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El lugar del tesoro está oculto en este código: nadie lo ha resuelto aún
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EL BOTÍN MÁS ANTIGUO

El lugar del tesoro está oculto en este código: nadie lo ha resuelto aún

Thomas J. Beale era un intrépido aventurero que decidió enterrar un cofre en algún punto del estado de Virginia. Nada más y nada menos que 60 millones de dólares

Foto: En algún lugar de la Virginia profunda... (iStock)
En algún lugar de la Virginia profunda... (iStock)

Si tu especialidad es el criptoanálisis o descifrar códigos ocultos, tal vez debas viajar a Estados Unidos para sumarte a una de las más intrépidas hazañas de más de dos siglos de antigüedad. El tesoro del aventurero Thomas J. Beale, de hace casi 200 años y valorado en 60 millones de dólares, sigue siendo uno de los mayores retos a los que se enfrentan los cazatesoros: nada más y nada menos que 1.039 kilos de oro, 2.313 kilos de plata y 1,5 millones de dólares en joyas preciosas.

Beale fue un aventurero del siglo XIX que supuestamente descubrió oro y plata en un viaje de caza cerca de la moderna frontera entre Nuevo México y Colorado. Según los informes, llevó sus riquezas hasta el estado de Virginia y allí las enterró ocultando los detalles de su ubicación, contenido y herencia en tres series de cifras distintas. Por el momento, solo una de esas tres ha sido desvelada. Criptoanalistas de todo el mundo e investigadores están viajando al estado norteamericano para intentar descifrar aquella que indica la misteriosa localización del tesoro, esta que viene a continuación:

placeholder La serie de cifras que indica el lugar del tesoro de Thomas J. Beale. (Lucy Quintanilla)
La serie de cifras que indica el lugar del tesoro de Thomas J. Beale. (Lucy Quintanilla)

Si eres capaz de adivinarla, ya estás haciendo el macuto y comprando un billete de avión. Las pistas: cada dígito representa una letra del alfabeto, que se puede encontrar al numerar las palabras en un texto "clave". Por ejemplo, si el texto clave es el libro 'Stiff' de Mary Roach, solo hay que numerar las palabras del libro. Dos cifras: 87 y 118. La palabra número 87 del libro es la letra "h"; la 118, la "i". Eso quiere decir que ambas hacen "hi", que en inglés viene a decir "hola". Y aquí está lo difícil y más misterioso de todo: no se sabe cuál es el texto clave al que se hacen referencia los números.

Durante los dos últimos siglos, los intentos de resolver estos códigos han resultado un fracaso. A finales del siglo XIX, un criptoanalista aficionado tropezó con el texto clave de la segunda serie de código: la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos. Esto le permitió conocer la frase inicial: "He depositado en el condado de Bedford, a unas cuatro millas de Buford, en una excavación o bóveda, a seis pies por debajo de la superficie del suelo... " Al final, se dio con su mensaje: una descripción detallada del contenido del tesoro. Además, el texto revelaba que la ubicación del botín se encontraba cifrada en la serie número uno: "El documento número uno describe la localización exacta de la bóveda para que no haya dificultades a la hora de encontrarla".

Un hombre saltó de la cama porque había soñado con el punto exacto del tesoro y cogió el coche hacia allí, pero no había rastro del botín

La Compra de Luisiana, las obras de Shakespeare, la Carta Magna, la Doctrina Monroe, la propia Constitución de los Estados Unidos, el Padre Nuestro, los cantos de Salomón, el Libro de los Salmos, incluso periódicos locales antiguos... diversos criptoanalistas profesionales y aficionados han indagado en los textos más representativos de la época en la que vivía Beale para hallar la clave pero hasta el momento ninguno ha dado con él.

Como todos los buenos acertijos, los códigos de Beale tienen algo de adictivo para la gente curiosa. Pero a diferencia del resto de acertijos, si resuelves este en concreto, podrías ser millonario. De ahí que en los últimos 70 años, muchísima gente haya partido a la Virginia rural para hallar el tesoro. Tal y como cuentan los titulares de periódicos, toda búsqueda ha resultado en vano, aquí recopilados por 'Mental Floss'. Por ejemplo, un contratista de refrigeración de Chicago, quien estaba seguro de haber descifrado las cifras en solo cinco días y que convenció a los funcionarios locales para que excavaran un cementerio sin tumbas.

Una vez llegas a él, no puedes sacarlo de tu vida. Vives obsesionado con la idea de encontrarlo

También está el caso de un hombre de Texas que condujo con toda su familia hasta Virginia simplemente para pedir prestado un mapa de rutas que creía que le llevaría hasta el tesoro. Otro hombre de Massachusetts saltó de la cama porque había soñado con el punto exacto del tesoro, cogió el coche hacia allí pero no, no estaba. Casi todos los intrépidos aventureros que creyeron saber el paradero de la fortuna son hombres. Excepto una mujer de Pensilvania llamada Marilyn Parsons, quien cobró un cheque por discapacidad en 1983 y alquiló una retroexcavadora para probar su teoría de que el tesoro estaba enterrado en una parcela sin marcar de un cementerio de la iglesia. Al desenterrar un ataúd y huesos humanos fue arrestada y se le invitó a no volver a Virginia en el resto de su vida.

Se especula con que la búsqueda del tesoro maldice a todo aquel que intenta buscarlo; de hecho, muchos de ellos terminaron en quiebra. Es lo que le pasó al que logró descifrar la segunda serie de dígitos de Beale. Al hacerlo, se embarcó en una aventura que le hizo abandonar a toda su familia y amigos para dar su vida entera por encontrar el tesoro. Peter Viemister, un escritor de Bedford que escribió el libro 'The Beale Treasure: A History of a Mystery', asegura para 'Mental Foss': "Una vez llegas a él, no puedes sacarlo de tu vida. Vives obsesionado con la idea de encontrarlo. Al igual que las drogas o los juegos de azar, puede llevar a una persona vulnerable a apostar todo por ese sueño".

Si hubiera dedicado tantas horas a estudiar medicina, seguramente habría sido el mejor neurocirujano del mundo

Hay familias que se han derrumbado, cuentas bancarias que se han evaporado y personas despedidas de sus empleos. Todo por dar con el tesoro. Un hombre, Stan Czanowski, gastó 70.000 dólares durante siete años en bulldozers y dinamita. Un editor de la American Cryptograph Association pasó tanto tiempo concentrado en las cifras que lo despidieron. Para el prestigioso investigador Richard Greaves, que ahondó en la historia de Beale durante décadas, fue "la peor decisión" de su vida: "Si hubiera dedicado tantas horas a estudiar medicina, fácilmente me habría convertido en el mejor neurocirujano del mundo".

Cazadores de tesoros. Investigadores. Criptoanalistas. El misterio ha derrotado a todos los que se le han acercado, y sin embargo, pese a todo, sigue habiendo gente que afirma con regularidad haber encontrado la "X" que marca el lugar exacto. Un trabajador siderúrgico de Pensilvania realizó 36 viajes al condado de Bedford antes de afirmar que encontró una bóveda de tesoros vacía debajo de una cámara de hielo abandonada. En 1989, el aventurero Mel Fisher, quien descubrió anteriormente 40 toneladas de oro y plata en los Cayos de Florida, no pudo encontrar el botín, pero insistió en que cavó en el lugar correcto y que el tesoro "había sido movido".

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Foto: iStock.

El coronel J. J. Holland condujo más de 241.400 kilómetros y gastó una incontable fortuna en gasolina, alojamiento y equipo de excavación porque estaba seguro de conocer el paradero exacto del tesoro. Pero a medida que su salud empeoraba y las posibilidades de encontrarlo se evaporaban, el jadeante coronel hizo una sorprendente afirmación que echaba por tierra todos sus años de pesquisas: según él, descifró los códigos y el tesoro era falso, según informó el diario local 'The Virginian-Plot'.

No es el único; muchos más aventureros prefirieron dar por resuelto el misterio que admitir su derrota. La búsqueda, después de todo, es más que un hobby o una preocupación, es una obsesión arraigada. Declarar el caso cerrado no solo valida el esfuerzo realizado, sino que también su propósito vital. "Las personas que creen que saben con certeza dónde está, son más propensas a no excavar porque no quieren reventar su sueño", explica Ed Easterling, un experto en la historia de Beale y su botín. "Disfrutan de la euforia de pensar que saben su paradero, porque si van y no está allí, su sueño se haría pedazos".

Ha venido mucha gente y me ha dicho: Sé dónde está", pero dejé de prestarles atención

En una ocasión, Easterling recibió la llamada de un señor que afirmó haber sido visitado por Jesús de Nazaret en sueños diciéndole dónde se encontraba el tesoro. Un año después, el mismo hombre llamó con noticias frescas: Jesús había cambiado de opinión y el tesoro no se encontraba allí donde le dijo la primera vez. Pocas personas saben tanto sobre el misterio de Beale como Easterling. Él vivió cerca de Montvale desde su infancia y se ha pasado la vida hablando con veteranos que lo intentaron. Ha estudiado mapas y deambulado por el bosque en busca de carreteras abandonadas por las que Beale habría viajado alguna vez. Escribió un libro sobre el botín que dudó publicar, ya que temió que pudiera difundir una obsesión que llevara a muchas familias a la ruina.

Está seguro de que el tesoro de Beale reside enterrado en algún lugar debajo de sus pies. Incluso posee un detector de metales. Sin embargo, cuando 'Mental Foss' se puso en contacto con él para conocer la historia, Easterling concluyó, totalmente resignado: "Ha venido muchísima gente a mí que siempre me ha dicho: 'Sé dónde está enterrado'", suspira. "Ya he dejado de prestarles atención".

Si tu especialidad es el criptoanálisis o descifrar códigos ocultos, tal vez debas viajar a Estados Unidos para sumarte a una de las más intrépidas hazañas de más de dos siglos de antigüedad. El tesoro del aventurero Thomas J. Beale, de hace casi 200 años y valorado en 60 millones de dólares, sigue siendo uno de los mayores retos a los que se enfrentan los cazatesoros: nada más y nada menos que 1.039 kilos de oro, 2.313 kilos de plata y 1,5 millones de dólares en joyas preciosas.

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