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El Cortijo andaluz, treinta años de subvenciones, enchufismo y despilfarro
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EL LIBRO DE AGUSTÍN RIVERA DISECCIONA LA CORRUPCIÓN EN ANDALUCÍA

El Cortijo andaluz, treinta años de subvenciones, enchufismo y despilfarro

El periodista Agustín Rivera, delegado de El Confidencial en Andalucía desde enero de 2009, disecciona en El Cortijo andaluz* los últimos casos de corrupción que han azotado

Foto: El Cortijo andaluz, treinta años de subvenciones, enchufismo y despilfarro
El Cortijo andaluz, treinta años de subvenciones, enchufismo y despilfarro

El periodista Agustín Rivera, delegado de El Confidencial en Andalucía desde enero de 2009, disecciona en El Cortijo andaluz* los últimos casos de corrupción que han azotado la comunidad andaluza, como la trama de los EREs falsos e Invercaria. También examina la politización de las cajas, además del despilfarro sin límite y las subvenciones millonarias concedidas en los Gobiernos de Manuel Chaves y José Antonio Griñán. En este primer capítulo de la obra, que a continuación puede leer en exclusiva el lector de este diario, se radiografía el enriquecimiento de Juan Francisco Trujillo, más conocido como el chófer de la cocaína. Trujillo se benefició de la amistad de su jefe (Francisco Javier Guerrero), “jovial, pero no putero”, ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía, como él mismo se definió en la comisión de investigación de los EREs del Parlamento de Andalucía.

El 'ministro' de las tragaperras

Como todos los fines de semana, el ministro lleva un par de horas echando monedas en la máquina tragaperras. Ya se ha gastado cientos de euros. Ahora pide un Möet & Chandon. Juan Francisco Trujillo trabaja como conductor de la Junta de Andalucía. En Llanos del Sotillo, una pedanía de Andújar, en el norte de la provincia de Jaén, le llaman el ministro. Trujillo es el chófer de la cocaína.

Devoto del lujo ostentoso, le pirran los vinos caros (no mira la calidad, solo el precio) y el champán francés: siempre paga el que cueste más. En las fiestas del Sotillo no pedía cubatas o cerveza. Solo champán. Por eso y por las ínfulas de creerse más que nadie, miraba a sus vecinos cinco cuartas por encima del hombro. Fue así como nació su mote. El ministro.

—Mira, ya ha llegado el ministro.

Trujillo no gastaba afición a los coches de alta gama. No los necesitaba. Conducía los de la Junta. Posee un Opel Vectra V8 de gasolina que estuvo meses abandonado delante de la puerta de su domicilio de la calle Madreselva. Cubierto de polvo, el V8 envejecía mientras Trujillo continuaba en la prisión de Morón de la Frontera.

La historia del chófer de la cocaína es la de un hombre poco sociable, de escasos amigos, aspecto duro y rudo, de nula afición a la diplomacia dialéctica. «Es muy chulo, muy prepotente. Tiene muchos enemigos en el pueblo. Amigos, amigos, no tenía ninguno. Cuando lo ves tienes la sensación de que piensa que él es más que tú. Si te lo encuentras por la calle, ni siquiera te da los buenos días», cuenta un vecino de la pedanía jienense.

No es devoto de la Morenita, la Virgen de la Cabeza de Andújar, la romería más antigua de España, la segunda con más afluencia de público de todo el país tras la romería del Rocío. Su devoción son las tragaperras. Trujillo cumple el prototipo de ludópata empedernido. Trabajaba en Sevilla de lunes a viernes. El viernes, a primera hora de la tarde, solía llegar a Llanos del Sotillo. Saludaba apenas diez minutos a su mujer y a sus dos hijos, y enseguida se iba a la cafetería del hotel. Allí le esperaba el sonido de las monedas que tanto le fascina.

Adicto a los últimos adelantos tecnológicos en informática y telefonía móvil, podía estar desde las cuatro de la tarde hasta altas horas de la madrugada, pidiendo champán, devorando cajetillas de Marlboro, apenas sin hablar con nadie. Su mujer ni siquiera le esperaba en casa. Se iba a la cafetería a cenar con la familia y luego se quedaba delante de la máquina, solo en la madrugada…

Trujillo conoció a su mujer (Juani Gallego Rico) en el puesto de la Cruz Roja de la pedanía, donde Juan Francisco hizo la mili. Con Juani tiene dos hijos: Sara, de unos veinte años, y Juan, adoptado por la pareja. La esposa, que trabaja en la guardería del Ayuntamiento de Andújar, es sociable y extrovertida, justo al revés que su marido.

Como escribe Mario Vargas Llosa en el arranque de Conversación en la catedral («¿En qué momento se había jodido el Perú?»), hay que preguntarse: ¿cuándo se jodió el chófer de la cocaína?

Desde la década de los ochenta, poseer el carné del PSOE garantiza un mejor futuro profesional en la Administración andaluza. Juan Francisco cumplió el tópico de todos los aspirantes a un cargo: «Si quieres saber cómo es Juanillo, dale un carguillo».

Cuando al alcalde de Andújar le nombran delegado en Jaén de la Consejería de Economía de la Junta de Andalucía, Trujillo le acompaña como chófer. Pero pronto se le quedó pequeño ese puesto. Fue en 2001 cuando se trasladó a Sevilla y conoció a Francisco Javier Guerrero, el hombre que reconoció la trama de los ERE falsos y el fondo de reptiles de la Junta de Andalucía. En los siete años en la capital andaluza, cambió su ritmo de vida y se aprovechó de la falta de control interno de la Junta. Los ERE falsos, el caso de corrupción más grave en la historia autonómica andaluza, cuenta con Guerrero como ideólogo. Trujillo es el ejecutor fiel de la doctrina del trinque «en la secta de los EREmitas»

El chófer cantó el 15 de diciembre de 2011 en la declaración ante la policía: confesó haber utilizado parte del dinero para comprarse un terreno en la sierra sevillana y un piso en la calle San Luis de la capital andaluza. Dos subvenciones de 450.000 euros cada una. Y no es todo. La mayor parte de las subvenciones percibidas, según contó, se empleaban en cocaína, «fiestas y copas» para el dúo.

Como los salaryman japoneses, que salen todas las noches con sus jefes a emborracharse sin fin tras terminar su trabajo por las calles futuristas de Tokio, Guerrero y Trujillo solían tomar copas por la siempre concurrida noche sevillana. Su bar favorito era el pub Caramelo. Entre cubatas y música, diseñaban el monumental engaño cifrado en una primera fase en 700 millones de euros.

Una tarde, tras dejar aparcado el vehículo oficial de la Junta, tomando un trago Guerrero le explicó a su subordinado el modus operandi: «Yo reparto el dinero para ayudas sociolaborales y no tengo necesidad de justificar nada».

Los fines de semana que Trujillo regresaba a Llanos del Sotillo, los vecinos alertaron de que algo empezaba a no cuadrar en la vida del ministro. Su mala reputación de mal pagador, que contrastaba con su ritmo de vida, se confirmaba tras encargar la reforma de su casa hasta a cuatro empresas diferentes. Le pedían dinero por adelantado para comprar material de construcción. Como no les pagaban, los obreros dejaban el trabajo. El ministro no pagó a ninguna compañía. Un andamio permaneció dos años en la puerta de su casa como símbolo de su creciente morosidad.

Trujillo no quería ser un chófer a lo Morgan Freeman en Paseando a Miss Daisy. O el chófer callado y discreto que se limita a custodiar los secretos del coche oficial y apenas intercambia confidencias con el jefe. En octubre de 2003, apenas un año después de su fichaje como conductor del director general de Trabajo y Seguridad Social de la Junta, creó dos empresas: Iniciativas Turísticas Sierra Norte (para la construcción de un hotel rural) y Lógica Estratégica Empresarial (destinada a la creación de una fábrica de muebles).

Se trataba de recibir subvenciones otorgadas por Guerrero, pero «sin tener la menor intención de poner en marcha los proyectos para los que se concedieron», como figura en el auto de prisión de la juez Mercedes Alaya del 21 de marzo de 2012. En febrero de 2004, Trujillo recibió de su jefe, ya convertido en íntimo amigo, dos subvenciones de 450.000 euros para cada una de estas empresas. Con esta cantidad adquirió en marzo de 2005 dos inmuebles. En Andújar compró un terreno denominado Viña El Choro, de 11 hectáreas, en el sitio de Los Majuelos, por un importe de 69.263 euros.

Acostumbrado a pasar cada vez más tiempo en Sevilla, decidió que había llegado el momento de comprar un piso en la capital andaluza, concretamente en la calle San Luis, en el barrio de la Macarena, muy cerca de la basílica del mismo nombre y del Parlamento de Andalucía. Por este inmueble pagó 233.509 euros. En 2008 logró un auténtico pelotazo inmobiliario, más acorde con un tiburón de las finanzas de Wall Street o la City londinense que con aquel chico de la Cruz Roja que se enamoró en la mili de Juani. El ministro lo vendió por más del triple de su valor inicial.

No era suficiente. Quería más. Solucionada la vida, pensó, ahora se trataba de ayudar a los amiguetes. Más bien al (¿único?) amigo. Guerrero seguía ayudando a su subordinado. De nuevo la cifra talismán de 450.000 euros. Y precisamente el 5 febrero de 2004, el mismo día que el entonces candidato del PSOE a las elecciones generales, José Luis Rodríguez Zapatero, confirmaba que su partido quería acabar con la «elefantiasis de la construcción», un sector que representaba en aquel momento en España más del 7 por ciento del PIB, el doble que en los países desarrollados.

El amigo beneficiado fue Isidoro Ruz Espigares. La subvención se concedía para la construcción y explotación de naves de cría y engorde avícola. Para ello se creó en abril de 2004 la sociedad Ave Nueva, S. L. Este proyecto jamás se puso en marcha. Poco importó. El dinero ya lo disfrutaba en la cuenta corriente.

Y llegó el momento de ayudar a mamá. Estrella Blanco García, madre de Trujillo, recibió el 18 de abril de 2007 una póliza en la que la tomadora sería la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía mientras que la asegurada y beneficiaria sería Blanco. El ministro falsificó la firma de su madre y suscribió las pólizas con la compañía Fortia Vida. Gracias a esta operación, según consta en el auto de Alaya, Trujillo cobró entre abril de 2007 y enero de 2008, 122.649,21 euros. La madre del chófer confesó a la policía que su hijo le había preguntado «si podía ingresar algún dinero en su cartilla». Ella lo autorizó, aunque aseguró que ignoraba la procedencia del dinero. Estrella Blanco recibe una jubilación de 510 euros.

Las trampas llegaron más lejos. El ministro de las tragaperras quería asegurarse el cobro del subsidio de desempleo si llegaba a perder el trabajo en la Junta de Andalucía. Con la experiencia del engaño de la firma de su madre, falseó un contrato de trabajo con Lladelso Hoteles S. L., y a nombre de Lógica Estratégica Empresarial emitió también tres facturas falsas a Comercial Alimentaria Dhul, propiedad de los Ruiz-Mateos, otra a la sociedad Delphi (6.960 euros por cada una) y una tercera emitida a la entidad Estudios Jurídicos Villasís por 6.000 euros. Las cantidades las recibió Trujillo «simulando haber realizado para estas entidades pagadoras trabajos que no se llevaron a efecto», como consta en el auto de Alaya.

Trujillo celebró la Nochevieja de 2011 en Llanos del Sotillo sabiendo que tenía comprados todos los décimos de lotería imaginables para entrar en prisión. Tenía el rostro desencajado. «Se había quedado como pillado por la droga», cuenta un testigo de la cena-cotillón en la que se encontró con el ministro. Con su botella de champán, a su aire, fumando Marlboro y sin bailar. Nadie en el pueblo sabía en ese momento que ya había declarado ante la Guardia Civil.

—Hablaba y contestaba con monosílabos, no razonaba nada.

Lo veía muy raro, cada vez peor, como un boxeador grogui. Apenas un mes después, el ministro de las tragaperras reventó la máquina de la popularidad. Trujillo ya era conocido en toda España como el chófer de la cocaína. Lo que más impactó de la declaración del 15 de diciembre de 2011 fue cuando el exconductor de la Junta de Andalucía declaró a la policía que se gastaron el dinero de los parados en copas y fiestas.

Trujillo compraba cocaína para su jefe y para él, y también adquirió material de telefonía, artículos de música, antigüedades y ropa. En su bar favorito, Guerrero acabó confesando a Trujillo qué tenía que hacer para convertirse en millonario.

—Puedo dar subvenciones a quien quiera. Y no tengo que justificar nada.

—¿Y eso, cómo se hace?

—Ahora te lo explico.

Se trataba de conceder ayudas de modo indiscriminado. Bastaba que le facilitara un par de nombres y las subvenciones no tardarían en llegar. Guerrero también le animó a que montara un par de empresas. En la declaración policial del ministro de las tragaperras, Trujillo admite que preparó la documentación con las ayudas siguiendo el modelo y las formas que le había indicado su jefe, apenas «un par de folios en cada uno de los expedientes que teóricamente contenían un plan de viabilidad de un negocio y que además se lo entregó en mano al director general de la Junta».

En las tardes en el Caramelo el chófer se empezó a creer de verdad que era ministro.

*El Cortijo andaluz (La Esfera de los libros) sale a la venta el próximo martes 6 de noviembre en las librerías de toda España. 

El periodista Agustín Rivera, delegado de El Confidencial en Andalucía desde enero de 2009, disecciona en El Cortijo andaluz* los últimos casos de corrupción que han azotado la comunidad andaluza, como la trama de los EREs falsos e Invercaria. También examina la politización de las cajas, además del despilfarro sin límite y las subvenciones millonarias concedidas en los Gobiernos de Manuel Chaves y José Antonio Griñán. En este primer capítulo de la obra, que a continuación puede leer en exclusiva el lector de este diario, se radiografía el enriquecimiento de Juan Francisco Trujillo, más conocido como el chófer de la cocaína. Trujillo se benefició de la amistad de su jefe (Francisco Javier Guerrero), “jovial, pero no putero”, ex director general de Trabajo de la Junta de Andalucía, como él mismo se definió en la comisión de investigación de los EREs del Parlamento de Andalucía.