Clèves fue reeditada hace unos años por Nórdica… 

A veces comparto su punto de vista y a veces no –ella aclara en el prólogo que ahora disiente de alguna de sus antiguas opiniones, lo cual me parece una prueba de salud intelectual-; sin embargo, me sorprende su comentario levemente despreciativo hacia La conciencia de Zeno de Italo Svevo que, para mí, es una de las cumbres de la narrativa europea del siglo XX: una cumbre que utiliza los géneros autobiográficos y el psicoanálisis como recursos retóricos para el desarrollo de la ficción y la construcción de una novela.

Los diarios de Laura Freixas son una obra importante que no debería pasarse por alto. La escritora describe las modas literarias del tiempo que retrata, de aquella modalidad paleta y excluyente de cosmopolitismo, que marcó la literatura española posterior a la muerte del dictador. Freixas habla de premios y vanidades, y aborda con una valentía fuera de lo común la relación que existe entre el texto y el contexto, entre la imposible –y probablemente indeseada- “pureza” de una vocación o proyecto literario y el entorno en el que el texto se concibe. 

Pocas veces he leído páginas donde, de manera tan desnuda, se hable de la pulsión por el reconocimiento; de las envidias; del desamparo, sobredimensionado y metafísico, de una escritora a quien rechazan una novela. Freixas desgrana con exhaustividad y exactitud esa mezcla de tristeza, desgana, fracaso, pérdida de interés y de vitalidad, rabia, desánimo y “dolorosísima sensación de haber sido excluida del clan de los buenos”…

Además de los pensamientos en torno a la cuestión literaria, además del dibujo de época, Una vida subterránea plantea esa especie de duda metódica, esa incertidumbre a veces revestida de seguridad aplastante, sobre la que se asienta la reflexión vital de una mujer que, sabiéndose única, también se sabe dentro de un género situado en desventaja en el ámbito público en general y en el literario en particular. Por eso, resultan tan lúcidas y pertinentes las observaciones sobre el dinero, la urgencia de ganarlo y la alegría de poderlo gastar para no caer en un “puritanismo laico” que a Freixas le parece deleznable.

El deseo de ser madre, la perversa correlación sustitutiva –para mí, tramposa- entre maternidad y escritura, la pareja, el matrimonio, el arraigo y el hogar, la posibilidad de disfrutar del espacio doméstico, las amistades, la reticencia de las mujeres frente a otras mujeres, las contradicciones, el trabajo, la escritura y el deseo de “ser escritora”, los momentos de satisfacción y sobre todo los de cansancio e inseguridad en el proceso de escribir, una visión no idílica de la escritura, son objeto de comentario por parte de una voz de mujer que a veces despierta simpatía, mientras que otras se aleja de los lectores al mostrar un lado mezquino, incluso clasista, que nos afea a casi todos aunque no estemos dispuestos a reconocerlo. 

A Laura Freixas no le importa no salir favorecida en su diario. O tal vez es que no adoptar una pose tras otra es el único modo de no engañarse a una misma a la vez que te retratas para los demás con cierta verosimilitud.

Un libro intrépido, escrito con transparencia, que habla de la mujer y las mujeres, pero también de un momento de la historia de este país que se proyectó en nuestra manera de concebir la realidad y sus ficciones. Un momento del que aún no nos hemos recuperado.     

Cómo ser mujer

Caitlin Moran pertenece a una familia donde las mujeres son propensas a la cistitis y escribe un libro que renuncia ABSOLUTAMENTE a la sutileza, pero DE NINGUNA MANERA a la agudeza. Escribe un libro con letras mayúsculas y entre exclamaciones donde nos invita a todas y a todos a ser feministas EXALTADOS. No feministas modosos. La exaltación se justifica por el signo de unos tiempos en los que el machismo es una de esas facetas de la “ideología invisible” –el concepto es del filósofo esloveno Zizek- que asumimos sin creer que estamos asumiendo nada. 

El feminismo de Moran, imprescindible en la sociedad actual, no es pacato ni cristaliza en el uso de un lenguaje políticamente correcto. Moran, obsesionada con nombrar el cuerpo de las mujeres –tetas, pechos, culo, coño, chochito, vagina…- y muy fan de Lady Gaga, utiliza un lenguaje que, como uno de los modelos de la cantante, es un montón de filetes crudos. También Zizek se confiesa fan de Stefani Joanne Angelina Germanotta.

A través de un hilo supuestamente autobiográfico donde se van ensartando excentricidades y lugares comunes en la vida de la mujer, esta columnista y crítica de televisión en The Times mete el dedo en el ojo a los lectores. Al mismo tiempo, provoca carcajadas al contradecir algunos de los lugares comunes del feminismo sin dejar de ser feminista. NI MUCHÍSIMO MENOS. Frente al tópico de la mujer valiosa pero invisibilizada por una cultura patriarcal y falócrata, escribe Mrs. Moran: “las mujeres lo han hecho de puta pena durante los últimos cien mil años”. Sin gota de autocompasión ni lametones de las heridas supurantes.

La escritora también arremete contra la idea de que no se puede ser feminista y tener, al mismo tiempo, señora de la limpieza. Caitlin Moran concibe el feminismo desde una perspectiva autocrítica que yo comparto.  

A través de un filtro que no es irónico sino profundamente cómico, la autora habla de temas tan intrascendentes y serios, tan frívolos y fundamentales como: la depilación brasileña, los pubis arcangélicos y lo que ella denomina el IVA del coño; el papel de las revistas femeninas en la vida de mujeres torturadas que nunca están a la altura; la necesidad de un bolso de inversión y de un buen fondo de armario sin el cual una mujer no puede preciarse de serlo; los tópicos sobre la maternidad y lo que se aprende de ella –Moran sugiere que es más instructivo cursar estudios superiores-; la espuria diferenciación entre abortos buenos y abortos malos: las mujeres que deciden practicarse un aborto malo son unas auténticas brujas a ojos de una sociedad que enarbola cínicamente la bandera de que “la vida es sagrada” –Moran se pregunta si es VERDADERAMENTE “sagrada”-; el coqueteo y la sexualización “involuntaria” de las chicas; la vocación de musa y el enamoramiento como un empeño obcecado en enamorarse…

Anagrama ha publicado Cómo ser mujer. Si no leen este libro, es muy posible que se arrepientan de haber renunciado a vivir una experiencia iconoclasta mucho más enriquecedora e hilarante que escuchar diez veces seguidas Bad Romance, Alejandro y Telephone. En el orden que ustedes prefieran y a distintas revoluciones.  

Si echamos un vistazo a las mesas de novedades, nos vamos a encontrar con una buena porción de libros escritos por mujeres que, de un modo u otro, se ajustan al molde de los géneros autobiográficos: cartas, memorias, textos periodísticos que explotan la experiencia personal, autobiografías literales –si es que eso existe realmente- y novelas basadas en un anecdotario de vida más o menos reconocible.