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  1. Medioambiente

En la ciudad hay 47.776 naranjos amargos

¿Autobuses movidos con el zumo de las naranjas de Sevilla? El futuro de una sobreproducción de 5,7 millones de kilos

La capital andaluza es el mayor naranjal del mundo con más de 47.776 árboles. La recogida es un problema para la ciudad y una oportunidad para generar energía eléctrica

Elder Torres mostrando las naranjas recogidas. (Fernando Ruso)

La recogida de la naranja amarga de Sevilla es todo un espectáculo para la octogenaria Carolina Barragán, vecina del barrio del Polígono San Pablo. Hace meses que no sale de casa por miedo al coronavirus, pero le toma el pulso a la calle a través de la ventana que da a su salón. "¡Vaya hombres con gracia cogiendo naranjas!", grita emocionada desde su atalaya. Y es que es todo un espectáculo ver a la cuadrilla encaramarse a los árboles hasta dejarlos desnudos de su fruto. "Míralos, míralos, qué ligeros", espeta la sevillana, que mata la mañana curioseando desde su alféizar.

Elder, Omar y sus compañeros llevan desde las ocho de la mañana recogiendo naranjas y apenas se han percatado de los halagos de la entusiasta Carolina. Unos tienen la vista puesta en la copa de los árboles y otros en el suelo, por donde se derrama el zumo de las que ya están partidas y pisoteadas. Huele, claro está, a naranjas.

En Sevilla hay 47.776 naranjos amargos. Sin contabilizar aquellos situados en jardines privados o en parques de titularidad autonómica o estatal, o los otros 1.053 frutales de esta variedad del Real Alcázar. Todos florecen en primavera —con un embriagador aroma a azahar repartido por toda la ciudad— y todos, siguiendo ese mismo ciclo, maduran con pocas semanas de diferencia, lo que genera un gran problema a los sevillanos: cómo recoger 5,7 millones de kilos de naranjas en apenas un par de meses.

El jornalero Omar Álvarez volcando las naranjas recogidas. (Fernando Ruso)

Por eso Elder, Omar y el resto de la cuadrilla de siete hondureños se imponen un ritmo frenético escuchando a Don Omar. "También nos gustan los clásicos: José Luis Perales, Camilo Sesto —apostillan—; música buena". A su paso, los naranjos se quedan esquilmados. Solo estos siete centroamericanos son capaces de recoger unos 8.000 kilos al día. Tres cubas completas. Hay días que también trabajan de noche. Una campaña intensa, de enero a marzo, y agotadora para los principiantes.

La recogida es manual. No se permite el 'vareo' de las copas ni otros medios que puedan producir daños en el arbolado. Tampoco es posible usar maquinaria por la variopinta fisonomía de las calzadas y la presencia de coches aparcados. "Es dificultoso, sí, pero uno se acostumbra", asegura Omar.

—¿Y saben a dónde va lo que recogen?
—Nos han dicho que esto va para una empresa que lo transforma en mermelada o pólvora.

Y, en parte, llevan razón. Una parte mínima de la producción se dedica al consumo, principalmente para mermeladas con destino final en el norte de Europa, aunque también se usa para la fabricación de ginebras o concentrados semileborados para su posterior uso como aromatizantes de helados o postres de confitería. Aunque, más allá de este uso, la mayor parte de la recolección de naranja amarga acaba en el vertedero. O como compost de uso agrícola en las vecinas localidades de Los Palacios y Lebrija.

Naranjas amargas de Sevilla en Buckingham Palace

El año pasado, el Ayuntamiento de Sevilla retomó la tradición de enviar a la Casa Real británica una cesta de naranjas amargas recogidas en el Real Alcázar, una costumbre que iniciaron los monarcas Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Desde 1911, la firma Wilkins & Sons, proveedora de mermeladas del palacio de Buckingham, utiliza como materia prima las que dan los árboles sevillanos.

Pero la fama de la que goza la mermelada de naranja amarga en el Reino Unido no es solo responsabilidad de la reina Isabel II, fueron ilustres visitantes –como el duque de Wellington, que combatió en Sevilla a los franceses en la Guerra de la Independencia– quienes la popularizaron en Europa al considerar esta confitura a la altura de las británicas. También pusieron de su parte las compañías mineras que explotaban las minas de Riotinto, en Huelva, quienes iniciaron el envío de esta fruta sevillana a las islas británicas. Al parecer, primero fueron las clases bajas las que vieron el potencial de esta materia prima, que después se popularizó en los desayunos de la gente pudiente. Así nació la Seville Orange Marmalade.

Los naranjos amargos están en Sevilla desde hace siglos. Se atribuye a los árabes su introducción en España, extendiéndose su cultivo por todo al-Ándalus como planta ornamental, pero también por sus usos terapéuticos y en la preparación de destilados de su azahar y de sus frutas para la elaboración de fragancias.

Un saco con naranjas en plena avenida de la barriada. (Fernando Ruso)

Ese uso sigue dándose siglos después; en la ciudad florecieron durante décadas dos fábricas de transformación e industrialización del naranjo amargo: Consesa Conservas Sevilla S.A., dedicada en la actualidad a los elaborados del tomate; y Destilerías Bordas Chinchurreta —según su web, "el primer exportador nacional de naranja amarga de Sevilla"—, que el próximo año cumplirá cien años y que ha diversificado su producción incluyendo aceites esenciales, flavonoides, aromas, químicos aromáticos, extractos, hierbas y especias. La empresa ha rechazado reiteradas veces atender a los periodistas de El Confidencial.

Uno de cada cuatro árboles de la capital andaluza son naranjos amargos, algo que preocupa a los responsables de las zonas verdes. Una posible plaga que afectase a esta especie podría tener graves consecuencias para el medioambiente sevillano. Por ese motivo, el ayuntamiento ha dejado de plantar nuevos naranjos y solo repone los que se pierden.

El problema del naranjal más grande del mundo

"Se dice, y creo que es verdad, que Sevilla es el naranjal más grande del mundo. No conocemos ningún lugar del mundo en el que haya 48.000 naranjos en producción al mismo tiempo", asegura Fernando Mora Figueroa, director general de Medio Ambiente y Parques y Jardines del Ayuntamiento de Sevilla. "Aquí han arraigado bien, son muy resistentes a la contaminación y se han adaptado bien a la zona", detalla.

Hay vecinos que han injertado mandarinos en los naranjos amargos. También los hay que los han arrancado para plantar naranjos dulces o limoneros. Todos estos frutales forman parte indisociable de la imagen de la ciudad: del Patio de los Naranjos de la catedral a la coqueta plaza de Doña Elvira.

Sin embargo, la ciudad se enfrenta anualmente a un problema: qué hacer con más de cinco millones de kilos de naranjas. Un desafío que se ha agudizado este año con un aumento del rendimiento del 37,5% respecto a la campaña anterior. "La caída está siendo extraordinaria y la cosecha espectacular", asegura Mora Figueroa.

Un operario recogiendo las naranjas para vertirlas en una trituradora. (Fernando Ruso)

"La primavera fue buena y la floración fue impresionante, y a pesar de que el otoño ha sido malo, hemos tenido lluvias y luego calor, por lo que hay mucha producción y muy anticipada", explica el jefe de Parques y Jardines. A esto se le suma la vecería típica de los árboles frutales, un fenómeno cíclico que alterna altas y bajas cosechas. "Lo normal es que hubiesen caído en febrero, pero la maduración de la fruta depende de las condiciones climatológicas, se ha adelantado y eso nos causa muchos problemas", razona Mora Figueroa.

Hay calles en Sevilla completamente enlucidas con un putrefacto y pegajoso manto de color naranja al que se le suman bichos, resbalones y malos olores. Las frutas que caen del árbol son atropelladas por los coches y el aspecto dista mucho de las idílicas imágenes de niños dándole patadas como si de pequeños balones se tratasen.

El ayuntamiento dedica entre 175 y 200 operarios, tanto propios como de subcontratas, a retirar la naranja del viario público. Para esta campaña hay dos contratos de refuerzo dotados con un presupuesto de 50.937euros. Pero ni eso ha evitado la crítica de muchos sevillanos, que han volcado su malestar en las redes sociales. El asunto ha llegado también al terreno político, donde el portavoz del PP sevillano, Beltrán Pérez, ha afeado al alcalde socialista, Juan Espadas, su "falta de previsión". "Es lamentable que haya calles, accesos a centros escolares, plazas, espacios públicos en general y carriles bici por los que no se pueda transitar con normalidad porque están llenos de naranjas", critica el principal partido de la oposición.

Electricidad a partir de naranjas

Más allá de para aderezar el enfrentamiento político, se están planteando alternativas para conseguir que las naranjas sean productivas como combustible orgánico para generar gas. "¿Y si lo que hasta ahora han sido residuos pudiese convertirse en energía? ¿Y por qué no imaginar que, en el futuro, los autobuses urbanos de Sevilla puedan moverse gracias al gas comprimido que se obtenga de sus naranjos amargos?", esgrime el jefe de Parques y Jardines.

Esta campaña es la segunda en pruebas de un proyecto piloto que pretende usar las naranjas amargas para producir electricidad a partir de gas generado. De los últimos ensayos ya se ha conseguido alimentar el equivalente a 250 viviendas, unos 50.000 kilovatios, con 50.000 kilos de fruta. "Y esperamos que pronto podamos recepcionar toda la naranja de la ciudad", explica Benigno López, jefe de la división de Medio Ambiente de Emasesa, la empresa metropolitana de aguas, impulsora del proyecto.

El procedimiento por el que se consigue electricidad de las naranjas es sencillo. Se llama cogeneración: el zumo que se extrae de ellas se añade a unos lodos en unos digestores, allí fermentan —tal y como se produce en el estómago— y se generan unos gases que contienen metano. Al quemarse en un motor conectado a una biela se produce la electricidad.

De los últimos ensayos ya se ha conseguido alimentar el equivalente a 250 viviendas, unos 50.000 kilovatios, con 50.000 kilos de fruta

"El zumo es fructosa, cadenas de carbono muy cortas, y el rendimiento energético que tienen esas cadenas de carbono en el proceso de fermentación es muy alto. Es un caramelo para el proceso de cogeneración. Es un azúcar que se degrada, genera el gas, de una forma muy rápida. Y eso es lo que nos interesa. Además, no tiene componentes azufrados como pueda tener la carne", explica López.

La empresa metropolitana de aguas valora en unos 250.000 euros la inversión necesaria para poder asimilar toda la producción de naranjas amargas de Sevilla. La intención es implementar este sistema en dos depuradoras de la capital con la aspiración de ser autosuficientes energéticamente. El proyecto tiene una amortización de 26 meses.

"Pero no hay que quedarse solo en el ahorro económico", apunta el portavoz de Emasesa. "Hay que valorar que esto parte de un problema que tiene la ciudad, una sobreproducción de naranjas —zanja—, al que se le da respuesta teniendo en cuenta cuestiones como la economía circular, la sostenibilidad o la lucha contra el cambio climático. Estamos dando valor añadido a un residuo".

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