Es noticia
La diferencia que separa a las parejas exitosas de las miserables
  1. Alma, Corazón, Vida
ASÍ VIVEN LOS MATRIMONIOS DE CLASE MEDIA

La diferencia que separa a las parejas exitosas de las miserables

La nueva clase media puede parecerse superficialmente a la clase media del pasado, pero se comporta de manera muy diferente. Los retos que han de afrontar

Foto: La diferencia que separa a las parejas exitosas de las miserables
La diferencia que separa a las parejas exitosas de las miserables

La nueva clase media puede parecerse superficialmente a la clase media del pasado, pero se comporta de manera muy diferente. Los retos que han de afrontar en su día a día han cambiado significativamente respecto a los de hace apenas una década, y los comportamientos que cada miembro de la familia espera de los demás son casi opuestos. Esta es la tesis que defiende un grupo de sociólogos del CELF (Center on Everyday Lives of Families), perteneciente a la universidad de California, tras registrar durante tres años cada palabra y cada mínimo gesto de 32 familias californianas, gracias a la instalación de cámaras y micrófonos en sus hogares.

Los resultados de la investigación se recogen en un volumen publicado esta misma semana en Estados Unidos, Fast-Forward Family: Home, Work and Relationships in Middle-Class America (University of California Press), editado por los profesores Elinor Ochs y Tamar Kremer-Sadlik que, inspirados por los reality shows, decidieron realizar el suyo propio y averiguar cómo se vive en el siglo XXI, en uno de los experimentos sociológicos más ambiciosos de lo que llevamos de centuria. Al fin y al cabo, ningún otro grupo de estudio ha conseguido obtener tal cantidad de material significativo ni, sobre todo, acceder a la intimidad de unas familias que han reconocido que tardaron poco en olvidar que estaban siendo espiadas.

La comprensión de las responsabilidades del hogar minimiza la necesidad de que las esposas recuerden a sus maridos lo que tienen que hacerLos investigadores, que han revisado los datos recogidos entre 2001 y 2004 durante estos últimos años, llegaron a una conclusión clara (además de que la vida de estas personas era muy diferente a la pintada por el Sueño Americano): los roles de género y las expectativas de los miembros de la familia son muy diferentes a los de hace cincuenta años. En especial, por la incorporación en masa de la mujer al mercado laboral, que ha obligado a ambos sexos a pensar de manera diferente sobre su papel en el hogar. Algo que se refleja de manera evidente a la hora de compartir las tareas del hogar, que los investigadores consideran clave para el bienestar de la familia. No tan sólo por el reparto del tiempo al que obliga dicha negociación, sino también porque pone a prueba el compromiso entre marido y mujer en el día a día.

Tú friegas los platos, yo pongo la lavadora

Entre las parejas que observamos, la comprensión compartida de las responsabilidades minimizaba la necesidad de las esposas de evaluar y organizar el comportamiento de la pareja”, concluyen los antropólogos al final del capítulo dedicado a la organización de las tareas. En definitiva, no se trata simplemente de fregar los platos, sino de hacerlo por iniciativa propia, que es lo que marca la diferencia. A pesar de que cada vez más hombres realizan labores del hogar, los datos siguen dando por ganadora a la mujer, que invierten el 27% de su tiempo libre en ello, mientras que los hombres tan sólo dedican el 18%.

La tensión aparece, señala el libro, cuando no existe una división clara de las tareas que cada cual debe realizar. Si los límites estaban claros, no había problema. Pero las parejas que sufrían un mayor número de discusiones eran aquellas que tenían que “renegociar todos los días las responsabilidades de cada cual”. Quizá, como señala Ochs en uno de los capítulos del libro, la clave esté en la utilización de la primera persona del plural, el “nosotros”, para referirse a las tareas que han de desempeñarse, algo que caracterizaba a las familias saludables. Las parejas que mejor funcionaban, y también las que sufrían un menor estrés, eran las que se consideraban un equipo cuyos miembros se complementaban, no una suma de individualidades que hacían lo que le tocaba a regañadientes.

Las parejas más felices se comunicaban menos entre ellas¿Cómo se beneficiaban exactamente dichas parejas? Ante todo, llevando una vida mucho más tranquila. Smooth es el término empleado por los investigadores para definir la convivencia de dichas familias. Es decir, “calmado”, “suave”, o “tranqui”. Cuando cada cual sabe lo que tiene que hacer, y lo hace sin darle más vueltas, no hace falta discutir a diario ni negociar quién va a poner la lavadora y quién va a hacer la comida para el día siguiente. Lo cual tiene otras ventajas, que es que, en caso de enfermedad, o de indisposición, el otro miembro de la pareja no tenía ningún problema a la hora de realizar las tareas que no le tocaban. Al trabajar como equipo, se hace bueno aquello del “hoy por ti, mañana por mí”. Y, además, entre ellos, el número de reproches y críticas era muy inferior.

Frente a lo que defendería la opinión popular, de la observación de los sociólogos se desprende una llamativa conclusión. Aquellas parejas que se dirigían menos la palabra mientras realizaban sus tareas no eran las que tenían más problemas, sino todo lo contrario. Eran las que gozaban de una mejor salud en la relación. La ausencia de comunicación, señala Ochs, no es siempre signo de que algo va mal, sino de que la cosa marcha tan bien que no es necesario llamar la atención de la pareja. Las tareas, simplemente, se hacen.

Una sociedad cada vez más estresada por todo lo que tiene

Los otros dos pilares en peligro de derrumbarse de la vida en familia en los suburbios de Los Ángeles eran el nerviosismo y la acumulación. Los investigadores señalan hasta qué punto les sorprendió que, en muchos de los hogares visitados, no se pudiese aparcar el automóvil en el garaje debido a que este era utilizado como trastero. Tan sólo una de cada cuatro familias utilizaban dicha estancia para guardar su coche, mientras que las restantes tenían que dejarlo en la calle puesto que no tenían espacio. Lo cual, recuerdan los científicos californianos, genera estrés. Muchísimo estrés.

La clase media no sabe cómo manejar el volumen de sus posesionesLas hormonas femeninas del estrés se disparaban ante un problema que muy pocos habrían sospechado que habrían de afrontar: la acumulación de bienes en casas que por lo general son mucho más grandes que las españolas. “Manejar el volumen de las posesiones” era uno de los principales problemas de estas familias. ¿Cuáles eran los productos almacenados en mayor cantidad? Las conservas y los productos de limpieza, que eran comprados sin límite y que originaban un desorden creciente. Los sociólogos culpan al aumento de cadenas de venta de productos al por mayor de esta situación. Los hogares, como el universo, tienden a la entropía.

Estamos estresados (y no hacemos nada para remediarlo)

Que cada vez sentimos más ansiedad no es noticia. Que somos conscientes de ello y que apenas le ponemos remedio, también lo es. Pero el análisis de los datos recogidos señala una triste realidad, y es que tenemos al alcance de la mano muchas posibilidades de relajarnos, pero las ignoramos. Por ejemplo, la mayor parte de viviendas familiares gozaban de un patio frontal ideal para tomar el aire, pero, como señalaba una de las autoras, “nadie iba allí”. Ni los niños, ni las familias que habían invertido grandes cantidades de dinero en remodelar dichas zonas. El tiempo dedicado a actividades de relax es mucho menor que el que cabía esperar, tan sólo un 11% en las mujeres y un 23% en el de los hombres. Las mujeres también hablaban durante más tiempo con sus hijos, un 34%, mientras que ellos bajaban su tiempo al 25%.

Cada vez es más común que las familias coman separadasTambién la cena se veía afectada por estos condicionantes, ya que muchos preferían las comidas preparadas puesto que permitían ahorrar más de diez minutos de preparación en la cocina. ¿Un ahorro temporal que permitía aprovecharse en otras actividades más sociales? Parece que ser que no, ya que la tendencia de la familia a comer cada uno por separado, según sus propios ritmos, está en aumento.

Los responsables del estudio se vanaglorian de haber realizado una investigación imposible de repetir, y que está destinada a ser la referencia para todas las reflexiones que sobre la vida de la clase media se realicen de ahora en adelante. Como señala una de las autoras, Jeanne E. Arnold, se trata de algo que “no se ha hecho nunca antes y puede que nunca se vuelva a hacer porque es una empresa que requiere un gran esfuerzo”. ¿Se atreverá alguien en España a hacer algo semejante, o tendremos que conformarnos con una nueva edición de Gran Hermano?

La nueva clase media puede parecerse superficialmente a la clase media del pasado, pero se comporta de manera muy diferente. Los retos que han de afrontar en su día a día han cambiado significativamente respecto a los de hace apenas una década, y los comportamientos que cada miembro de la familia espera de los demás son casi opuestos. Esta es la tesis que defiende un grupo de sociólogos del CELF (Center on Everyday Lives of Families), perteneciente a la universidad de California, tras registrar durante tres años cada palabra y cada mínimo gesto de 32 familias californianas, gracias a la instalación de cámaras y micrófonos en sus hogares.