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La maldad política: qué es, de dónde viene y cómo combatirla
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ALAN WOLFE HABLA DEL MAL HOY

La maldad política: qué es, de dónde viene y cómo combatirla

El mal es uno de los grandes problemas que el ser humano se ha planteado desde sus orígenes. ¿Cómo se manifiesta? ¿Cómo surge? ¿Existe realmente? ¿Está

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La maldad política: qué es, de dónde viene y cómo combatirla

El mal es uno de los grandes problemas que el ser humano se ha planteado desde sus orígenes. ¿Cómo se manifiesta? ¿Cómo surge? ¿Existe realmente? ¿Está dentro de cada uno de nosotros o por el contrario nace en algunos sujetos concretos? Y, más allá de eso, ¿de qué manera se manifiesta en la política? El veterano politólogo, ensayista y escritor Alan Wolfe se ha propuesto responder a tal pregunta en su último trabajo, La maldad política (Galaxia Gutenberg), que se publica ahora en España. Para el profesor de Ciencias Políticas y director del Centro Boisi para la Religión y la Vida Pública de la Universidad de Boston, debemos tener cuidado a la hora de enfrentarnos al mal, pues este nos confunde fácilmente. Además, añade, el mal es abstracto; por eso mismo, apuesta Wolfe, debemos “dejar de hablar del mal en general y concentrarnos, por el contrario, en la maldad política en particular”.

“Cada vez somos más conscientes de la maldad política y, de hecho, intentamos pararla. No siempre de la manera más correcta, pero se está haciendo un esfuerzo”, explica el autor a El Confidencial cuando se le pregunta si no estamos dejando de lado nuestras responsabilidades políticas. “Pasó mucho tiempo antes de que Occidente respondiese a Hitler. Ahora tenemos una gran conciencia de lo que es un genocidio y aunque no siempre intentemos detenerlo, al menos tenemos conocimiento de ello”. Por eso, considera el profesor, “ninguna maldad desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha sido tan grande como Hitler o Stalin”.

Qué y cómo es la violencia

El voluminoso ensayo se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera, titulada “Lo que es”, Wolfe reflexiona sobre el origen y alcance del mal, utilizando como referencia a pensadores tan dispares como San Agustín, Hannah Arendt o Stanley Milgram. A tal respecto, el autor indica que aunque reconoce algunas de las reflexiones que le precedieron, no está totalmente de acuerdo ni con la visión intrínseca ni con la extrínseca de la maldad. “No deberíamos decir que todo el mundo es malvado o que nadie lo es”, refiriéndose a estas visiones radicales.

Se puede acusar a Israel de cometer una limpieza étnica en 1948, pero no se le puede llamar ‘genocidio’“Creo que las reflexiones de Agustín sobre la maldad, aunque indudablemente brillantes, nos llevaron por el camino equivocado”, indica refiriéndose a esa visión del mal como inherente a todos los hombres, incluso a los santos. “Su manera de pensar está muy ligada con la teodicea cristiana. Pero incluso la gente que no es cristiana o no cree en Dios puede hablar de la maldad”. Algo que también se puede aplicar Hannah Arendt, la filósofa que habló sobre la “banalidad del mal” para describir el caso de Eichmann en particular y lo ocurrido durante el Holocausto en general, y que en opinión de Wolfe trató el mal “como algo excesivamente normal”.

En la segunda parte del libro, “Cómo combatirla”, indica de qué manera se puede luchar contra el mal político y las herramientas tenemos en nuestra mano para hacerle frente. Pero, ¿hay que intervenir siempre que haya un régimen violento o se estén produciendo actos de violencia? Wolfe tiene sus reservas, ya que criticó duramente la guerra de Irak. “No podemos intervenir siempre que se produzca un acto de maldad”. A propósito del ejemplo que se le sugiere, Siria, afirma que “si la intervención en Siria intensificase la guerra civil y causase más muertes, deberíamos resistir las ansias de cambiar las cosas. El problema es complicado porque los líderes malvados (Tito en Yugoslavia, Saddam en Irak) protegen el statu quo por lo que de esa manera previenen que se produzcan baños de sangre. No hay una fórmula sencilla”.

Wolfe propone el término de “realismo moralista” para hablar sobre el enfoque que deberían adoptar gobernantes y ciudadanos para evitar que esto ocurra, una mezcla entre el interés propio de cada estado propugnado por el realismo y un compromiso moral poco frecuente en estas perspectivas. “Toda la política exterior debería estar basada en el realismo y la moral”, insiste el autor. “Creo que todos aquellos que insisten continuamente en la necesidad de la guerra (como hacen los neoconservadores en mi país) necesitan reconocer que en ocasiones lo más moral es tener en cuenta la realidad”. “Los líderes tienen que hacer lo que es correcto, no lo que es popular”, matiza Wolfe. Por eso, no únicamente se debe denunciar el mal con grandes palabras, sino hacer algo para remediarlo, ya que “denunciar el mal es siempre muy popular, pero no siempre es útil”.

Sobre el correcto uso de las palabras

Una de las advertencias que Wolfe realiza en su libro es aquella que nos debe conducir a emplear con propiedad cada uno de los términos que describen los actos de maldad, pues de no ser así, estamos abocados a desconocer a qué nos enfrentamos. Es lo que ocurre, por ejemplo, con “genocidio”, un término en muchas ocasiones mal empleado. “El genocidio es la peor forma de maldad política. Por eso debemos tener cuidado en no confundirlo con una guerra civil o un movimiento de insurgencia. En el libro explico que Ruanda fue un genocidio, pero Darfur no. Se puede acusar a Israel de cometer una limpieza étnica en 1948, pero llamarlo ‘genocidio’, y de esa manera compararlo con la Alemania nazi, es incorrecto desde el punto de vista de los hechos y de las emociones”.

Tenemos problemas que solucionar en lo que concierne a la austeridad, inmigración, inflación y demás, pero no nos encontramos en un estado de crisis profunda¿Cómo debería utilizarse el término “mal”, por lo tanto? Wolfe asegura que deberíamos olvidarnos del “mal” como sustantivo, es decir, como algo que “tiene una existencia propia y aislada”, sino como un adjetivo para describir “acontecimientos o regímenes”. En este uso de las palabras, Wolfe indica que la posmodernidad y su relativismo no resultan muy útiles para describir la realidad, ya que “los líderes y los regímenes malvados existen”. No todo es relativo, recuerda.

El mal, hoy

Si Wolfe se ha propuesto escribir un libro así es porque el mal sigue existiendo entre nosotros y frente a nosotros. En muchas ocasiones, en países lejanos que nos resultan ajenos; en otras, al lado de nuestros propios hogares. Por ejemplo, en los atentados de Boston, ciudad donde reside el propio autor. ¿Pero podría considerarse dicho acto maldad política? “Aún no conocemos lo suficiente para apresurarnos a lanzar conclusiones”, advierte. “Obviamente, llevaron a cabo un acto terriblemente malvado. Cuando tengamos más información sobre lo ocurrido, podremos hacer un juicio sobre el alcance político de dicho acto”.

De todas formas, Wolfe no considera que vivamos un momento alarmante en lo que se refiere a la moralidad de Occidente, sino que los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y el estalinismo han contribuido a crear una conciencia sobre la maldad política entre la población difícil de erradicar. “Los años treinta y cuarenta eran mucho peores que la era actual. Tenemos problemas que solucionar en lo que concierne a la austeridad, inmigración, inflación y demás. Pero nuestra sociedad no se encuentra en un estado de crisis profunda”.

El terrorismo puede ser combatido entendiendo lo que hace a alguien convertirse en terroristaWolfe concluye señalando que “no se necesita ser duro para combatir la maldad”, una idea que contradice la defendida por neoconservadores y el Partido Republicano. Por el contrario, el autor, que comenzó su carrera escribiendo en el diario marxista Kapitalistate, cree que, además, “hay que ser inteligentes. El terrorismo, por ejemplo, puede ser combatido no sólo respondiendo militarmente (que es lo que los terroristas esperan y quieren), sino entendiendo lo que hace a alguien convertirse en terrorista”.

Por último, planteamos una cuestión controvertida que no aparece recogida en el ensayo. ¿Es la austeridad una forma de maldad política, si esta conduce a la pobreza a los ciudadanos? ¿Puede ser el caldo de cultivo para manifestaciones de esta maldad, tan ligada a la demagogia? “Están viviendo tiempos desesperados en países como Grecia. Eso puede dar lugar a algunos tipos de extremismo político. Espero que todos los países europeos hayan tenido una suficiente experiencia pacífica desde el final de la Segunda Guerra Mundial como para prevenir que el extremismo se convierta en maldad política”.

El mal es uno de los grandes problemas que el ser humano se ha planteado desde sus orígenes. ¿Cómo se manifiesta? ¿Cómo surge? ¿Existe realmente? ¿Está dentro de cada uno de nosotros o por el contrario nace en algunos sujetos concretos? Y, más allá de eso, ¿de qué manera se manifiesta en la política? El veterano politólogo, ensayista y escritor Alan Wolfe se ha propuesto responder a tal pregunta en su último trabajo, La maldad política (Galaxia Gutenberg), que se publica ahora en España. Para el profesor de Ciencias Políticas y director del Centro Boisi para la Religión y la Vida Pública de la Universidad de Boston, debemos tener cuidado a la hora de enfrentarnos al mal, pues este nos confunde fácilmente. Además, añade, el mal es abstracto; por eso mismo, apuesta Wolfe, debemos “dejar de hablar del mal en general y concentrarnos, por el contrario, en la maldad política en particular”.