¿Cuándo empieza la vida de un ser humano?

En pleno debate sobre la reforma de la Ley del Aborto, cuyo anteproyecto ha sido aprobado porel Gobierno, merece la pena preguntarse si existe un consenso científico sobre el momento en el que empieza la vida de un ser humano. Se trata de un tema cargado de connotaciones éticas, religiosas y políticas, pero en su libro Ciencia en grageas (Turpial), el doctor José Antonio López Guerrero investigador y director de Cultura Científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, trata de dar una visión aséptica, breve y científica sobre el asunto.

Aunque este tipo de definiciones suelen elaborarse en rigurosos comités científicos, si en algo se ha alcanzado un claro consenso –siempre y cuando no toquemos el tema de los virus… de momento– es en las principales características que definen la vida: tener material genético, capacidad de evolucionar y capacidad de intercambio de energía con el entorno o el metabolismo. No siempre es fácil determinar la frontera. Los virus tienen capacidad evolutiva y de replicación de su genoma pero, y ahí está la controversia, no poseen metabolismo propio. Necesitan robárselo a las células que infectan. En esta definición de vida no hay ningún componente moral. Es una definición tan amplia que permite englobar a todas y cada una de las células de nuestro cuerpo –con alguna excepción, si pensamos en los eritrocitos o glóbulos rojos, carentes de núcleo–, un ser vivo enterito o, ya puestos, un embrión. Pero hay más.

Tras hablar de en qué consiste, desde el punto de vista biológico, la vida y mencionar la posibilidad de hallarla en lejanas montañas, desiertos y, ya puestos, en Marte, ahora querría tocar, con todo respeto y sucintamente, un aspecto mucho más sensible y polémico que levanta pasiones y hace correr ríos de tinta. ¿Qué es la vida humana? ¿Cuándo comienza?

Ninguna investigación científica puede, ni debería, definir parámetros claramente incluidos en un magisterio más filosófico, más personal, más íntimo

Podríamos terminar rápidamente diciendo algo que, por otra parte, sería cierto. La ciencia no está en condiciones de definir, ni social ni filosófica, ni mucho menos religiosamente, cuándo comienza la vida humana. Tras definir las tres características de los seres vivos, sólo podemos asegurar que, desde esta perspectiva, la vida, en general, comenzó hace más de 3.500 millones de años, y desde entonces no ha hecho más que expandirse y evolucionar. Por otra parte, la especie humana se caracteriza por tener una serie de cromosomas, 23 parejas concretamente.

Desde el punto de vista molecular y celular, cualquier célula de nuestro cuerpo adulto, infantil, fetalo embrionario, es una célula humana. Ahora bien, si lo que queremos definir es el momento en el que un embrión debería ser considerado un ser humano, un componente de nuestra sociedad, aquí ya entramos en un jardín florido, pero fuera del magisterio de la ciencia. Sin embargo, un grupo de científicos españoles y extranjeros, incluso premiados con el Príncipe de Asturias o el Nobel, ya se han encargado de alejar la cuestión del ámbito científico.

Es decir, ni la bioética, conformada por un conjunto de comités nacionales e internacionales, ni ninguna investigación científica pueden, ni deberían, definir parámetros claramente incluidos en un magisterio más filosófico, más personal, más íntimo. Y así debe ser, como ya dijeran Stephen Jay Gould o Francisco Ayala, quienes con total coherencia y respeto definieron estos y otros magisterios del saber humano. ¿Quién dijo aquello de “al César lo que es del César…”?