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Las formas en que tu pareja te puede engañar sin que ni siquiera lo sospeches
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CUERNOS QUE NO LO PARECEN

Las formas en que tu pareja te puede engañar sin que ni siquiera lo sospeches

Pasamos la mayor parte de nuestra jornada con el móvil en la mano, lo que nos permite hablar con posibles amantes sin que nadie sea consciente de ello

Foto: Está socialmente aceptado que utilicemos el móvil en cualquier situación. ¿También para escribir a un amante delante de nuestra pareja? (iStock)
Está socialmente aceptado que utilicemos el móvil en cualquier situación. ¿También para escribir a un amante delante de nuestra pareja? (iStock)

En Madame Bovary, la burguesa adúltera se comunicaba con su amante Rodolphe Boulanger a través de cartas ocultas en una caja de albaricoques. Como si del perro de Pavlov se tratase, Emma se desmayaba ante el olor de la fruta, puesto que esta le recordaba el rechazo de Boulanger, puesto negro sobre blanco en una carta que olía a la perfumada fruta. Eran otros tiempos en los que los amantes, más allá de los encuentros furtivos, sólo podían comunicarse a través de misivas debidamente ocultas que nunca podían descartar el peligro de ser descubiertas en cualquier momento.

Por el contrario, gozamos de mucha más privacidad en la vida contemporánea. Sí, puede ser que la NSA esté revisando ahora mismo sus mensajes, pero probablemente, podría cambiar ahora mismo de pestaña, enviar un mensaje picarón a una amiga (o amigo) a través de Facebook y volver a leer este artículo como si nada hubiera pasado. Incluso puede ser que su pareja esté acostada a su lado leyendo un libro o, mejor aún, utilizando el móvil. Quizá acabe de enviar un beso de buenas noches a su amante por WhatsApp o dado “me gusta” en la foto de alguien particularmente atractivo, mientras sonríe a su esposo (o mujer) y da las buenas noches. Desde luego, madame Bovary lo habría tenido muy difícil para leer una carta manuscrita de su amante mientras yace junto a su marido Charles.

Aún no es un término demasiado extendido, pero es probable que se popularice pronto. La infidelidad a distancia o remote infidelity, en la cual los amantes pueden comunicarse incluso en presencia de las parejas oficiales, nunca ha estado tan difundida como hoy en día. No se trata simplemente de un producto de los adelantos tecnológicos, sino también, de la impunidad que estos favorecen. Como explica la periodista Janet Steen en un reciente artículo publicado en Salon titulado “Te estoy engañando ahora mismo”, estamos hablando de la infidelidad emocional en la que, aunque los adúlteros no lleguen a encamarse, la conexión con otra persona adquiere tintes románticos, lo que hace que sigan teniendo la conciencia tranquila incluso aunque traspasen ciertos límites que en la comunicación cara a cara nunca habrían transgredido.

Sin que tú lo sepas

Las relaciones personales del siglo XXI implican un menor compromiso tanto emocional como meramente presencial. También ocurre con la infidelidad. Si en un pasado el encuentro entre amantes hacía necesario concertar un período de tiempo en la jornada diaria, un lugar fuera de la vista de los conocidos e intentar que entre cita y cita no hubiese ninguna desagradable sorpresa, ahora el engaño es sencillo y al alcance de todos. Debido a que nos comunicamos continuamente con nuestro móvil, incluso en la mesa mientras comemos la cena o cuando charlamos con nuestra pareja, no es nada descabellado introducir un mensaje subido de tono entre correo y correo. Como explica Steen, “hay más caminos que nunca para el flirteo y la infidelidad, y más formas de mantenerlo en secreto”.

¿Quiere ello decir que todos llevamos un infiel dentro, y que sólo la posibilidad de ser descubiertos es lo que nos detiene? Como señala en dicho artículo la veterana sexóloga Helen Fisher, autora de libros como Por qué amamos: la naturaleza y la química del amor romántico (Holt Paperbacks), “si estás corriendo para marcharte de la mesa con tu familia para chequear el correo electrónico, es que está afectando a tu relación”. Si el número de infidelidades ha aumentado durante los últimos años, ha sido gracias a esto.

La psicóloga considera, no obstante, que existe un factor aún más importante para este repunte de las infidelidades: la incorporación de la mujer al mercado laboral. Aunque suene misógino de entrada, la explicación no lo es tanto. En un pasado, la mujer se quedaba cuidando de la casa y de la familia mientras que el hombre acudía al trabajo, donde las posibilidades de echar una cana al aire eran reducidas por mera cuestión estadística. Si tanto hombres como mujeres trabajan lejos del hogar, los encuentros entre parejas de ambos sexos como las posibilidades de esconderse de las exigencias de la relación se multiplican.

Eres tan bella cuando escribes en el WhatsApp…

El amor a distancia favorece también la sublimación de la persona deseada, con la que no nos vemos obligados a convivir –ni siquiera en clandestinidad–, pero con la que nos sentimos muy cercanos. La infidelidad virtual son todo ventajas, puesto que la mayor parte de aquellos que incurren en ella ni siquiera la considerarían infidelidad. Como explicábamos recientemente, el rasero es distinto para cada pareja y también para cada persona, por lo que intercambiar unos inocentes mensajes –un guiño por WhatsApp, un correo electrónico que termina con “un beso muy fuerte”– mantiene la conciencia tranquila de quien lo escribe, por mucho que, bajo ninguna circunstancia, dejaría verlos a su pareja, puesto que en algún lugar de su ser entiende que son transgresiones que no se deberían haber cometido.

Sin embargo, como señala la psicóloga Adelia Moore en dicho artículo, “el fenómeno principal que veo con la nueva tecnología es el papel de los mensajes de texto, tanto en las infidelidades como en las relaciones en marcha”. Se trata de una peculiar forma de comunicación tan poderosa sentimentalmente como la vieja epístola, pero tan cotidiana como saludar a un vecino en el rellano de casa. “Funciona como una modalidad enormemente íntima e inmediata, llena de posibilidades para la conexión, pero también para la incomprensión, el daño y la traición”.

¿Es ese guiño que hemos recibido en el móvil un simple detalle gracioso o una proposición? Debido a que estamos fuera de la vista de nuestra familia, amigos, compañeros, hijos y conocidos, seguimos tirando del hilo. Aunque no estemos dispuestos a acostarnos con la otra persona, nos gusta sentirnos deseados. Y así se enrolla poco a poco la madeja de la infidelidad emocional a distancia: “Mandarse mensajitos hace que parezca que es algo simplemente entre tú y la otra persona, como si te estuviesen susurrando al oído, pero se suele hacer en un aparato, a menudo en la presencia de otros, con la ilusión de ser invisible”, añade Moore. El problema es que, aunque lo olvidemos, ni somos invisibles ni la infidelidad deja de serlo sólo porque no se lleve a la práctica de forma física.

En Madame Bovary, la burguesa adúltera se comunicaba con su amante Rodolphe Boulanger a través de cartas ocultas en una caja de albaricoques. Como si del perro de Pavlov se tratase, Emma se desmayaba ante el olor de la fruta, puesto que esta le recordaba el rechazo de Boulanger, puesto negro sobre blanco en una carta que olía a la perfumada fruta. Eran otros tiempos en los que los amantes, más allá de los encuentros furtivos, sólo podían comunicarse a través de misivas debidamente ocultas que nunca podían descartar el peligro de ser descubiertas en cualquier momento.

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