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Se sube a la azotea con una cerveza y acaba protagonizando el peor episodio de su vida: "La que has liado"
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“Sin quererlo yo”

Se sube a la azotea con una cerveza y acaba protagonizando el peor episodio de su vida: "La que has liado"

Lo que pensaba que era una tarde tranquila y relajante se convirtió en una pesadilla surrealista que, por fortuna, quedó en un malentendido

Foto: Fuente: iStock
Fuente: iStock

Subirse a la azotea a despejarse un rato, café (o cerveza) en mano, tras un día de trabajo y responsabilidades, es uno de esos pequeños placeres de la vida que nos permitimos de vez en cuando. Contemplamos el horizonte, vemos algún pájaro pasar, la ropa está tendida esperando a ser recogida, observamos a los vecinos pasear por la calle… una escena bucólica que nunca esperas que se vea truncada por un suceso tan surrealista como el que le ocurrió a un joven en Sevilla.

Samuel Anaya, de 27 años, ha contado en su cuenta de Twitter que subió, al atardecer de un día entre semana, a la azotea del edificio donde vive. Quería relajarse, se subió con una lata de cerveza y llamó a una amiga para charlar un rato y ponerse al día. Desde donde él estaba se podía ver un hospital, justamente en el que trabaja como biólogo el protagonista de esta historia.

Parecía una tarde tranquila, hasta que Samuel observa cómo un coche patrulla de la policía se acerca al recinto hospitalario. El guardia de seguridad del hospital sale a recibirlo y Samuel se preguntó si “ya se habrá liado dentro, habrá entrado un gorrilla y habrá formado la de Dios”, explicando que es algo habitual que ocurra.

Se activó el protocolo anti-suicidio

Sin embargo, poco a poco comienzan a llegar más coches patrulla, cuatro en total. El joven comienza a pensar que ha ocurrido algo más grave y, al momento, escucha una voz detrás de él que le dice: “Caballero, deje de hacer lo que está haciendo y no se tire”. Cuál es su sorpresa cuando se gira y ve a “toda la patrulla de policía que estaba abajo rodeándome y ‘evitando’ que yo saltase”.

Foto: La vuelta al cole siempre es un momento de locura para padres e hijos (EFE/Mariscal)

Samuel colgó la llamada que tenía con su amiga y escuchó, casi sin creérselo, que el policía le explicaba que alguien le había llamado diciendo que un joven, que gritaba que se iba a tirar de la azotea, estaba en peligro. La cerveza en la mano no ayudó precisamente a calmar los ánimos, y los agentes informaron por walkie-talkie que “el presunto suicida está consumiendo alcohol ahora mismo”.

Mientras se sucedía toda la escena, el joven intentaba explicar a los agentes que él no tenía intención de tirarse desde la azotea. Los agentes mantienen su relato, y solicitan el DNI al “presunto suicida”. Acompañaron al joven a su vivienda, unos pisos más abajo, mientras en la calle aparecen dos camiones de bomberos. Se había activado el protocolo anti-suicidio.

Tras una larga conversación con la policía, parece que el malentendido se aclara. Cuando se van los agentes, el joven aprovecha para inmortalizar la escena que se ve desde su ventana, todo lleno de coches de policía. Acto seguido, se acerca al hospital donde trabaja para averiguar quién ha sido el artífice de tal broma. Localiza al guardia de seguridad que, tras un poco de interrogatorio, admitió que fue él quien había llamado a la policía, así como varios pacientes y dos trabajadores del hospital, pensando que un hombre iba a suicidarse desde la azotea de al lado.

La situación era tan surrealista que Samuel la resume como mejor puede: “anoche contemplé mi propio suicidio, sin quererlo yo”. El joven estuvo en shock varias horas después del suceso, digno de un relato de terror. Sin quererlo y por casualidad, pudo comprobar de primera mano cómo es el protocolo anti-suicidio de su localidad que, por fortuna, parece que está funcionando a la perfección.

Subirse a la azotea a despejarse un rato, café (o cerveza) en mano, tras un día de trabajo y responsabilidades, es uno de esos pequeños placeres de la vida que nos permitimos de vez en cuando. Contemplamos el horizonte, vemos algún pájaro pasar, la ropa está tendida esperando a ser recogida, observamos a los vecinos pasear por la calle… una escena bucólica que nunca esperas que se vea truncada por un suceso tan surrealista como el que le ocurrió a un joven en Sevilla.

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