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De Nuvavut (Canadá) a Quintanilla del Coco (Burgos): un viaje sonoro por los lugares más remotos del planeta
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INUITS EN LA ESPAÑA VACIADA

De Nuvavut (Canadá) a Quintanilla del Coco (Burgos): un viaje sonoro por los lugares más remotos del planeta

¿A qué llamamos "lugar remoto"? En ocasiones, puede estar mucho más cerca de lo que creemos y, en parte, gracias a la música. Entrevistamos a un investigador de estos ecos lejanos en los confines del planeta

Foto: Paisaje de la isla de Baffin, en Canadá, similar al de Nunavut, hogar de la tribu inuit. (iStock)
Paisaje de la isla de Baffin, en Canadá, similar al de Nunavut, hogar de la tribu inuit. (iStock)

Dos mujeres se sujetan por los hombros, frente a frente, y empiezan a entonar lo que parece ser una canción tradicional. En realidad, son meros gorgoritos más parecidos al ruido de ciertos pájaros que a una melodía formal. En la fría tundra ártica, al sur de la isla Victoria de Canadá, hay una región llamada Nunavut en la que desde tiempos inmemoriales sus habitantes autóctonos, los innuit (que no esquimales) practican este canto llamado "katajjaq". No tiene ningún otro fin que el mero entretenimiento, a diferencia de otros cantos indígenas. Pero quién le iría a decir a estas mujeres anónimas que este simple juego ancestral, en su día prohibido por aquellos que colonizaron su tierra y masacraron a su pueblo, se hiciera mundialmente conocido después de la adaptación de una artista con raíces en sus montañas y lagos helados. El 22 de septiembre de 2014, el álbum de Tanya Tagaq, Animism, fue reconocido como el mejor disco del año por el Polaris Music Prize canadiense, consiguiendo algo mucho más valioso que un simple premio: dar a conocer a la audiencia global la música innuit, y con ello, todos los crímenes perpetrados contra su pueblo, en especial contra niños inocentes, enterrados en fosas comunes repartidas por todo el territorio canadiense para así intentar borrar la huella de tal desvergüenza.

Muchas veces, cuando pensamos en un lugar remoto como la tundra ártica, las profundidades del desierto o alguna isla perdida de la mano de Dios, solo reparamos en su lejanía desde el punto de vista geográfico. Pero, en realidad, la noción de "remoto" también remite a una serie de características políticas, sociales y culturales que nos sitúan fuera de cualquier frontera conocida en el mapa. Nunavut seguramente sea un destino muy lejano para nosotros, los españoles, cuyo clima y atractivo turístico despejan esa idea de "exótico" en detrimento de otros paisajes ideales para una luna de miel o un viaje especial. Pero más lejano aún es el canto "katajjaq" y las historias a las que remite. Gracias a artistas como Tanya Tagaq, podemos acceder a ellas y, al menos, realizar un viaje visualmente mental a partir de documentales o Internet para despejar el polvo que recubre su historia y reconocer a un pueblo que hasta hace no tanto fue perseguido y masacrado por el colonialismo.

Este fue uno de los propósitos de Víctor Terrazas, periodista musical e investigador, además de intrépido viajero, quien ha publicado recientemente Atlas de sonidos remotos (Ediciones Menguantes), un libro en el que explora los confines geográficos, pero también políticos, sociales y culturales de las civilizaciones a partir de los sonidos tradicionales que han perdurado, algunos de ellos gracias a su evolución hacia el pop y la música de masas, y otros simplemente sobreviviendo en la investigación etnográfica y antropológica. "No he estado en ninguno de los sitios que menciono en el libro", admite nada más arrancar la entrevista. "Cuando empecé a escribirlo, pensé solo en la lejanía geográfica, pero al darle una vuelta de tuerca pensé en las cuestiones sociopolíticas que atañen a ciertos lugares y que pueden ser muy inaccesibles para nosotros. Esa inaccesibilidad puede darse desde el punto de vista político, climático o de género. Un lugar remoto también es aquel que ha sufrido desastres naturales o conflictos armados, pues dista mucho de nuestra realidad cercana".

"La mayoría de la gente romantiza los viajes y la realidad de los países que visita, quizá como efecto de la burbuja de Instagram"

Pensemos, por ejemplo, en la región chipriota de Varosha, que antaño era un paraíso del turismo internacional (hay un episodio dedicado en el libro en el que se narra cómo los suecos ABBA, en pleno apogeo de su carrera, promocionaron el lugar con su música, dando allí su primer concierto), ahora es una completa ciudad fantasma en la que no vive nadie por el conflicto entre turcos, griegos y chipriotas de 1974. En este caso, es muy fácil llegar a Chipre en avión, ya que hay vuelos directos desde España. Sin embargo, "durante mucho tiempo y a día de hoy es inaccesible por sus circunstancias políticas y sociales". Terrazas propone con su atlas un viaje por estos lugares despojado de todo romaticismo, pues al final "la mayoría de la gente romantiza los viajes y la realidad de los países que visita, quizá como efecto de la burbuja de Instagram que tiende a pasar el filtro y edulcorarlo todo", sostiene. "Pero hay países que están llevados por dictadores y sátrapas, en los que han ocurrido sucesos políticos o climáticos terribles".

De Coachella a la España vaciada

Al final, ni la música, ni el paisaje, ni la historia de un lugar permanece estático, sino que vive en pleno cambio y evoluciona, sobre todo por la acción humana de exploradores fortuitos o altruistas. Pensemos, por ejemplo, en el desierto de Mojave, en Estados Unidos. Con una extensión de 1.400 kilómetros cuadrados y un clima asfixiante la mayor parte del año, se trata de un mero lugar de paso en el que no vive nadie. Sin embargo, una vez pasó por allí la banda irlandesa U2 en una furgoneta y se fijaron en uno de los pocos árboles que resisten a su intenso calor. Algo había en ese árbol que inspiró a Bono y a los suyos para decidir colocar la imagen en una de las portadas de sus álbumes más conocidos. Desde entonces, y gracias a otros tantos artistas como Jim Morrison o Alan Parsons, el desierto de Mojave ha dejado de ser un lugar tan remoto, al menos no durante todo el año, ya que congrega a miles de entusiastas de la música para celebrar el festival de Coachella.

placeholder ¿Qué hace un lugar tan remoto como el desierto de Mojave tan poblado? El festival Coachella. (Reuters)
¿Qué hace un lugar tan remoto como el desierto de Mojave tan poblado? El festival Coachella. (Reuters)

En este caso, la motivación para descubrir y sacar del olvido al desierto fue al principio artística, y luego comercial o económica. Pero cuando preguntamos al autor por lugares remotos de nuestro país (no incluidos en el libro), nos sorprende mencionando un pequeño pueblo de la provincia de Burgos llamado Quintanilla del Coco, al que otros exploradores llegaron para rescatar los sonidos de esta comarca prácticamente deshabitada en el seno de la España vaciada. Fueron la Maravillosa Orquesta del Alcohol (la M.O.D.A.) quienes recalaron en este pueblito castellano de su provincia natal para dar un concierto en solidaridad con los tan solo 57 vecinos censados que pueblan esta pedanía y que sufrieron una serie de incendios terribles el verano pasado.

"Claro, yo fui a Quintanilla del Coco desde mi ciudad de residencia, Madrid, que se tarda más o menos tres horas y media en llegar por carreteras comarcales, sin duda un lugar remoto dentro de nuestras fronteras", narra Terrazas. "Cuando llegué, descubrí que la M.O.D.A. había reunido a más de 2.500 personas para dar un concierto destinado a revitalizar la economía de la zona y dar voz a su cultura y demandas políticas. No solo lo hicieron con Quintanilla del Coco, sino con otros más pueblos de Castilla y León, que es una de las comunidades más afectadas por la despoblación rural. Es el mismo ejemplo de Coachella, pero al revés: en vez de por una motivación económica, lo hicieron por una cuestión cultural y humana, de ocio y geográfica". Asimismo, pone el ejemplo de otros artistas que rescatan y descubren el eco de esos sonidos remotos ya casi olvidados, como Rodrigo Cuevas en Asturias, Baiuca en Galicia o Dani Llamas en Andalucía.

En unas islas perdidas frente a las costas de Guinea

Hay, por tanto, muchos exploradores de sonidos remotos que se encargan de construir puentes entre nosotros y esos lugares inaccesibles pero cercanos con una riqueza cultural a punto de quedar olvidada. La mayoría son artistas, pero también hay personas anónimas que, gracias a su febril entusiasmo, consiguen que ciertas culturas lejanas a nosotros traspasen la barrera del completo desconocimiento cultural y geográfico. Terrazas menciona en su libro a un "experimentado coleccionista de vinilos" afincado en Barcelona llamado Víctor Kiswell, quien afirma que "África es el único lugar donde sus habitantes no son conscientes del valor económico que su música tiene en el mercado occidental".

placeholder Portada de 'Sonidos Remotos', de Víctor Terrazas. (Ediciones Menguantes)
Portada de 'Sonidos Remotos', de Víctor Terrazas. (Ediciones Menguantes)

Las raíces de la música y ritmos africanos se pueden encontrar en artistas tan populares como Shakira o Jennifer López. Sin ir más lejos, Shakira interpretó en la Super Bowl de 2020 una canción coreografiada del género de la champeta, una música tradicional de las islas de Santo Tomé y Príncipe, localizadas frente a las costas de Guinea Ecuatorial y Gabón. Actualmente, existe la figura de los crate diggers o documentalistas sonoros que exploran los países africanos para dar con éxitos de la agrupación musical África Negra, nativa de estas islas. Sellos como Habibi Funk, Analog Africa o Bongo Joe encargan investigaciones a diggers y DJs especializados europeos para insuflar una nueva vida a estos géneros musicales olvidados, hacer compilaciones y llevar a sus artistas de gira por toda Europa.

Dos mujeres se sujetan por los hombros, frente a frente, y empiezan a entonar lo que parece ser una canción tradicional. En realidad, son meros gorgoritos más parecidos al ruido de ciertos pájaros que a una melodía formal. En la fría tundra ártica, al sur de la isla Victoria de Canadá, hay una región llamada Nunavut en la que desde tiempos inmemoriales sus habitantes autóctonos, los innuit (que no esquimales) practican este canto llamado "katajjaq". No tiene ningún otro fin que el mero entretenimiento, a diferencia de otros cantos indígenas. Pero quién le iría a decir a estas mujeres anónimas que este simple juego ancestral, en su día prohibido por aquellos que colonizaron su tierra y masacraron a su pueblo, se hiciera mundialmente conocido después de la adaptación de una artista con raíces en sus montañas y lagos helados. El 22 de septiembre de 2014, el álbum de Tanya Tagaq, Animism, fue reconocido como el mejor disco del año por el Polaris Music Prize canadiense, consiguiendo algo mucho más valioso que un simple premio: dar a conocer a la audiencia global la música innuit, y con ello, todos los crímenes perpetrados contra su pueblo, en especial contra niños inocentes, enterrados en fosas comunes repartidas por todo el territorio canadiense para así intentar borrar la huella de tal desvergüenza.

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