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La cara oculta de la renta básica: lo que revela el experimento finlandés
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¿800 euros al mes para todo el mundo?

La cara oculta de la renta básica: lo que revela el experimento finlandés

El país nórdico está estudiando la aplicación de esta medida a todos los ciudadanos, sin tener en cuenta sus ingresos, y probablemente a cambio de eliminar las prestaciones sociales

Foto: El primer ministro finladés, Juha Sipilä, impulsor de la renta básica. (Efe / Stephanie Lecocq)
El primer ministro finladés, Juha Sipilä, impulsor de la renta básica. (Efe / Stephanie Lecocq)

Finlandia es uno de los países de referencia para muchas de las economías del sur de Europa, y no sólo por su celebrado modelo educativo. Las prestaciones sociales que concede a sus nacionales, típicas del viejo Estado del bienestar, promueven un nivel de protección admirado y deseado por un buen número de ciudadanos europeos y mundiales. Sin embargo, el país está a la baja. El número de parados no es preocupante si lo comparamos, por ejemplo, con España, pero va en aumento, lo cual perturba especialmente a una población no acostumbrada a ello. Los ribetes xenófobos también crecen, producto de la vinculación entre población inmigrante y pérdida de oportunidades laborales para los locales que dio el éxito electoral al partido nacionalista Verdaderos Finlandeses, y la sensación de ser una sociedad en declive preocupa notablemente a sus habitantes. El primer ministro finlandés, Juha Sipilä, vencedor en las elecciones del pasado abril, ha iniciado una política de recortes que se vive con cierta angustia, porque parecía que nunca les iba a tocar a ellos.

Hace pocos días, Sipilä, un ingeniero millonario que se decidió a dar el salto a la política, hizo pública la posibilidad de implantar la renta básica universal en Finlandia, que tendría una cuantía de 800 euros mensuales, y que se concedería con independencia del nivel de ingresos. Gran parte de la población ve con simpatía esta medida, que la entiende no sólo como una forma de luchar contra la pobreza y de estabilizar la sociedad, sino como una posibilidad interesante para aumentar los niveles de consumo privado.

La renta básica cobra fuerza de nuevo, ya que muchos expertos señalan que gran parte del trabajo desaparecerá en poco tiempo

Sin embargo, como señala el diario 'Libération', esta medida podría implantarse no como una ayuda añadida a los beneficios sociales que ya se perciben, sino como sustitución de ellos. De momento, la idea se halla bajo estudio, y sus formas de aplicación concretas están aún por delimitarse. A finales de 2016, el gobierno finlandés se pronunciará sobre si la llevará a la práctica, con las reformas de la fiscalidad y de protección social que apareje, o si preferirá abandonarla. De momento, el gobierno llevará a cabo un experimento, similar a los de Utrecht y de Canadá, en el que un pequeño grupo de finlandeses recibirá 550 € al mes.

Una revolución radical en el empleo

La renta básica, una idea del siglo XVIII cuya paternidad pertenece a Thomas Paine, tiene como primer objetivo no sólo mejorar el nivel de vida de los hombres, sino proporcionarles un mínimo indispensable para subsistir. La mayoría de sus apologistas insisten en este punto, señalando que su puesta en práctica nos permitiría eludir la miseria y gobernar mejor nuestro tiempo de vida. La idea vuelve a estar presente en nuestras sociedades, y no sólo porque muchos teóricos hayan abogado recientemente por ella o porque Podemos amagara con incluirla en su programa, sino porque otras formaciones de signo contrario a la de Pablo Iglesias barajan también propuestas similares.

Sin embargo, su popularidad última proviene de una perspectiva de futuro: en la medida en que muchos expertos señalan que gran parte del trabajo desaparecerá en pocas décadas (se perderán el 47% de los empleos) y que las innovaciones en robótica, software e inteligencia artificial convertirán mucha mano de obra en prescindible, la renta básica universal se revela, desde esta perspectiva, como la mejor solución para que la revolución radical en el terreno laboral no acabe traspasándose a las sociedades: un mundo en el que sólo la mitad de la población tendría oportunidad de trabajar, y con ello de asegurarse la supervivencia, se antoja altamente explosivo.

Quizá lo que se esté buscando es reducir los gastos que el Estado debe realizar y no proporcionar un salario de supervivencia al conjunto de la población


Pero la versión finlandesa de la renta básica también puede ir en otra dirección. Si tal y como señala 'Libération' la propuesta de Sipilä incluye la eliminación de otros mecanismos de protección institucionales a cambio de su percepción, supondría mucho más una forma de abaratar la factura estatal que de beneficiar a los ciudadanos. Quizá lo que se esté buscando es reducir los gastos que el Estado debe realizar y no proporcionar un salario de supervivencia al conjunto de la población. Si esto fuera así, además, incluiría en un plus de injusticia, ya que al concederla universalmente, sin tomar en cuenta el nivel de ingresos, podrían subir los precios, haciendo la vida más cara para los desfavorecidos, lo cual empeoraría su situación en lugar de mejorarla.

La versión liberal

Hay que tener en cuenta que la RB, defendida sobre todo desde posiciones progresistas, también puede ser bien vista desde el otro lado del espectro político. Como se aseguraba recientemente en 'El Confidencial', la implantación de esta medida “tendría sentido desde un punto de vista liberal, e incluso gente tan poco sospechosa de pertenecer a la extrema izquierda como Richard Nixon o Milton Friedman han defendido propuestas similares: En su caso, era un ingreso sustitutivo del resto de prestaciones del Estado, en plan 'yo le doy 40 duros y viva como quiera'. Era neoliberalismo llevado al extremo”.

Cada cual escoge en qué gastarse la prestación en lugar de estar sometido a la tutela de papá Estado

La idea de fondo que yace en estas posturas es la siguiente: en lugar de que exista educación, sanidad o paro estatales, cada cual recibe esos ingresos y los invierte como quiere. Puede optar por pagar un seguro sanitario, por un seguro de desempleo o por llevar a sus hijos a un buen colegio, o por no hacerlo y gastar íntegramente la prestación, porque cada uno escoge sus prioridades y elige su destino. En lugar de estar sometidos a la tutela del Estado, cada ciudadano optaría libremente por hacer aquello que más le conviene. El problema de estas posturas, sin embargo, es que evitan las condiciones materiales que hacen posible tomar decisiones: si es el único dinero que se recibe, es difícil destinarlo a otra cosa que la mera supervivencia.

La aplicación de la renta básica en Finlandia será muy relevante, tanto porque si finalmente se lleva a cabo puede ser un empujón a su implantación en otros países, como por la dirección que tome, y más en un contexto en que la crisis laboral parece sistémica y no producto de una recesión que pasará pronto.

Finlandia es uno de los países de referencia para muchas de las economías del sur de Europa, y no sólo por su celebrado modelo educativo. Las prestaciones sociales que concede a sus nacionales, típicas del viejo Estado del bienestar, promueven un nivel de protección admirado y deseado por un buen número de ciudadanos europeos y mundiales. Sin embargo, el país está a la baja. El número de parados no es preocupante si lo comparamos, por ejemplo, con España, pero va en aumento, lo cual perturba especialmente a una población no acostumbrada a ello. Los ribetes xenófobos también crecen, producto de la vinculación entre población inmigrante y pérdida de oportunidades laborales para los locales que dio el éxito electoral al partido nacionalista Verdaderos Finlandeses, y la sensación de ser una sociedad en declive preocupa notablemente a sus habitantes. El primer ministro finlandés, Juha Sipilä, vencedor en las elecciones del pasado abril, ha iniciado una política de recortes que se vive con cierta angustia, porque parecía que nunca les iba a tocar a ellos.

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