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Rosa Bonheur, la pintora francesa que obtuvo un permiso policial para poder llevar pantalón
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Rosa Bonheur, la pintora francesa que obtuvo un permiso policial para poder llevar pantalón

Decían de ella que en sus cuadros transitaba lo típico, que no los tópicos, que retrataba como nadie aquellos lugares que ya quedaban al margen de la vida y, mientras tanto, encajaba sus propios márgenes fuera del lienzo

Foto: Rose Bonheur en su estudio. Fuente: Wikipedia.
Rose Bonheur en su estudio. Fuente: Wikipedia.

Los animales eran su debilidad, y los pintaba sin descanso, uno tras otro. Con ellos se convirtió en una de las pintoras más reconocidas de su época. No era sencillo, como los animales, el panorama social acechaba pendiente de un instinto territorial. Para las mujeres, el espacio público no estaba permitido, o más bien no lo estaba la publicidad que el espacio les podía otorgar. Sin embargo, trazo a trazo, Rosa Bonheur se fue situando en el centro mismo del panorama cultural de la Francia de mediados del siglo XIX, así como quien acerca la mano al animal furioso.

Bonheur fue una de las pocas "mujeres autónomas que entraron en la esfera pública, que dieron definición profesional a sus vidas, y que orgullosa e incluso insolentemente señalaron su condición de disidentes al negarse a casarse, fumar cigarrillos y usar pantalones", como señala la académica Gretchen van Slyke en La política sexual y textual del vestido: Rosa Bonheur y sus permisos de travestismo. Porque para plasmar la realidad, la pintora necesitaba algo más que un espacio propio, también era fundamental la libertad del cuerpo que, sin quererlo, se enfrentaba cada día al animal, a la realidad.

Foto: Interior with Young Woman Seen from the Back, de Vilhelm Hammershøi. Fuente: Wikipedia.

Decían de ella que en sus cuadros transitaba lo típico, que no los tópicos, que retrataba como nadie la cotidianidad más esencial, aquellos lugares que ya quedaban al margen de la vida, pero donde la vida se iniciaba; y, mientras tanto, Bonheur encajaba sus propios márgenes fuera del lienzo: prefería usar pantalones a las faldas y vestidos típicos para mujeres. Técnicamente, este gesto era ilegal en aquel momento. Moralmente, también lo era la decisión de dedicarse al arte, y obtener dinero por ello, y compartir esa cotidianidad con otra mujer.

placeholder Rosa Bonheur con uno de sus caballos. Fuente: Wikimedia.
Rosa Bonheur con uno de sus caballos. Fuente: Wikimedia.

Ni la costura ni la cocina

Pero su vida, en realidad, era como tantas otras no contadas. Su padre era un pintor aficionado y miembro de una sociedad utópica que creía en la igualdad de género, una idea radical en ese momento. A Rosa no le gustaba la costura ni la cocina, y lo dejó claro desde pequeña. Así, Raimond comenzó a capacitarla en las artes, pero cuando solo tenía once años, murió su madre. Un año después, en 1834, el padre abandonó a sus hijos para vivir aislado con otros miembros de su grupo. Rosa se construyó sola desde entonces, cubierta por el arte que no dejaba de crear.

placeholder Autorretrato de Rosa Bonheur con una vaca / Documento de solicitud para utilizar pantalones. Fuente: Wikipedia.
Autorretrato de Rosa Bonheur con una vaca / Documento de solicitud para utilizar pantalones. Fuente: Wikipedia.

Como detallan desde Art History Project, mostró sus primeras obras en el salón con tan solo 19 años: Cabras y ovejas y Conejos mordisqueando zanahorias siendo las primeras de las pinturas de animales que la hicieron famosa. Durante los siguientes 15 años, se presentó en el salón y viajó a Londres, Escocia y los Pirineos. Dos obras de arte monumentales sellaron la fama de Rosa, Arando en Nevers, un encargo del gobierno en 1849, y cuatro años más tarde su obra más famosa, La Feria del Caballo.

placeholder Venado y cierva en un paisaje nevado. Fuente: Wikipedia.
Venado y cierva en un paisaje nevado. Fuente: Wikipedia.

Las mujeres todavía empezaban a entrar a las fábricas entre las que menos, así que aún no parecía haber necesidad de usar prendas cómodas, sin ornamentación. De hecho, no fue hasta 1911, que el modisto parisino Paul Poiret introdujo los pantalones como parte de sus esfuerzos por reinventar y "liberar" la moda femenina occidental.

Una cotidianidad llena de márgenes

Por supuesto que Poiret no inventó nada que las mismas mujeres no manejaran ya: si de algo les había servido el lenguaje de códigos y signos con el que durante siglos tuvieron que expresarse fue, precisamente, para adelantarse a cada supuesto avance que se hacía oficial. En 1850, la estadounidense Amelia Bloomer, una activista por los derechos de las mujeres y la primera directora y editora de un periódico para mujeres, popularizó el pantalón "bloomer" (pantalones holgados recogidos en los tobillos, similares a los pantalones "harén" de las mujeres que se usaban en Oriente Medio, y Asia oriental y central). Como ella, la cotidianidad estaba llena de márgenes que iban a dejar de serlo.

placeholder Retratos de Rebeca Bloomer con los pantalones que popularizó y acabaron llevando su nombre. Fuente: Wikipedia.
Retratos de Rebeca Bloomer con los pantalones que popularizó y acabaron llevando su nombre. Fuente: Wikipedia.

Siete años después, en Francia, Bonheur conseguía un permiso para vestir pantalones. En 1800, las autoridades del país galo habían prohibido el uso de pantalones por parte de las mujeres salvo algunas excepciones: durante el carnaval como parte de un disfraz, o en mujeres que tenían la expresa necesidad médica (certificable, por supuesto) de llevarlos. Para ello, había que solicitar un permiso de "travestissement", es decir, de travestismo.

placeholder Fotografías de Rosa Bonheur. Fuente: Wikipedia.
Fotografías de Rosa Bonheur. Fuente: Wikipedia.

Bonheur argumentó que la "ropa de hombre" le facilitaba visitar los campos, las granjas y los corrales; enfangarse, en definitiva, para poder pintar animales. El realismo lo requería, así que el gobierno lo aceptó. No obstante, dice Mateo Wills en Jstor, no fueron solo los pantalones los que le adjudicaron la fama de ambigua: Un día, fue arrestada en París por un policía que pensó que su pelo corto y su "aire desenfadado" correspondían a los de un hombre joven ataviado con vestido.

Una artista galardonada

Pasaba "largos días dibujando en el campo, en ferias de caballos e incluso en mataderos, de pie en charcos de sangre… En circunstancias tan ásperas e insalubres", señala van Slyke, "en las que estaba sola o completamente rodeada de hombres".

placeholder Bonheur en su estudio, llevando pantalones / Retrato. Fuente: Wikipedia.
Bonheur en su estudio, llevando pantalones / Retrato. Fuente: Wikipedia.

La apodaron la animalier o la pintora de animales, aunque otros trabajos de Bonheur que recibieron importantes elogios de la crítica y la atención del público fueron escenas humanas como la que recoge en Arando en el Nivernais (1849). Cuando eligió convertirse en la primera mujer pintora de animales, Rosa anunció que pretendía "criar a las mujeres" desde otros vértices. Lo hizo como mejor supo: rompiendo con los temas artísticos tolerados hasta entonces para las mujeres, es decir, el retrato, los bodegones o las flores.

Ganó la gran medalla cuando debutó en el Salón de París, la exposición de arte contemporáneo más importante del siglo. A partir de ahí, una serie de grandes éxitos definieron su carrera: vendió obras gigantescas por precios astronómicos y fue la primera mujer artista galardonada con la legión de honor, la más alta orden de mérito de Francia. "Quiero que el último acto de mi regencia se dedique a demostrar que la genialidad no tiene sexo. No quiero que formes parte de una 'bandada'", fueron las palabras que la emperatriz Eugenia le dedicó al entregarle la insignia.

Los animales eran su debilidad, y los pintaba sin descanso, uno tras otro. Con ellos se convirtió en una de las pintoras más reconocidas de su época. No era sencillo, como los animales, el panorama social acechaba pendiente de un instinto territorial. Para las mujeres, el espacio público no estaba permitido, o más bien no lo estaba la publicidad que el espacio les podía otorgar. Sin embargo, trazo a trazo, Rosa Bonheur se fue situando en el centro mismo del panorama cultural de la Francia de mediados del siglo XIX, así como quien acerca la mano al animal furioso.

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