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Acaba de morir. Redactó el informe que cambió nuestro mundo y nadie se acuerda
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Acaba de morir. Redactó el informe que cambió nuestro mundo y nadie se acuerda

Ha muerto Michel Crozier, y en sus obituarios se habla de prestigiosos e influyentes libros, como El fenómeno burocrático y El actor y el sistema, dos de sus grandes títulos,

Ha muerto Michel Crozier, y en sus obituarios se habla de prestigiosos e influyentes libros, como El fenómeno burocrático y El actor y el sistema, dos de sus grandes títulos, donde realizó análisis metodológicos y conceptuales que le situaron entre los sociólogos más prestigiosos de su generación y que supusieron un aporte esencial a disciplinas como la sociología de las organizaciones. Pero su texto socialmente más importante lo realizó en los setenta, era un informe político nunca traducido al español,y no fue obra suya, sino que lo compartió con Samuel Huntington y Joji Watanuki. Sin ese Informe sobre la gobernabilidad, realizado por encargo de la Trilateral, nada hubiera sido igual, porque ayudó en gran medida a modelar el mundo que vino después.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, el joven Crozier, licenciado en derecho y empresariales, viajó a Estados unidos gracias a una beca. Se entrevistó allí a con representantes de los distintos sindicatos, lo que le sirvió tanto para conocer de primera mano el mundo del trabajo como para certificar la importancia crucial de la investigación de campo. Al regresar a Francia ingresó en el CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique) y realizó diversos estudios relacionados con el mundo laboral.

Saludado como un renovador de la sociología de la acción, fue muy influyente en el campo del estudio de las organizacionesEn 1959, tras una estancia en Palo Alto invitado por la Fundación Ford, empezó a redactar El fenómeno burocrático, que publicó en 1964. En esa década fundó el Centro de Sociología de las Organizaciones, y escribió (junto a Erhard Friedberg) una de sus obras más relevantes, El actor y el sistema. En un contexto académico donde imperaba el estructuralismo marxista, Crozier invirtió la perspectiva, y nos mostraba a actores que, en el contexto de las organizaciones de las que formaban parte, tomaban sus propias decisiones y trazaban sus estrategias para conservar y mejorar sus posiciones. Crozier no llegaba por este camino a los extremos del homo oeconomicus, ya que entendía esta capacidad de decisión como limitada y contingente, pero sí concedía, a diferencia de los estructuralistas, un ámbito de acción propia a los actores. Saludado como un renovador de la sociología de la acción, fue muy influyente en el campo del estudio de las organizaciones.

Un trabajo decisivo para entender los setenta

Pero fue con The Crisis of Democracy: On the Governability of Democracies, realizado junto con Samuel P. Huntington y Joji Watanuki cuando su obra adquirió peso político real. Inicialmente un informe, después convertido en libro, se trataba de un encargo de la Comisión Trilateral, una institución impulsada por el magnate David Rockefeller que recogía bajo su seno a representantes del mundo de los negocios, de la política y de la investigación académica, que tuvo especial peso en los setenta, y que dedicó gran parte de sus esfuerzos a entender las derivas de un mundo que observaban con preocupación. De ese desasosiego surgió también el encargo a los tres especialistas. Cada uno de ellos analizó un área geográfica (Crozier, Europa occidental; Huntington, Estados Unidos; Watanuki, Japón) y después trazaron unas conclusiones comunes acerca de lo que estaba ocurriendo en las sociedades capitalistas de la época.

El control social ya no funcionaba y la política tradicional había perdido pesoQue era mucho. Después del cambio cultural hacia el que empujó mayo del 68, de los disturbios vividos en los países occidentales, de los asesinatos de los Kennedy y del escándalo que obligó a Richard Nixon a dimitir, del auge de la contracultura y del aumento de la presencia social de los partidos de izquierdas, las élites comenzaban a preguntarse acerca de cómo gobernar unas sociedades donde la autoridad se percibía cada vez con mayor hostilidad, donde los partidos políticos mayoritarios perdían legitimidad y se fragmentaban cada vez más, y donde las tensiones nacionalistas se recrudecían. Y ello en un instante en que la crisis del petróleo hacía su aparición y llevaba a Occidente hacia el desempleo y las tensiones sociales.

El diagnóstico de los tres expertos fue unánime. Si las cosas iban mal, es porque estábamos yendo más allá de lo aconsejable. El control social ya no funcionaba, la política tradicional había perdido peso y se había generado una sobrecarga de demandas a la que los gobiernos no podían responder con eficacia.

En palabras de los firmantes, en aquel momento “la noción democrática de que el gobierno debería responsabilizarse de la gente genera la expectativa que ha de satisfacer las necesidades y corregir los males que afectan a cada grupo particular de la sociedad”. Así, la expansión democrática de la participación política estaba forzando a los gobiernos a prestar excesiva atención a las demandas más dispares, y ello generaba “una expansión desequilibrada de las actividades gubernamentales que exacerban las tendencias inflacionarias de la economía”. Bajo esa tendencia, sólo cabía una solución: no hacía falta más democracia, sino menos. Había procesos que debían mantenerse bajo el control de los expertos, sin ser sometidos a procesos de decisión comunes, ya que, en muchas ocasiones, la autoridad debe provenir de la jerarquía, de la experiencia y del conocimiento de determinados sectores, y no de la discusión pública.

Ha muerto Michel Crozier, y en sus obituarios se habla de prestigiosos e influyentes libros, como El fenómeno burocrático y El actor y el sistema, dos de sus grandes títulos, donde realizó análisis metodológicos y conceptuales que le situaron entre los sociólogos más prestigiosos de su generación y que supusieron un aporte esencial a disciplinas como la sociología de las organizaciones. Pero su texto socialmente más importante lo realizó en los setenta, era un informe político nunca traducido al español,y no fue obra suya, sino que lo compartió con Samuel Huntington y Joji Watanuki. Sin ese Informe sobre la gobernabilidad, realizado por encargo de la Trilateral, nada hubiera sido igual, porque ayudó en gran medida a modelar el mundo que vino después.