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"Mi padre era un narco": la hija de un capo de la droga lo cuenta todo en un libro
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UNA VIDA DE PELÍCULA

"Mi padre era un narco": la hija de un capo de la droga lo cuenta todo en un libro

Tyler Wetherall vivió en el seno de una familia en fuga. Durante una década, huyeron del FBI y fueron los más buscados en todo el mundo

Foto: Tyler Wetherall, en una foto de perfil de su página web. (Sammy Deigh)
Tyler Wetherall, en una foto de perfil de su página web. (Sammy Deigh)

“Vais a dejar de ver a papá durante un tiempo. Ha tenido que dejar el país por motivos legales. Algo que necesita explicaros él mismo en persona”. Así comunicaba Sarah Wetherall a sus hijas de 11 y nueve años la noticia que nunca podrían entender debido a su corta edad. Era 1993 y un padre de familia llamado Benjamin Glaser escapaba de la policía como alma que lleva el diablo. En un plazo de un año y pocos meses, sería arrestado por el FBI en la soleada y tranquila villa de Santa Lucía, un pequeño Estado insular ubicado en el mar Caribe, al norte de San Vicente y las Granadinas.

Se podría decir que el amor que sentía por su mujer y sus hijas fue su talón de Aquiles: el deseo irrefrenable de volver a verlas hizo que finalmente Glaser tuviera que pagar por todos sus pecados del pasado. Entre ellos, burlar a las unidades policiales de detección y control de drogas, así como a las agencias de inteligencia norteamericanas. La razón, tráfico ilegal de 30 toneladas de marihuana asiática traída hasta las costas de San Francisco, California. Más de 20 años después de aquella aciaga tarde en que fue arrestado, la reputada periodista y escritora Tyler Wetherall publica ahora un libro autobiográfico titulado 'No Way Home', en donde narra la trepidante historia de su padre, uno de los fugitivos del hampa más buscados.

Era el tiempo de la guerra contra las drogas de Ronald Reagan. Si te cazaban, las represalias serían mucho más que severas

Lo que parece una historia propia de la famosa y exitosa serie de ficción 'Breaking Bad' resulta que es real. Era el otoño de 1993, las hermanas volvían de sus clases en la escuela y llegaron a casa, como siempre, cansadas y hambrientas tras un largo día. Pero algo andaba mal. Dos desconocidos trajeados hablaban con su madre en la cocina con la barbilla enterrada en el pecho y los ojos penetrantes, en una clara expresión de sospecha. “Inmediatamente supimos que algo iba mal”, recuerda Tyler Wetherall de aquella funesta tarde cuando no contaba con 10 años. Aquellos hombres no eran más que detectives de Scotland Yard en busca de Benjamin Glaser, su padre, el cual llevaba los últimos ocho años huyendo de la acusación de “actividad criminal continuada”.

placeholder Portada del libro 'No Way Home', de Tyler Wetherall.
Portada del libro 'No Way Home', de Tyler Wetherall.

“Era la guerra contra las drogas de Ronald Reagan”, comenta Wetherall a 'The New York Post'. “Si te cazaban, las represalias serían mucho más que severas”. La hija de uno de los capos más buscados por el FBI describe cada uno de los difusos recuerdos de su infancia nómada viviendo en 13 hogares diferentes repartidos por cinco países. Nacida en octubre de 1983 en San Francisco, su padre acababa de crear un negocio de importación de 'la planta de la risa' que iba de un lado a otro del Pacífico. Pronto, el FBI comenzó a vigilar todos sus movimientos con lupa y a observar de cerca a su familia.

El negocio ilegal les había hecho ganar una auténtica fortuna, pero la perenne vigilancia de los agentes les puso lo suficientemente nerviosos como para abandonar su lujosa residencia californiana y emigrar a la soleada Roma. Desde Italia, se mudaron a Portugal. Meses después, viajaron al sur de Francia, buscando un sitio recóndito en el que nadie pudiera encontrarles. Lo hallaron, y una mañana llegaron al cuco y exclusivo enclave de Mougins, la comuna francesa en la que murió el genio Pablo Picasso, y cuya residencia compartieron con otros fugitivos y criminales, como el dictador haitiano exiliado 'Papa Doc' Duvalier y el traficante de armas saudí Adnan Khashoggi.

Fue un padre increíble. Muchos hombres en su situación habrían abandonado a sus familias, pero él quería formar parte de nuestras vidas

“Estábamos rodeados de dinero y riquezas”, asume Tyler. “Cómo todos vivían de esa forma, sentí que era algo normal”. Su padre intercambiaba información con los criminales para pedirles consejo en temas relativos a llevar una vida al margen de la ley: por ejemplo, cómo llevar a tu hijo a la escuela con un nombre falso o cómo gastar dinero negro sin que se note, por poner algunos ejemplos. Todo este modo de vida fue demasiado para la madre de la chica y esposa de Glaser, quien acabó pidiendo el divorcio y llevándose a sus retoños a Reino Unido dos años después, en 1987.

Me sentía destrozada. Cada año pedía después de soplar las velas de cumpleaños que volvieran a estar juntos”. Tyler Wetherall quería y añoraba mucho a su padre. A partir de entonces, la niña ya solo pudo verle los fines de semana o muy de vez en cuando.

placeholder Una vista de la ciudad del sur de Francia Mougins. (iStock)
Una vista de la ciudad del sur de Francia Mougins. (iStock)

Los siguientes tres años fueron de lo más surrealistas. La familia estaba convencida de que sus líneas telefónicas estaban intervenidas. Siempre había alguien siguiéndoles. La comunicación entre ellos se volvió tan difícil que ya solo podían comunicarse con su progenitor por cartas. “Nunca nos dijo dónde se encontraba. Sabíamos que no debíamos preguntárselo”, admite la periodista. “Muchos hombres en su posición habrían abandonado a su mujer e hijas, pero mi padre todavía quería formar parte de nuestras vidas. Fue un padre increíble, a pesar de que tomó algunas decisiones bastante imprudentes”, señala.

El deseo de mantenerse en contacto con ellas fue su perdición. “La noche de mi duodécimo cumpleaños recibió una llamada frenética de mamá diciendo que le estaban persiguiendo, a punto de darle caza”, relata Wetherall. Las tres fueron puestas en el siguiente vuelo hasta su casa de Reino Unido y Glaser volvió a escaparse. Pero esta vez no tendría tanta suerte. Después de pasar cuatro meses viajando por Europa, regresó a la isla de Santa Lucía, donde finalmente le arrestaron.

Foto: Los retratos robot del asesino proporcionados por el FBI.

Condenado en California a 10 años de prisión, al final se le redujo la pena a cinco años y 10 meses. En todo momento aseguró que su actividad de narcotraficante no tuvo ningún coste humanitario ni provocó víctimas. Ahora es un asesor de inversiones que vive al norte de la región. Sarah, su mujer, está jubilada y reside en el Reino Unido. “Hubo momentos en los que me enfadé mucho con él. Tener a un padre en prisión trae consigo una enorme sensación de vergüenza”, explica Tyler. Sin embargo, ha hecho las paces con él, especialmente después de pasar tantos meses a su lado para escribir el libro. “Le admiro muchísimo”, concluye. “Es un auténtico aventurero”.

Ahora, la vida ha deparado grandes proyectos y alegrías a la joven Wheterall. Es periodista 'freelance' y escritora con una sólida experiencia a sus espaldas. Sus trabajos han aparecido en grandes medios de comunicación, como 'The Guardian' o 'Vice', entre otros. En 2015 ganó el Premio Internacional de Escritora del Año Alan Lodge, concedido por la revista 'The Spirits Business'.

“Vais a dejar de ver a papá durante un tiempo. Ha tenido que dejar el país por motivos legales. Algo que necesita explicaros él mismo en persona”. Así comunicaba Sarah Wetherall a sus hijas de 11 y nueve años la noticia que nunca podrían entender debido a su corta edad. Era 1993 y un padre de familia llamado Benjamin Glaser escapaba de la policía como alma que lleva el diablo. En un plazo de un año y pocos meses, sería arrestado por el FBI en la soleada y tranquila villa de Santa Lucía, un pequeño Estado insular ubicado en el mar Caribe, al norte de San Vicente y las Granadinas.

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