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Por qué no hice huelga pero sí fui a la manifestación
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"DA IGUAL QUE SE SECUNDE, SOLO VAS A PERDER UN DÍA DE SUELDO"

Por qué no hice huelga pero sí fui a la manifestación

“Cuando entré en la oficina, todo el mundo estaba allí. Días antes apenas habíamos hablado acerca de la huelga, y todos teníamos la sensación de que

“Cuando entré en la oficina, todo el mundo estaba allí. Días antes apenas habíamos hablado acerca de la huelga, y todos teníamos la sensación de que casi nadie iba a dejar de venir porque la gente no puede permitirse perder un día de sueldo. Todos llegamos a fin de mes con muchos aprietos, y estas fechas son todavía más complicadas, con las navidades a la vuelta de la esquina. El que más y el que menos tiene hijos e hipoteca”, cuenta Vanesa, una treintañera trabajadora en una multinacional de servicios administrativos y de comunicación. Sin embargo, eso no fue un impedimento para que, al salir del trabajo, “más del 50% de mis compañeros" acudieran a la manifestación”.

Una situación similar se vivió en la empresa, también multinacional, en la que trabaja el informático Fernando. “La gente se tomó la huelga como un día normal. Sí es verdad que muchos nos planificamos para salir pronto e ir a la manifestación, pero no había nada de ambiente, dice, "al menos en el departamento en el que estoy ubicado". Entre los compañeros de empresa de Fernando que decidieron acudir a la convocatoria de la tarde “se notaba su indignación y defensa de la huelga, pero al fin y al cabo el riesgo de perder el trabajo o de que esa falta repercuta en el sueldo, que ya es de por sí muy ajustado, desmoviliza a la gente”. Este condicionante económico del que hablan Vanesa y Fernando es la explicación más plausible de que se secundase en menor medida el paro laboral y más las manifestaciones, según Francesc Pallarés catedrático de ciencias políticas de la Universidad Pompeu Fabra.

De la incapacidad para asumir este recorte en el salario mensual tampoco se salvaron algunos sindicalistas. Como relata Vanesa, una de sus compañeras de trabajo y su marido tuvieron pactar con la realidad para poder llegar a final de mes. “Ambos son muy combativos y querían secundar la huelga. Pero la realidad es que tienen una niña pequeña y sus ingresos se les quedan cortos, por lo que decidieron que sólo uno de ellos faltaría al trabajo para perder únicamente un día de sueldo y no dos. Le tocó a él". Un sacrificio innecesario, según Vanesa, porque "luego ves que no sirve prácticamente de nada”.

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Declive de los sindicatos, auge de los movimientos sociales

Señalar exclusivamente las causas económicas como elemento principal para no ir a la huelga parece, sin embargo, equivocar el diagnóstico o, al menos, sesgarlo. Entre los que así lo piensan se encuentra el consultor electoral Daniel Ureña. En su opinión, se trata más bien de que “mucha gente consideró que una huelga no beneficiaba al país en esta situación y por eso decidió no secundarla”. Quizá un sector de la población estuviera políticamente convencido de lo inadecuado de perder un día de trabajo, pero a esta idea también ayuda el descenso en la legitimidad de la acción sindical. Y es que cuando los convocantes no se están granjeando grandes simpatías sociales, convencer a los ciudadanos de que realicen un esfuerzo es particularmente arduo.Mucha gente consideraba que una huelga no beneficia al país en esta situación y por eso no decidió secundarla

“Los sindicatos no pasan por su mejor momento de valoración. Su discurso de lucha de clases está ya muy desfasado para un importante segmento de la población española, que no conecta con el. Necesitan un serio proceso de renovación para adaptarse a las nuevas realidades políticas y sociales de España". Y esa divergencia entre las necesidades de la gente y la oferta de las centrales sindicales explicaría también la baja incidencia de la huelga general del 14N”.

Así es para Alberto, un trabajador autónomo de 40 años: “Da igual que haga o no huelga porque nadie se entera. Si paro un día, tendré que hacer el trabajo el anterior o el siguiente, con lo que parar tiene poco sentido. Además, me fastidia seguir la convocatoria de los sindicatos porque el trabajo que hago, que es para una compañía, antes tenía que hacerse obligatoriamente bajo un contrato laboral. Ahora, gracias a que ellos han pactado las reformas laborales, tengo que trabajar para ellos pagándome yo la seguridad social. No voy a dar la cara por ellos”.

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Los sindicatos han perdido esa legitimidad de la que gozaron en el pasado, continúa Vanesa, para quien "son más efectivas las protestas de organizaciones sociales que luchan por temas más concretos, como Stop Desahucios o la plataforma contra la privatización de los hospitales”. Esta joven vincula la continuidad y persistencia en el tiempo de las luchas de este tipo de colectivos, centrados en un objetivo concreto, a una mayor efectividad. “Haces diferentes actos de protesta, recoges firmas y acabas consiguiendo una repercusión más o menos constante en los medios y la sociedad. Todo esto podrá servir para cambiar algo, pero las huelgas que pretenden denunciar la situación en general un solo día no sirven para mucho”.

Los actores sociales se han acostumbrado a pedir a la gente que participe en momentos concretos y de gran visibilidad, pero después piden a los ciudadanos que regresen a sus casas y dejen todo el proceso en sus manos. No parece que esta actitud sea la más adecuada, y por eso los sindicatos van perdiendo terreno en favor de nuevas formas de protesta y organización en continua reinvención, donde las personas a las que no se incluye en los sindicatos encuentran sus propios espacios.

Del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo

Aún así, y a pesar de que, como señala Pallarés, “sea evidente la falta que hace una recomposición o reestructuración de la relación entre afiliados y sindicatos, tampoco las cosas han cambiado tanto como para que los esquemas tradicionales no mantengan una cierta validez. No están tan deteriorados como se cree”. De lo que no cabe duda es de que el actual contexto laboral dificulta enormemente el éxito de las acciones de reivindicación, pensadas para un tiempo en que la producción generaba la mayoría de los empleos. Por eso, la huelga ha tenido incidencia en aquellos espacios, como en el transporte, donde todavía dominan los viejos modelos, y ha adolecido de presencia en el ámbito del trabajo inmaterial. “La enorme fragmentación de los lugares de trabajo actuales choca con la tradición de grandes talleres y fábricas en que se movió el sindicalismo”, añade el catedrático de ciencias políticas.Los sindicatos no pasan por su mejor momento en cuanto a valoración por parte de la ciudadanía

Este contexto sociolaboral, conceptualizado como capitalismo cognitivo, es el que vive día a día Esther, quien trabaja en una pequeña empresa de comunicación. “Todavía no sé por qué acudí a mi puesto de trabajo. Tal vez porque es una empresa pequeña con problemas económicos o porque formo parte de una plantilla mínima debilitada por la desmotivación, los impagos y la crisis o tal vez por miedo a que mi jefe sepa que no estoy de acuerdo con él”. Otro compañero del mismo sector nos cuenta, con la condición de mantenerse en el anonimato, que “fui a currar porque me pagan poco y perder el sueldo de un día es algo que no me puedo permitir. También fui a la manifestación porque, aunque no me identifico con los organizadores, sí que estoy en contra de las políticas del Gobierno. Así que me pareció una buena oportunidad para hacerlo”.

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A la búsqueda de resultados inmediatos

El caso de Esther es ejemplar, señala el analista político Antoni Gutiérrez-Rubí, en tanto hace mucho más fácil sentir que una acción está siendo útil. En estos contextos de trabajo aislado, o donde los lazos con los compañeros son mucho más débiles que en las fábricas del pasado, es fácil pensar que el hecho de no acudir al puesto de trabajo tenga escasísima utilidad. Por el contrario, la psicología social dicta que cuando uno está arropado por los demás, cuando se siente que se forma parte de algo, es mucho más fácil implicarse. “La manifestación es un ejemplo palpable, real, de una acción de protesta. A veces, cuando uno hace huelga tiene la sensación de que no sirve de mucho porque no tiene impacto inmediato. La manifestación, por el contrario, genera mucha visibilidad”, añade el analista. Al estar con los demás, salir en los medios, y hacer que la opinión pública hable de ello, provoca más rápidamente la sensación de que la acción va a tener realmente una repercusión.

Pero el análisis de los motivos por los cuales muchas personas participaron en las manifestaciones y no secundaron la huelga ha de tener en cuenta la influencia de las variables temporales, asegura Gutiérrez-Rubí. No todo el mundo tenía claro lo que iba a hacer, y por eso personas que habían tomado una decisión la fueron alterando a lo largo del día 14. “La hora de las manifestaciones, entre las seis y las siete de la tarde, permitió que mucha gente realizase un proceso de maduración en el que fue valorando las distintas informaciones y los hechos que iban ocurriendo para tomar al final de su jornada laboral una decisión sobre qué hacer”, explica el analista. Finalmente, ese proceso de reflexión hizo que muchas personas acudiesen a las marchas convocadas por los sindicatos en distintas ciudades.

La huelga ha tenido incidencia en los espacios laborales donde aún dominan los viejos modelosEn gran medida, explica este analista, esta inclinación de última hora se debe al hecho de que la política de comunicación gubernamental tratase de minimizar al máximo el seguimiento de la huelga, generando así un clima que se volvió en contra del Ejecutivo. “Es el efecto boomerang o, como se llama en las redes, el efecto Streisand. Ignoras algo, lo desprecias y al final provocas una respuesta masiva en tu contra”, afirma Gutiérrez-Rubí.

Reivindicaciones concretas frente a huelgas etéreas

Sin embargo, las grandes manifestaciones del día 14, lejos de resultar significativas respecto del poder de convocatoria de los organizadores, señalan una enorme divergencia entre sindicatos y manifestantes, ya que éstos no entienden que sus reivindicaciones se canalicen por el camino adecuado. Para Vanesa es obvio que "todos estamos indignados con la situación, pero sabes que no te van a hacer caso. Al ver las fotos de la manifestación sorprenden por lo masiva que fue, pero al día siguiente ya todo se ha pasado, se olvida y ni caso. Ni siquiera se sigue hablando de ello y los políticos siguen a lo suyo con otros temas”.

Eva trabaja en un gabinete de psicología y el pasado 14 de noviembre acudió a la manifestación pero no secundó la huelga general "debido a la incertidumbre ante las repercusiones que ello podía tener, a nivel económico y de seguridad laboral". Sin embargo, como en la anterior huelga, "sí traté de reducir el consumo al máximo puesto que esto también es un indicador del nivel de inconformidad de la población con las políticas del Gobierno”. Cree que es importante acudir “y fomentar la conciencia de que es una de las vías de comunicación con el poder", pero apuesta por otras vías distintas de las sindicales para realizar sus acciones políticas.

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En igual caso está Miriam, médico residente en el hospital de La Princesa, uno de los más combativos en la lucha contra la privatización de la sanidad debido a su inminente desmantelamiento. Ella afirma que “cada día se suma más gente a nuestra causa. Al manifestarnos dos veces al día, recoger firmas y coordinar la lucha con el resto de profesionales sanitarios de otros hospitales hemos ido aumentando paulatinamente la presencia mediática, la presión contra la Comunidad Autónoma y el apoyo social de los vecinos del barrio, pero también del resto de madrileños. Cada vez se ven más pancartas en los balcones y date cuenta de que en pocos días hemos recogido 200.000 firmas. Es como el tema de los desahucios, todos vemos que es una desgracia de una fuerte magnitud y hay que hacer algo para pararlos”.

Esta médica residente no acudió a la huelga porque prefirió centrarse en la lucha por la sanidad pública, como viene haciendo desde el primer día de encierro en este hospital, hace ya dos semanas. “Son dos tipos de protesta muy diferentes, la huelga se centra en un día concreto y ya está. Nosotros seguiremos hasta el final”.

“Cuando entré en la oficina, todo el mundo estaba allí. Días antes apenas habíamos hablado acerca de la huelga, y todos teníamos la sensación de que casi nadie iba a dejar de venir porque la gente no puede permitirse perder un día de sueldo. Todos llegamos a fin de mes con muchos aprietos, y estas fechas son todavía más complicadas, con las navidades a la vuelta de la esquina. El que más y el que menos tiene hijos e hipoteca”, cuenta Vanesa, una treintañera trabajadora en una multinacional de servicios administrativos y de comunicación. Sin embargo, eso no fue un impedimento para que, al salir del trabajo, “más del 50% de mis compañeros" acudieran a la manifestación”.