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Booz Allen Hamilton o las 'puertas giratorias' entre militares, dinero y espías
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EL COMPLEJO DE 'INTELIGENCIA INDUSTRIAL'

Booz Allen Hamilton o las 'puertas giratorias' entre militares, dinero y espías

Edward Snowden se ha convertido por méritos propios en el gran protagonista de la actualidad internacional de las últimas semanas. Pero junto a él ha surgido

Foto: Booz Allen Hamilton o las 'puertas giratorias' entre militares, dinero y espías
Booz Allen Hamilton o las 'puertas giratorias' entre militares, dinero y espías

Edward Snowden se ha convertido por méritos propios en el gran protagonista de la actualidad internacional de las últimas semanas. Pero junto a él ha surgido un importante actor secundario, la consultora estratégica Booz Allen Hamilton, que empleaba a Snowden y que ofrecía sus servicios a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense. Se trata de la que probablemente sea la organización privada más importante de la inteligencia americana, aunque tan sólo es la punta de un sector en exponencial crecimiento durante la última década. Como indicaba recientemente The Washington Post, una tercera parte de los servicios de inteligencia estadounidenses se encuentra en manos de empresas privadas. Hoy en día, el 99% de los ingresos de Booz Allen provienen exclusivamente del gobierno federal.

Los datos hablan por sí mismos: en el pasado ejercicio económico, Booz Allen Hamilton facturó seis mil millones de dólares, es decir, unos 4.500 millones de euros. La firma tiene empleados a 25.000 trabajadores. Su accionista mayoritario es el fondo de inversión Carlyle Group, que fue fundado en 1987 por William E. Conway Jr., Daniel A. D’Aniello y David M. Rubenstein, y por ella han pasado personalidades como George Bush padre (que fue consejero de la compañía en Asia entre 1998 y 2003), o George W. Bush Jr., que formó parte de la junta directiva entre 1990 y 1992.

El espionaje se ha convertido en una de las industrias que han crecido más rápido en EEUULa relación entre poder político y dicha firma ha sido muy estrecha a lo largo de las dos últimas décadas. James Woolsey Jr., que fuera director de la CIA, también ejerció como vicepresidente de Booz Allen Hamilton, cuyas oficinas se sitúan muy cerca de las de la CIA, en Langley, Virginia. También formó parte de la compañía el general retirado James Clapper, actual director de la inteligencia nacional (DNI), que manifestó que la revelación llevada a cabo por el “traidor” Snowden era “censurable” y que podía “dañar de manera irreversible y duradera” la seguridad nacional americana. Clapper fue vicepresidente de la compañía a finales de los años noventa. También George E. Little, portavoz de la CIA, y John M. McConnell, antiguo director de la Agencia de Seguridad Nacional, formaron parte de la compañía.

Espías subcontratados

Muchos de los datos de los que disponemos sobre la inteligencia americana fueron expuestos por el periodista Tim Shorrock en su libro Spies for Hire: the Secret Word of Intelligence Outsourcing (Simon & Schuster), en el que denunciaba la externalización de los servicios estatales de inteligencia americanos y la gran cantidad de antiguos miembros del gobierno que forman parte de dichas empresas, y cuyos sueldos pueden doblar o triplicar lo que percibían en su función pública. Como afirmó en un artículo publicado en Salon, “el espionaje se ha convertido en una de las industrias que han crecido más rápido de los Estados Unidos. El gobierno federal confía más que nunca en la externalización de parte de sus labores más sensibles”. Hasta que el caso de Snowden ha puesto en tela de juicio dicho sistema.

Ahora estás en el gobierno dos o tres años, te dan un permiso, y emigras a estas empresasEn una entrevista con Democracy Now! realizada en 2007, Shorrock acusó a algunos de los antiguos miembros del gobierno anteriormente citados, como John McConnell, James Woolsey o James Clapper de haber fomentado un conflicto de intereses en su continua circulación entre la agencia privada y los organismos públicos. La relación de firmas como Booz Allen Hamilton ha sido calificada con frecuencia como de “puertas giratorias”, es decir, es frecuente que aquellos que formaron parte del gobierno terminen trabajando para la firma (y viceversa). Como declaró Steven Aftergood, jefe del Proyecto de Secretos de Gobierno de la Federación de Científicos Americanos a Business Insider, “ahora estás en el gobierno dos o tres años, te dan un permiso, y emigras a uno de esos contratistas que pagan tan bien”.

El perfil de empresas como Booz Allen, como recuerdan los medios americanos, ha sido bastante bajo, por lo que muchos americanos desconocían su existencia hasta que Snowden publicó los documentos que han conmocionado a Estados Unidos y han metido a Barack Obama en uno de los grandes aprietos de su carrera. Ello también le ha granjeado gran de críticas por su falta de transparencia. Si a comienzos de los años sesenta Dwight Eisenhower habló del “complejo militar-industrial” para referirse a las sinergias que se producían entre las políticas públicas y la industria armamentística, nos encontramos en la era en la que este ha sido sustituido por el “complejo inteligencia-industrial”.

Un plan diseñado desde el principio

Snowden declaró en una entrevista con un periódico de Hong Kong que desde un primer momento tenía claro que quería trabajar en Booz Allen Hamilton, puesto que era consciente de la importancia que la organización juega en la inteligencia americana. Él mismo ha reconocido que su puesto en Booz Allen le permitía “tener acceso a las listas de los ordenadores que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) espiaba en todo el mundo”, según declaraciones al periódico South China Morning Post (SCMP) realizadas el 12 de junio. “Por eso acepté el puesto hace tres meses”. El resto es una historia cuyo final aún es desconocido.

En EEUU se preguntan cómo Snowden pudo acceder a documentos tan sensibles en tan poco tiempoBooz Allen Hamilton fue fundada en 1914 de mano de Edwin G. Booz, pero fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando gozó de su mayor crecimiento, al comenzar a colaborar con el ejército americano. Las largas décadas de la Guerra Fría y su constante vigilancia sobre el enemigo le permitieron posicionarse como una de las consultoras más importantes en Estados Unidos. Los atentados del 11 de septiembre dieron el último espaldarazo a estas empresas, que se llevan hasta el 60% del presupuesto de inteligencia del gobierno. En estos momentos, además de la difícil situación a la que se está enfrentando la imagen pública de Booz Allen, el gobierno americano se está preguntando cómo hacer frente a una situación así, en la que la facilidad con la que alguien como Snowden accedió a tal información en tan poco tiempo sugiere que externalizar estas empresas puede estar abriendo una brecha de seguridad de imprevisibles consecuencias.

En ese sentido, la senadora republicana Susan Collins se mostraba sorprendida hace unas semanas y se preguntaba “cómo un individuo que ni siquiera tiene un diploma del instituto, que no completó con éxito su servicio militar, y que no supera los 29 años, ha tenido acceso a algunos de los documentos más restringidos de nuestro gobierno”. Una pregunta consecuente que seguramente se ha planteado demasiado tarde.

Edward Snowden se ha convertido por méritos propios en el gran protagonista de la actualidad internacional de las últimas semanas. Pero junto a él ha surgido un importante actor secundario, la consultora estratégica Booz Allen Hamilton, que empleaba a Snowden y que ofrecía sus servicios a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense. Se trata de la que probablemente sea la organización privada más importante de la inteligencia americana, aunque tan sólo es la punta de un sector en exponencial crecimiento durante la última década. Como indicaba recientemente The Washington Post, una tercera parte de los servicios de inteligencia estadounidenses se encuentra en manos de empresas privadas. Hoy en día, el 99% de los ingresos de Booz Allen provienen exclusivamente del gobierno federal.