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De cómo Roma acabó con dos pájaros de un tiro: la muerte sin resolver de Viriato
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El precio de una traición

De cómo Roma acabó con dos pájaros de un tiro: la muerte sin resolver de Viriato

Cabe la posibilidad de que este estratega y señor de la guerra no muriera, como se ha sostenido siempre. Repasamos la historia de este personaje histórico y su legado

Foto: La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos (1807), de José Madrazo.
La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos (1807), de José Madrazo.

“Cuando cae la nieve y soplan blancos vientos, el lobo solitario muere, pero la manada sobrevive”.

Eddard Stark.

Los lusitanos todavía no habían sido rebasados por las formaciones romanas en su invasión de la Península Ibérica; resistían, y de qué manera. Su líder, Viriato, era una pesadilla para los ejércitos invasores. Sus tácticas para atraer y emboscar a sus perseguidores eran legendarias. Era un habitual de las celadas a las que estaba abonado. Desde Roma, por órdenes expresas del Senado, habían contactado con él. El acuerdo incluía una declaración de amicus populi romani a cambio de cesar las hostilidades; el pacto estaba a punto de ser firmado, pero el protagonismo del cónsul romano en Hispania, Quinto Servilio Cepion, daría un rumbo trágico a las negociaciones. Era el año 139 a.C.

La incesante actividad de erosión a la que el líder luso sometía a las huestes del cónsul tenía tintes de venganza personal. Durante cerca de ocho años, el romano había mordido el polvo y su reputación mermaba a los ojos del Senado romano. La ansiada romanización se demoraba y había dudas sobre las capacidades del general. Celadas en los pasos más angostos, retiradas que no eran tales, movimientos relámpago de la caballería con los cascos silenciados; romanos mareados, en suma; humillaciones sin cuento que iban llegando como un goteo a Roma. Había que hacer algo.

Viriato fue un auténtico señor de la guerra. La sencilla estrategia de golpear y huir, aparecer y desaparecer, llevarse unos cuantos centenares de caballos del adversario, dejar en definitiva estupefactos a sus enemigos, era su sello. De personalidad austera, enérgico en el mando, venerado por sus hombres, justo, despreciaba el lujo y dormía sobre una piel vuelta de vaca. Extraordinario estratega dotado de un aura de político sabio, tenía una visión de largo alcance en lo tocante a la planificación de jefe militar consumado. Pero Viriato no apareció en la escena de la noche a la mañana.

Una matanza espeluznante

Pocos años antes, un pretor y posteriormente cónsul romano llamado Galva, había esclavizado a miles de lusitanos. Algo más tarde, en una ambigua negociación, emplazaría para una cita en la que empeñó su diestra palabra de orador masacrando a miles de lusitanos sin más preámbulos. Las cifras de la matanza fueron espeluznantes. Entre 10.000 muertos y 25.000 esclavos, según el historiador Suetonio, fueron licenciados de la vida en una terrible matanza que pasó a los anales de la historia. Viriato sería de los supervivientes de aquella triste masacre provocada por Galba con el apoyo de Licinio Lúculo. La extrema crueldad practicada contra sus adversarios fue objeto de causa abierta por el Senado romano y las legendarias matanzas de este militar serían puestas de manifiesto abriéndose causa judicial contra él.

Foto: Fuente: iStock.

Años más tarde, Viriato, un pastor joven de la comarca del Sayago, hoy incluida en la provincia de Zamora y colindante con la nación hermana de Portugal (las marcaciones romanas de la época no se corresponden con la actual línea divisoria), en alianza con tribus Vetonas que huían de la barbarie de Roma, alzaría en armas al último frente aislado en el oeste de la península. De procedencia humilde, fue el artífice del jaque permanente al que serían sometidas las legiones romanas durante largo tiempo.

Obtenida esa alianza, comenzaron el hostigamiento de las tropas romanas en un momento de cambio habitual en el mando, algo que en aquel tiempo sucedía con una cadencia de a vez por año. Entonces, allá por el año 147 aconteció una de las más brillantes victorias producto de la audacia de este genial guerrillero. Cerca del rio Guadiaro y en las proximidades de la Sierra de Grazalema, hay una zona boscosa en la que un angosto desfiladero marca la diferencia con dos valles colindantes. La respuesta del caudillo lusitano a las tropelías de Galva, Quintilio y otros pretores y cónsules que habían hollado la península, no se hizo esperar.

La derrota de Tribola

En una de las obras cumbre de la historia militar, apoyado en una estrategia implacable, encerró a un cuerpo legionario al mando de Cayo Vetilio en un lugar que Roma tardaría en olvidar. Bolas de brea encendida y una lluvia de flechas oscureciendo un día muy iluminado, determinaron que las impecables formaciones romanas cayeran en una mortal emboscada ensartados en trampas astilladas marca de la casa. En Tribola se gestó una de las más grandes derrotas infligidas al imperio romano con la salvedad de la batalla de los Bosques de Teutoburgo en la actual Alemania a manos del caudillo Arminio o la legión perdida de Craso en la Batalla de Carras (año 53 a.C) en el sureste de la actual Turquía. Mientras Roma buscaba la manera de deshacerse de esta mortal presencia, Viriato y sus aliados sembraban el pánico por el suroeste de la actual Andalucía. Golpes de mano que harían inmortal a su protagonista tenían desconcertado al más poderos ejército de la época. Las medidas de conciliación propuestas por el senado tardaban en llegar. Entonces se concretó una de las mayores vergüenzas narradas por el ilustre Suetonio.

placeholder 'La muerte de Viriato' (1890), de José Villegas Cordero.
'La muerte de Viriato' (1890), de José Villegas Cordero.

Cabe la posibilidad de que Viriato no muriera como se ha sostenido siempre. Hoy en día, la historiografía cree que los nombres de los supuestos traidores configuraran un acrónimo creado por Roma posteriormente, ya sea como un código o sencillamente como una adulteración de lo realmente sucedido en su particular interpretación de la historia. Se especula que los nombres de los victimarios (Audax, Ditalcon y Minuro) obedecieran a adjetivos o acepciones de la traición (audax – audacia; minurus – reducción; conatus - perseverancia), tal vez el nombre de la operación que se implementó para conseguir su asesinato. Una vez obtenido el éxito de esta, Quinto Servilio se deshizo de los tres supuestos asesinos, negándoles la mayor. "Roma no paga a traidores", frase que ha pasado a la historia como referente de amoralidad en oposición a la fidelidad.

El momento clave de las campañas contra los lusitanos y sus miles de aliados celtas y vetones que acudieron al amparo de los éxitos de este líder militar, acabaría truncándose cuando Roma finalmente venciera a Cartago (149-146 a. C) y volviera su mirada hacia el oeste de la península. Además, hay otra lectura. Este líder lusitano tan venerado en la nación hermana, es probablemente el muñidor de la tan ansiada Iberia, tema recurrente a lo largo de la historia de España; cuestión que algún día, esperemos, cuaje. Lusitanos, vetones, arévacos, celtas y otros pueblos de la península testimoniaron el valor ante un imperio invasor que a la postre beneficiaria culturalmente con sus leyes, ingeniería, arte y sabiduría centenaria. Viriato, un líder carismático; una muerte sin resolver.

“Cuando cae la nieve y soplan blancos vientos, el lobo solitario muere, pero la manada sobrevive”.

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