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El misterioso reloj de los 10.000 años que han contruido bajo una montaña
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El misterioso reloj de los 10.000 años que han contruido bajo una montaña

El magnate Jeff Bezos, fundador de Amazon, costea la construcción de un ingenio que mide el tiempo en años, siglos y milenios para reflejar "el pensamiento a largo plazo"

Foto: El reloj que mide el tiempo en largos periodos. (The Long Foundation)
El reloj que mide el tiempo en largos periodos. (The Long Foundation)

Ya está terminado el reloj de los 10.000 años. Un ingenio bajo una montaña perdida en Sierra Diablo, en el estado de Texas, que tiene una manecilla para los años, otra para los siglos y un cuco que asoma la cabecita para gorgear cada milenio. Es fruto de una idea que tuvo el ingeniero del MIT Danny Hills en 1986 y que ha sido posible hacer realidad gracias a los 42 millones de euros que ha aportado el presidente de Amazon Jeff Bezos. El invento se terminó de instalar el pasado día 20 de febrero y está pensado para durar diez siglos. Una metáfora del “pensamiento a largo plazo”, en palabras de Bezos.

El fundador de Amazon fue quien hizo pública la buena nueva: “Ya está siendo instalado. 150 metros de altura, completamente mecánico, impulsado por los ciclos térmicos del día y la noche, sincronizado con el mediodía solar”, tuiteó el magnate. "La instalación ha comenzado, un símbolo para el pensamiento a largo plazo", escribió en su cuenta.

Todo el mundo señala a Bezos como el propietario de “la criatura”, aunque él se ha limitado a donar el terreno y 42 millones de euros de su propio bolsillo. El proyecto lo lidera The Long Now Foundation. El primer prototipo del reloj de Hills se terminó en 1999, justo a tiempo de “cantar” el cambio de milenio en 2000, aunque realmente el cambio se produjera en 2001. Ese reloj predecesor está ahora expuesto en el Museo de Ciencias de Londres.

Las piezas están siendo instaladas en el corazón de la montaña, a 150 metros de profundidad y en un terreno complicado

A Bezos le gustó la idea y atendió a la aspiración de Hills de contruir su reloj a lo bestia, a gran escala. Así, el magnate donó una montaña hueca en un terreno árido al oeste de Texas, donde también pretende levantar un puerto espacial de Blue Origin. Hay otros relojes similares en proyecto, pero este es el primero en entrar en funcionamiento.

El complejo mecanismo ha sido fabricado entre California y Seattle con materiales pensados para aguantar en el tiempo, pero sin demasiado valor. Lo primero tiene por objeto que el reloj dure mucho en el tiempo y lo segundo, que los ladrones no se sientan atraídos por sus componentes. Las piezas están siendo instaladas en el corazón de la montaña, a 150 metros de profundidad y en un terreno complicado. Se trata de que esté protegido de las inclemencias del tiempo y muy alejado de un entorno urbano (el aeropuerto más próximo se encuentra a varias horas en coche).

Uno de los más imprecisos

El ingenio de Hills funcionará de manera mecánica con un gran peso que cuelga de su engranaje. Se alimentará de energía térmica que capture los cambios de temperatura entre el día y la noche. Su razón de ser es la medida del tiempo en periodos muy largos. Una circunstancia que lo convertirá, probablemente, en uno de los menos precisos del mundo, según aprecia en ‘The Conversation’ de Graeme A. Forbes. Para garantizar su precisión habrá que recalibrarlo por la noche cada día, de tal modo que en el mejor de los casos irá 12 horas a destiempo. Una circunstancia que no necesariamente es mala, según el autor del artículo. "El reloj de los 10.000 años es fundamentalmente simbólico, más que un objeto práctico. Nos obliga a pensar a largo plazo y más allá de lo que ahora ocupa la agenda del día".

Ya está terminado el reloj de los 10.000 años. Un ingenio bajo una montaña perdida en Sierra Diablo, en el estado de Texas, que tiene una manecilla para los años, otra para los siglos y un cuco que asoma la cabecita para gorgear cada milenio. Es fruto de una idea que tuvo el ingeniero del MIT Danny Hills en 1986 y que ha sido posible hacer realidad gracias a los 42 millones de euros que ha aportado el presidente de Amazon Jeff Bezos. El invento se terminó de instalar el pasado día 20 de febrero y está pensado para durar diez siglos. Una metáfora del “pensamiento a largo plazo”, en palabras de Bezos.

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