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La leyenda del hombre caimán que vive en el Caribe
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una historia digna de gabo

La leyenda del hombre caimán que vive en el Caribe

Se llamaba Saúl Montenegro y su afición era espiar a las mujeres plateñas que se bañaban en las aguas del río Magdalena...

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Gabriel García Márquez ya hacía referencia en sus historias a las peculiares leyendas del Caribe, desde cadáveres de niñas a las que les seguía creciendo el pelo después de morir a lugares fantásticos como Macondo, y quizá tampoco inventaba tanto en realidad. De entre todas esas leyendas hay una especialmente curiosa: hace mucho tiempo existió un pescador bastante libidinoso y mujeriego llamado Saúl Montenegro que tenía por afición espiar a las mujeres plateñas que se bañaban en las aguas del río Magdalena, un río de Colombia que desemboca en el mar Caribe.

Así comienza la historia de El hombre Caimán, una leyenda frecuente que suele contarse en la población ribereña de Plato, Magdalena, en la Costa Caribe colombiana.

Saúl, que preveía que podía ser descubierto, se desplazó a la Alta Guajira para que un brujo le preparara una pócima que le convertiría temporalmente en caimán, de manera que así las bañistas no sospecharían de él y podría admirarlas desnudas a voluntad. El brujo preparó dos pócimas, una roja que le convertiría en caimán y una blanca que le volvería hombre de nuevo.

Dice la canción: "Voy a empezar mi relato / con alegría y con afán / que en la población de Plato / se volvió un hombre caimán..."

Durante un tiempo Montenegro disfrutó de su nuevo 'superpoder', tomando unas gotas del brebaje e introduciéndose en el río para espiar a las plateñas. Generalmente le acompañaba un amigo que era el que le daba la pócima blanca, pero un día no pudo acudir a la cita y a Montenegro le acompañó otro colega, que al ver cómo se convertía en caimán se asustó, dejando caer la botella blanca con el líquido que lo convertía en hombre de nuevo. Antes de derramarse por completo, algunas gotas del líquido le salpicaron la cabeza, pero no el resto de su cuerpo, por lo que quedó eternamente convertido en un ser mitad humano, mitad caimán. Desde ese momento las mujeres dejaron de frecuentar el río por el miedo que les producía esa extraña criatura.

placeholder La costa del Caribe.
La costa del Caribe.

Y de hecho, en Plato se celebra anualmente el Festival de esta extraña criatura e incluso existen una plaza y un monumento en su honor, que son patrimonio cultural. Además, José María Peñaranda inmortalizó a la curiosa figura en una canción: "Voy a empezar mi relato / con alegría y con afán / que en la población de Plato / se volvió un hombre caimán", lo que sirvió para darle aún más popularidad.

El brujo preparó dos pócimas, una roja que le convertiría en caimán y una blanca que le volvería hombre de nuevo...

Pero, ¿cómo surgió esta extraña leyenda? Según explica el diario 'El Tiempo', habría que remontarse al año 1940, en plena Segunda Guerra Mundial. En Plato vivía un abogado llamado Virgilio Di FIlippo, que además era profesor, periodista, sacristán y escritor, e incluso tocaba el órgano en la iglesia parroquial, por lo que participaba activamente en la vida del pueblo. El 5 de julio de aquel año, a la dirección del periódico El Heraldo, de Barranquilla, llegó una carta que aseguraba que en un campamento petrolero había aparecido un animal que presentaba forma de hombre y de caimán al mismo tiempo.

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Aunque en un principio los vecinos de la zona se lo tomaron a chiste o habladuría, la carta asegura que la propia madre del hombre caimán apareció en escena para contar... una historia curiosamente parecida a la leyenda que ha llegado a oídos de los caribeños, la historia de un pobre hombre embrujada y obligado a permanecer nadando por el río sin descanso, asustando a todo aquel que se cruce con él. Una leyenda llena de magia, sin duda, que podría ser el comienzo de alguna historia acontecida en el mismísimo Macondo.

Gabriel García Márquez ya hacía referencia en sus historias a las peculiares leyendas del Caribe, desde cadáveres de niñas a las que les seguía creciendo el pelo después de morir a lugares fantásticos como Macondo, y quizá tampoco inventaba tanto en realidad. De entre todas esas leyendas hay una especialmente curiosa: hace mucho tiempo existió un pescador bastante libidinoso y mujeriego llamado Saúl Montenegro que tenía por afición espiar a las mujeres plateñas que se bañaban en las aguas del río Magdalena, un río de Colombia que desemboca en el mar Caribe.

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