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Dick Gregory: el legado de un activista afroamericano a través de la cocina vegetariana
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Objetivo del FBI

Dick Gregory: el legado de un activista afroamericano a través de la cocina vegetariana

Aún no existía el concepto de 'transversalidad' cuando este humorista estadounidense pasó de hablar sobre la situación de la población afroamericana para hacerlo sobre las recetas culinarias de la América negra con un mismo propósito

Foto: Fuente: Duke University Archives - Flickr
Fuente: Duke University Archives - Flickr

Cuando Pedro Sánchez afirmaba hace unas semanas su pasión por los chuletones no estaba empleando su visión personal acerca del consumo de carne (que también), sino la visión hegemónica que sostiene el sistema social actual y no precisamente desde tiempos recientes. Cuando políticos, activistas y científicos advierten del peligro que conlleva el consumo masivo de carne tampoco están empleando su visión personal (aunque también) para provocar un arduo debate, sino la visión alternativa al modelo instaurado que no contempla la naturaleza más que desde su explotación. Sin embargo, esa insaciante involuntad está ocasionando daños irreparables en el planeta, y entre ella, la ingesta de enormes cantidades de productos de origen animal, especialmente la carne, está acelerando el cambio climático: según un informe de Greenpeace publicado en 2019, “la ganadería es responsable de la emisión del 14,5% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), tanto como todos los coches, trenes, barcos y aviones juntos”. Asimismo, “el 80% de la deforestación en el Amazonia se atribuye a la actividad ganadera”. Organizaciones como esta llevan décadas advirtiendo de que “no podemos frenar el calentamiento global si no cambiamos el modo de producir y consumir carne y otros derivados animales”.

Sin embargo, y pese a ello, no es extraño que el presidente del Gobierno de España manifieste su gusto por la carne. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), España es el país de la Unión Europea que más carne consume. Nada menos que 98,79 kilos per cápita al año. Por detrás, aunque con cifras igualmente elevadas, se encuentran Portugal (94,68), Polonia (88,48) y Austria (86,59). A nivel mundial, Estados Unidos es el país donde más carne se come: 98,5 kilos por persona al año. “Aunque pensemos que la carne se está volviendo menos popular, el consumo en EE.UU. en 2018 estuvo cerca de su nivel más alto en décadas”, sostiene un artículo de la BBC. Basta ver estas listas para detectar que los países donde se consume más carne en todo el mundo son, en su mayor parte, algunos de los países más ricos del planeta.

Frente a esta narrativa individualista y etnocentrista que surge en torno a la comida se encuentran otras historias que vinculan la nutrición con la liberación, la reciprocidad que de muchos movimientos que podría tener su raíz en la figura de un comediante afroamericano. Además de la risa, a Dick Gregory le importaba el sentido de la risa: era un activista global de derechos humanos que hacía reír a la ausencia de derechos humanos, un icono del Movimiento de Derechos Civiles en Estados Unidos cuando se convirtió también, quizás sin saberlo, en un pionero de la alimentación.

placeholder Fuente: John Mathew Smith - Flickr
Fuente: John Mathew Smith - Flickr

"¿Por qué debemos convertirnos en vegetarianos?"

Todo lo que comemos tiene un enorme componente político desde el momento en que se cultiva o se cría para el caso de animales. De hecho, ya antes de cultivarse, antes de existir, hay un discurso atravesando su significado. Así que lo que parecen caminos paralelos están en realidad cruzándose constantemente. Gregory lo entendió así hace más de cincuencta años, y desde aquel momento pasó de hablar en sus conferencias sobre la situación de la población afroamericana para hacerlo sobre las recetas culinarias de la América negra. Y esto no cambiaba el curso de su discurso. Salud, política, economía y cultura conformaron el desarrollo de la pregunta que lanzaba al aire en los sesenta: ¿Por qué debemos convertirnos en vegetarianos? Mucho antes de que cualquier opción de nutrición sin animales tuviera cabida en los supermercados. “Aunque todavía no se llamaba ‘interseccionalidad’, discutir la interconexión de los innumerables problemas que enfrentan los afroamericanos era la norma y, para Dick Gregory, la comida era parte de esa conversación”, apunta la nutricionista estadounidense de salud pública y activista vegana Tracye Mcquiter en palabras del fotógrafo, historiador, artista y escritor afroamericano Anthony Barboza en un artículo para Bon Appetit.

Dick Gregory saltó a la fama en 1961, después de una aparición en el programa ‘The Tonight Show’ con Jack Paar (el late-night ahora presentado por Jimmy Fallon). Gregory había rechazado inicialmente su asistencia ya que el programa permitía que los artistas negros actuaran, pero no que se sentaran en el sofá para ser entrevistados. Tras su negativa, Paar le llamó personalmente para invitarlo a una entrevista en el sofá. Aceptó. Aquella entrevista fue revolucionaria: “Fue la primera vez que los estadounidenses blancos pudieron escuchar a una persona negra no como un artista, sino como un ser humano”, aseveró más tarde Gregory.

Según recoge un artículo del portal Atlas Obscura, este comediante activista era experto en usar el humor para mostrar la experiencia más cruenta de la población afroamericana en Estados Unidos, en una época en la que los ataques eran la base de la contrarrespuesta racista, que había endurecido la tensión en el país ante la defensa de sus comunidades racializadas. Gregory empleaba el sarcasmo al límite para que su discurso atravesara el odio. Por ejemplo, durante una actuación al principio de su carrera, bromeó diciendo: “La segregación no es del todo mala. ¿Alguna vez ha oído hablar de una colisión en la que las personas en la parte trasera del autobús resultaron heridas?"

Objetivo de la vigilancia del FBI

Fue precisamente su involucrada participación en las marchas colectivas de la comunidad afroamericana, en el debate combativo que en aquellos años se originó, lo que le llevó a hacerse vegetariano en 1965. Porque fuera de los clubes de comedia y los programas de televisión, Gregory seguía su lucha. Llegó a ser el maestro de ceremonias de un mitin de Martin Luther King Jr. en junio de 1961. La risa era la manera en que Gregory canalizaba el desastre. Ayudó en la búsqueda de los trabajadores de derechos civiles desaparecidos que fueron asesinados por el Ku Klux Klan en Mississippi durante la intensa marcha conocida como "Freedom Summer" en 1964, actuó en un mitin en la última noche de la marcha de Selma a Montgomery de 1965, realizó varias huelgas de hambre en protesta, también, contra la guerra de Vietnam, y fue detenido varias veces. Según apunta Shea Peters, “los estrechos vínculos de Gregory con líderes como King y el activista de Mississippi Medgar Evers lo llevarían a convertirse en objetivo de la vigilancia del FBI”.

Precisamente en 1965, cuando se encontraba en ojos de todos, Gregory canalizó la transversalidad de su discurso también en cuanto a su alimentación, entendiendo la dieta como una cuestión vinculada indisolublemente a los derechos civiles que defendía. “Había participado en todas las grandes y pequeñas manifestaciones de derechos civiles de principios de los sesenta. Bajo el liderazgo del Dr. King, me convencí de que la no violencia significaba oposición al asesinato en cualquier forma. Sentí que el mandamiento "No matarás" se aplicaba a los seres humanos no solo en sus tratos entre sí (guerra, linchamiento, asesinato, asesinato y cosas por el estilo), sino en su práctica de matar animales para comer y divertirse. Los animales y los humanos sufren y mueren por igual. La violencia causa el mismo dolor, el mismo derramamiento de sangre, el mismo hedor a muerte, el mismo asesinato arrogante, cruel y brutal”, escribió en sus memorias ‘Callus on my soul’, uno de los libros más vendidos en Estados Unidos.

En un principio, su enfoque hacia el vegetarianismo no tenía en cuenta la calidad de salud que conllevara. Según apunta MQuirte, “pesaba 300 libras, fumaba, bebía y comía en exceso”. Pero aquello cambió cuando en 1967 conoció Alvenia Fulton, un renombrado médico naturópata que una década atrás había abierto la primera tienda de alimentos vegetarianos saludables en Chicago. Fulton fue quien ayudó a Gregory a encauzar su conciencia de vida. Porque Gregory no había conocido hasta entonces la posibilidad de comer sano, sin dolor animal de por medio y, además, barato. Sabía los obstáculos socioeconómicos que existían para mantener una dieta saludable: había crecido en la pobreza, sin frutas ni verduras frescas a mano. Por eso estaba convencido de que era necesario un libro, pero uno que no culpabilizara a las personas ni las hiciera sentir responsables absolutas de su alimentación.

placeholder Fuente: Good Reads
Fuente: Good Reads

Recetas vegetales y remedios naturales

Así creó en 1974 su ‘Dick Gregory’s natural diet for folks who eat: cooking with mother nature’: un conjunto de recetas a base de plantas que todavía en la actualidad continua siendo una referencia en las dietas de los afroamericanos así como en los vegetarianos de Estados Unidos. Entre sus páginas, las listas de ingredientes y los pasos para hacer con ellos platos saludables de todo tipo contienen un valor que trasciende el ámbito culinario. Junto con la nutricionista Alvenia Fulton, Gregory reunió recetas vegetales y remedios naturales para dolencias comunes: desde comidas elaboradas para celebraciones hasta curas para el dolor de cabeza, una idea de dieta natural para subir o bajar de peso, incluso recetas para elaborar leches no lácteas caseras (sí, como esas de las que tanto se habla en la actualidad) así como planes de alimentación semanales. Para este referente de tantas luchas en una sola, los lectores podrían no tener los mejores recursos, pero ya era un gran paso que pudieran tener la mejor información.

Un manual como un grito que todavía hoy es sostenido. La lucha y la resistencia de Gregory continua tras su muerte en 2017. Muchas cosas han cambiado desde aquel 1974, en Estados Unidos y en el resto del mundo. Tal vez Gregory se sorprendería si se topase ahora con todas las opciones de leches vegetales que pueden encontrarse en los supermercados, o con la cantidad de referentes para una cocina sin dolor animal que se encuentran en las redes sociales, pero el mundo globalizado no ha advertido todavía en las problemáticas que este activista enlazaba en una única frase: los derechos de las personas racializadas siguen siendo cuestionados y peleados, las personas negras siguen siendo asesinadas, la visión etnocentrista sigue rigiendo en las mesas de casas y congresos. Aún existen obstáculos para llevar un estilo de vida saludable basado en plantas, la desigualdad sigue sosteniendo el sistema social en el que los productos animales siguen siendo más accesibles y baratos en los países enriquecidos en los que, sin embargo, crecen las desigualdades.

Cuando Pedro Sánchez afirmaba hace unas semanas su pasión por los chuletones no estaba empleando su visión personal acerca del consumo de carne (que también), sino la visión hegemónica que sostiene el sistema social actual y no precisamente desde tiempos recientes. Cuando políticos, activistas y científicos advierten del peligro que conlleva el consumo masivo de carne tampoco están empleando su visión personal (aunque también) para provocar un arduo debate, sino la visión alternativa al modelo instaurado que no contempla la naturaleza más que desde su explotación. Sin embargo, esa insaciante involuntad está ocasionando daños irreparables en el planeta, y entre ella, la ingesta de enormes cantidades de productos de origen animal, especialmente la carne, está acelerando el cambio climático: según un informe de Greenpeace publicado en 2019, “la ganadería es responsable de la emisión del 14,5% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), tanto como todos los coches, trenes, barcos y aviones juntos”. Asimismo, “el 80% de la deforestación en el Amazonia se atribuye a la actividad ganadera”. Organizaciones como esta llevan décadas advirtiendo de que “no podemos frenar el calentamiento global si no cambiamos el modo de producir y consumir carne y otros derivados animales”.

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