Es noticia
Los alpinistas y la princesa guisante
  1. Cultura
LECTURAS RECOMENDADAS

Los alpinistas y la princesa guisante

El deporte es una de las grandes metáforas de las narraciones. Ya sea en la narración literaria o en la cinematográfica o en ese punto donde una y otra se funden:

El deporte es una de las grandes metáforas de las narraciones. Ya sea en la narración literaria o en la cinematográfica o en ese punto donde una y otra se funden: el boxeo y las carreras de caballos, Atraco perfecto, aquellas pelis brutales protagonizadas por John Garfield o Robert Ryan; la corrupción que rodea el mundo de las apuestas; el deporte como redención y superación en la serie de Rocky o, desde una perspectiva mucho más triste, en Million dolar baby; el deporte como superación de los límites culturales y de género, el golpe contra el tabú, en Quiero ser David Beckham; el vértigo de la competición y de la intriga en 24 horas en Le Mans o el misterio y el peligro del alpinismo en Licencia para matar, esa película en la que en cuanto aparece George Kennedy ya nos olemos lo que va a suceder

Los ejemplos de películas ambientadas en un contexto deportivo –béisbol, rugby, fútbol, submarinismo…- son incontables, porqueel deporte es un campo semántico en el que rebosan esas grandes palabrasque pueden interpretarse desde su acepción positiva o negativa: el miedo que puede ser sana precaución o parálisis neurótica; el valor como temeridad o intrepidez;el orgullo como dignidad o vano encastillamiento, soberbia.

En la experiencia íntima del deporte el ser humano saca lo mejor y lo peor de sí mismo: la competitividad, el espíritu de sacrificio y de superación, el culto al cuerpo, la solidaridad, el individualismo y el trabajo en equipo son conceptos bifrontes de los que cine y literatura tenían que sacar partido a la fuerza.

De El jardín de los Finzi Contini a Pelotas

En las letras, el deporte se ha abordado algunas veces desde su ángulo épico: el tatatachán, el patrioterismo, el yes we can del deporte, la chulería como signo de identidad u orgullo nacionales, la evasión o la victoria han sido objeto de la mixtificación cultural. Este tipo de acercamiento es la mayoría de las veces un arma ideológica demasiado chusca. Otras, el deporte ha sido un fondo decorativo que expresa la clase social de los personajes: más allá de que en El jardín de los Finzi Contini de Giorgio Bassani los peloteos sean un modo metafórico del sexo, las pistas de tenis sí constituyen un signo inconfundible de estatus social.

Como en La musa metafísica del pintor futurista Carlo Carrà. En el polo no exactamente opuesto –pero casi- una serie televisiva como Pelotas (Corbacho y Cruz) conseguía convertir el club de fútbol de un barrio periférico, su cantina, en la expresión de las ilusiones y las realidades de una clase media cada vez más acosada por la situación económica. Por último, el deporte se utiliza como estrategia de desclasamiento en La soledad de corredor de fondo de Alan Sillitoe (Impedimenta).

El deporte también ha servido para construir la rugosidad psicológica de la voz interior de un personaje. En La media distancia de Alejandro Gándara el ritmo de la carrera marca el ritmo del pensamiento y de la voz que va liberándolo. Por su parte, Ignacio Martínez de Pisón en El fin de los buenos tiempos (Compactos Anagrama) escribe una novela breve estremecedora: creo recordar que gira en torno al jugador de un equipo de fútbol y a la complicada relación con su madre. Ausencia en la familia, daño, resentimiento, maleficio. Pero, tal vez, el escritor español que más haya acudido a la retórica deportiva en sus relatos sea David Torres que en 1999 escribe la novela Nanga Parbat (Desnivel) y, años después, crea al púgil retirado, Roberto Esteban, protagonista de El gran silencio (Destino) y Niños de tiza (Algaida): el primer título fue finalista del premio Nadal y el segundo mereció los premios Tigre Juan y Hammett.

La lírica y el deporte no siempre han ido de la mano. Aunque ahora me vengan a la mente algunos de los versos de José Antonio González Iglesias. Seguro que hay muchos más. El patinaje artístico, como disciplina deportiva llevada a la literatura, podría dar lugar a metáforas muy, pero que muy líricas. Lo hemos visto en películas para la televisión tipo estrenos-tv.

Una de alpinistas y otra de casi senderistas

En Un amigo así, Martín Casariego (Planeta) indaga sobre oscuras acepciones de la amistad que siempre acaban mostrando un reverso luminoso: José y Lucas son dos apasionados del alpinismo que comparten una escalada hacia la cumbre del Mont Blanc. Me acerco a esta novela con toda la antipatía que me provoca esa capacidad de sacrificio de los alpinistas cuyo significado ni siquiera ellos podrían explicar. Esa abnegación. Ese riesgo estéril. El amor y la muerte se fusionan en el espacio mítico del Mont Blanc como representación geométrica de un triángulo.

La connotación homosexual latente en las historias entre amigos del mismo sexo se ilustra en la novela con la definición de amistad de Aristóteles en la Ética a Nicómaco: la amistad es una variedad del amor. También las ideas de la cumbre, la ascensión, el clímax, el esfuerzo de la escalada se presentan como correlatos de la amistad. Incluso de la propia escritura: en esa metáfora donde el peligro, la esperanza y el miedo se generan simultáneamente es donde radica para mí el aspecto más interesante de esta novela: en esas sensaciones idénticas que, según Horace Bénédict de Saussure, fundador del alpinismo, se dan tanto en la escalada como en el adulterio.

La escalada, igual que la escritura, igual que ciertas formas del amor, es un antídoto contra la molicie. Tal vez una huida egoísta. Aunque “nos pasamos la vida leyendo, y casi nunca llegamos a entender nada”. En su posibilidad de ser interpretada metaliterariamente, en su tratamiento del paisaje y en su interés por describir los triángulos de familias desestructuradas -o no-, Un amigo así establece un diálogo con otra excelente novela publicada en 2012, Lo que no está escrito de Rafael Reig (Tusquets), que acaba de ser galardonada con el I premio Pata negra del Congreso de cine y literatura negra de la Universidad de Salamanca.

Montañas rusas

La promiscuidad sexual de Lucas contrasta con la felicidad conyugal, con la paternidad responsable de José. Su vivencia de las relaciones de pareja constituye su elemento diferencial desde unas primeras páginas donde se les describe a partir de cuatro fotografías clave en sus vidas. Sexualidad, celos, la labilidad del límite que separa la amistad del amor son el palimpsesto de un texto donde la naturaleza se dibuja en sus versiones de sublimidad tempestuosa, pero también en esa otra dimensión que convierte cada grieta del paisaje, cada cueva y vericueto en un depósito metafórico del secreto de la vida y de su secreta corrosión.

Como en los correlatos objetivos de Cumbres borrascosas, como en San Manuel Bueno Mártir y como en muchas de las estampas donde se refleja esa obsesión noventayochista por relacionar el temperamento del ser humano y su hábitat: la austeridad de la tierra seca de Castilla imprime carácter a sus moradores. Los tiempos simultáneos de esta novela, sus secretos, se solapan en contraplano cubista. Como poliedros filosos de la montaña.

La emoción del lector llega a convertirse en algo físico: destaca el efecto de tensión que Martín Casariego logra a través de la estrategia de anticipar informaciones que actúan como gancho de lectura y, sobre todo, a través de la construcción de una misteriosa voz narrativa que habla desde el resentimiento y cuya identidad no llegaremos a conocer hasta el último capítulo.

Leyendo esta novela pasarán uno de esos “buenos malos ratos” que tan felices nos hacen. Como las películas de terror o las montañas rusas.

Donde el silencio

La relación entre el paisaje y las personas es algo que de algún modo también me ha sugerido la lectura de un estupendo libro de viajes,Donde el silencio(Imagine ediciones), deLuisgé Martín: la obra acaba de obtener el premio Llanes de literatura de viajes y al terminar de leerlo uno agradece que para construir el silencio hagan faltan tantas palabras. Y tan precisas como las que el escritor utiliza en una de sus aproximaciones literarias más íntimas.

Tal vez es que los libros de viaje, como género literario, se deslizan casi siempre hacia lo confesional, porque en el viaje nos medimos a nosotros mismos en el contacto con lo que nos es ajeno. Como si al alienarnos nos ensimismáramos. Y viceversa. Como en Todos los caminos están abiertos de Anne Marie Schwarzenbach.

Los lugares que el autor recorre – Los Ancares, alguna aldea de Asturias, un pueblo ocupado en Navarra, un pueblo de Segovia, etc…- son el pretexto para un ejercicio lírico e introspectivo que, desde la reflexión melancólica del yo, está hablando de todos nosotros: de nuestra remota posibilidad de alcanzar la felicidad; de si la felicidad se encuentra o no en el silencio y en la huida del mundanal ruido; de si las condiciones materiales propician el advenimiento de la felicidad –ahora me acuerdo de La felicidad no da el dinero un libro de Germán Sierra publicado en Debate …-; de la falsedad de ciertas alabanzas de aldea o de si en el primer mundo todos acabamos siendo clones abaratados de aquella princesa que, en el cuento de Hans Christian Andersen, detectaba un guisante por debajo de las plumas de diez colchones…

El deporte es una de las grandes metáforas de las narraciones. Ya sea en la narración literaria o en la cinematográfica o en ese punto donde una y otra se funden: el boxeo y las carreras de caballos, Atraco perfecto, aquellas pelis brutales protagonizadas por John Garfield o Robert Ryan; la corrupción que rodea el mundo de las apuestas; el deporte como redención y superación en la serie de Rocky o, desde una perspectiva mucho más triste, en Million dolar baby; el deporte como superación de los límites culturales y de género, el golpe contra el tabú, en Quiero ser David Beckham; el vértigo de la competición y de la intriga en 24 horas en Le Mans o el misterio y el peligro del alpinismo en Licencia para matar, esa película en la que en cuanto aparece George Kennedy ya nos olemos lo que va a suceder