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Las mentiras que utilizamos con más frecuencia en los currículos
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Las mentiras que utilizamos con más frecuencia en los currículos

Cuando nos sentamos frente al ordenador para redactar ese currículo que nos abrirá las puertas de un nuevo empleo, es probable que las dudas y la

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Las mentiras que utilizamos con más frecuencia en los currículos

Cuando nos sentamos frente al ordenador para redactar ese currículo que nos abrirá las puertas de un nuevo empleo, es probable que las dudas y la inseguridad nos comiencen a asaltar. Aunque seamos conscientes de lo que hemos hecho durante nuestra carrera laboral y sepamos cuáles son nuestros puntos fuertes, sobre la hoja de papel todo parece deslucido, muy poco relevante. En ocasiones, casi intrascendente, otra sucesión de estudios y trabajos como tantas existen. Es en ese momento de zozobra en el que la tentación aparece tras la esquina, y nos empezamos a plantear si deberíamos maquillar un poco el asunto, hinchar nuestros credenciales o, en fin, mentir sobre nuestra trayectoria laboral.

La lógica que muchos siguen en esos momentos es implacable. Debido a que todo el mundo lo hace, pensamos, si presentamos un currículum totalmente fiel a la realidad, estaremos jugando en desventaja respecto al resto, que habrán hecho lo propio. De esa forma, nos legitimamos. O, mejor dicho, nos excusamos. Este tipo de razonamiento tiene una segunda parte. Si nos pillan, lo máximo que puede ocurrir es que no nos contraten, ¿verdad? En el mejor de los casos, habremos conseguido nuestro objetivo, por lo que una pequeña mentira a tiempo puede sernos útil. Como señala una encuesta realizada por la empresa de recursos humanos ADP, el 46% de los trabajadores reconoce que en algún momento de sus vidas han entregado un currículum que no se correspondía con la realidad.

El 76% de las empresas descarta a un candidato si detectan una mentira en su currículoSin embargo, estamos muy equivocados si pensamos que no puede ocurrir nada por una mentirijilla. No sólo porque el mundo es más pequeño de lo que pensamos y quizá nos volvamos a encontrar con el seleccionador (o alguno de sus compañeros) en el futuro, sino también porque nuestros actos pueden tener consecuencias inesperadas en el futuro. O si no, que se lo digan al antiguo CEO de Yahoo!, Scott Thompson, que se vio obligado a dimitir después de mentir sobre sus estudios, ya que señalaba que había estudiado informática, cuando no había sido así. Thompson no sólo mintió en el documento legal que compromete a los CEO de Yahoo! a declarar la veracidad de toda la información proporcionada, sino que, además, perdió la confianza de sus trabajadores, como señaló un portavoz de la compañía. Pero no sólo era problema suyo, sino también de que aquellos que no se habían molestado en comprobar los credenciales de su máximo mandatario.

Una encuesta realizada por Career Builder entre los trabajadores españoles señalaba que aunque sólo el 16% de los consultados reconocían haber maquillado su currículo, tres cuartas partes de las empresas señalaban que habían recibido resúmenes en los que habían localizado alguna mentira. Hay que tener cuidado: según la misma encuesta, el 42% de los encargados de personal descartan inmediatamente al candidato mentiroso, aunque un 36% se lo piensa dos veces. En cualquier caso, lo que no tiene ningún sentido, aunque se haga a menudo por mera vergüenza es mentir en los datos irrelevantes. Pero, ¿cuáles son las mentiras más habituales en las que incurrimos?

  • Los idiomas. Ese gran hándicap de los españoles, que tanta vergüenza nos produce aunque no seamos capaces de ponerle solución. Por ello mismo, si podemos elevar el nivel del medio al medio-alto, no dudaremos en hacerlo porque, total, quién nos va a pillar, sobre todo si se trata de un idioma que hemos aprendido por nuestra cuenta o en el extranjero. El problema, claro, aparece cuando tenemos que justificarlo con un título, o si hemos de enfrentarnos a una conversación en inglés donde rápidamente se detectarán nuestras carencias.
  • Habilidades informáticas. De una manera semejante a lo que ocurre con el inglés, tendemos a rellenar esos molestos huecos en blanco con algo de paja extraída de nuestra experiencia de usuario con el ordenador. Lamentablemente, saber recortar una fotografía en Photoshop no es lo mismo que saber ilustración, y ser capaces de redactar un texto y guardarlo no nos convierte en grabadores de datos, y eso se verá al instante si nos someten a una prueba.
  • Exagerar nuestras funciones. Si uno echa un vistazo a algunos currículos, se diría que en España no existen empleados, sino únicamente jefes o encargados. Como sospechamos que es muy difícil que el entrevistador llegue a conocer con exactitud cada uno de nuestras funciones en previos empleos, y el lenguaje permite una ambigüedad que favorece el brillo y el lifting laboral, nos sentimos inclinados a escribir con cierta manga ancha en la descripción de los empleos. Ya se sabe: gestión de equipos, cuando hemos trabajado codo a codo con un grupo de dos personas; diseño de imagen, por señalar cuál es el color que mejor le queda a la página de la empresa; seleccionador de personal por haber enchufado a nuestro cuñado…
  • Eliminar pasados empleos. Este es uno de los puntos más discutibles, ya que quizá no sea relevante dar fe en nuestro currículo de ese empleo de camarero que tuvimos a los 18 años para pagarnos los estudios. Sin embargo, otro asunto es intentar ocultar el empleo por el fracaso de un proyecto o una salida inapropiada de la empresa, ante el miedo de que se puedan pedir referencias a dicha firma.
  • Nivel de estudios. El punto en el que Scott Thompson mintió, y el que concluyó con su exitosa carrera en Yahoo! A diferencia de otro tipo de conocimientos, la posesión de una licenciatura o máster es fácilmente comprobable, por lo que es inútil intentar hacer pensar al entrevistador que hemos terminado una carrera que no poseemos.
  • Experiencia laboral. Cuantos más trabajos presentemos en el currículo, menos probabilidades hay de que el seleccionador levante el teléfono para buscar referencias. Por eso, cargamos la lista y, ya de paso, fantaseamos un poco. Cuidado, porque un par de líneas pueden echar por tierra una candidatura completa.
  • Utilizar el “autoempleo” para camuflar los períodos de paro. Uno de los principales borrones que un currículo puede presentar es una colección de vacíos entre trabajo y trabajo que conformen una trayectoria profesional un tanto guadianesca. Pero si presentamos en el currículo un extraño trabajo por cuenta propia en un pueblo recóndito y donde la labor que desempeñamos es muy difícil de comprobar, seguramente el seleccionador empiece a sospechar. En muchas ocasiones, se utilizan los hipotéticos trabajos como autónomo para rellenar esos huecos, ya que su comprobación es mucho más complicada.
  • Empresas en las que nunca se ha trabajado. Puede parecer disparatado, pero hasta un 18% de los participantes en la encuesta de Career Building reconocían haberse inventado puestos laborales. En ocasiones, en empresas ficticias que se decía ya habían desaparecido, por lo que era imposible seguir sus huellas. Si en otros casos nuestras palabras pueden estar abiertas a cierta interpretación, como en lo que respecta a las funciones que hemos desempeñado dentro de una empresa, en este caso, si nos pillan, poco podemos hacer para justificarnos.

Cuando nos sentamos frente al ordenador para redactar ese currículo que nos abrirá las puertas de un nuevo empleo, es probable que las dudas y la inseguridad nos comiencen a asaltar. Aunque seamos conscientes de lo que hemos hecho durante nuestra carrera laboral y sepamos cuáles son nuestros puntos fuertes, sobre la hoja de papel todo parece deslucido, muy poco relevante. En ocasiones, casi intrascendente, otra sucesión de estudios y trabajos como tantas existen. Es en ese momento de zozobra en el que la tentación aparece tras la esquina, y nos empezamos a plantear si deberíamos maquillar un poco el asunto, hinchar nuestros credenciales o, en fin, mentir sobre nuestra trayectoria laboral.