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"Al cerrar mi empresa, los empleados la reabrimos: los españoles no serían capaces"
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LA EXPERIENCIA DE LAS FÁBRICAS RECUPERADAS EN ARGENTINA

"Al cerrar mi empresa, los empleados la reabrimos: los españoles no serían capaces"

La experiencia de las fábricas recuperadas en Argentina tras el estallido de la crisis económica en 2001 es una realidad que todavía perdura más de una

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"Al cerrar mi empresa, los empleados la reabrimos: los españoles no serían capaces"

La experiencia de las fábricas recuperadas en Argentina tras el estallido de la crisis económica en 2001 es una realidad que todavía perdura más de una década después. Con el paso del tiempo, estos proyectos centrados en el autoempleo de los trabajadores afectados por los ERE y cierres patronales de la época se han ido consolidando legalmente hasta llegar al punto de que una parte de los presupuesto del Ministerio de Industria están reservados a inversiones en fábricas autogestionadas por cooperativas de trabajadores. 

Un buen número de analistas ha subrayado las similitudes entre la crisis que vivió el país sudamericano en 2001 y la que en estos momentos está condenando al desempleo y al empobrecimiento a un porcentaje cada vez mayor de la población del sur de Europa. Los últimos datos aportados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social cifran el número de desempleados en 4.705.279 y las empresas que se ven abocadas a echar el cierre siguen aumentando estrepitosamente. ¿Ante estas dificultades para generar trabajo asalariado, es exportable el modelo argentino de recuperación de empresas por parte de sus propios trabajadores?

Esta misma pregunta se ha hecho Martín Cossarini, un operario de la imprenta cooperativa Chilavert recuperada hace diez años en Buenos Aires, cuando la semana pasada llegó a una empresa de artes gráficas de San Fernando de Henares (Madrid) por mandato de sus compañeros para negociar la adquisición de una máquina que se había puesto a la venta. “El primer día que llegué a Madrid fui a ver la máquina y quedé muy contento porque estaba en buen estado y el precio nos interesaba".

Al día siguiente de ver la máquina, Cossarini llamó al operario que le había explicado su manejo "para agradecerle su ayuda y regalarle una botella de vino, pero me dijo que solo unas horas antes había sido despedido y que la imprenta iba a cerrar. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al verme reflejado en ese hombre porque estaba viviendo lo mismo que nosotros en 2001 cuando el patrón abandonó nuestra imprenta. Cuando reaccioné le llevé un libro en el que se explica el proceso de recuperación de las fábricas en Argentina por parte de los trabajadores y lo animé a que siguiesen nuestro ejemplo”, que tras una década sigue empleando a medio millar de trabajadores.

"Nuestro modelo de autoempleo no funcionaría en España"

Cossarini ya se dio cuenta de que estaba predicando en el desierto a la mitad de la conversación: “Nuestro modelo de autoempleo colectivo no es exportable a España”. Tras preguntarle el por qué responde que “aquí los trabajadores tienen otra mentalidad. Con esto no quiere decir que sea mejor o peor que la nuestra, pero sí es verdad que están menos organizados y tienen una actitud más individualista, lo que los lleva a luchar únicamente por obtener el mejor finiquito para intentar abrir un negocio propio, un tallercito o una panadería, me decía este hombre. Lo que pasará así es que todos los desempleados abrirán su propia panadería y se harán competencia unos a otros en lugar de luchar conjuntamente para reflotar su empresa. Creo que esto es pan para hoy y hambre para mañana”.

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Cossarini reconoce que la situación que España vive en estos momentos todavía dista mucho de los acontecimientos que hundieron a Argentina hace más de una década en una crisis sin precedentes. “Vuestra quiebra está siendo muy escalonada, mientras que la nuestra fue radical. Casi de un día para otro nos quedamos todos en la calle y éramos conscientes de que no había otra salida que tomar nosotros mismos las riendas, mientras que aquí todavía se tiene la esperanza de que esta situación sea pasajera y se vaya a volver a la bonanza. Esto se refleja muy claramente en el hecho de que aquí no haya un movimiento fuerte de desempleados, como sí se produjo en Argentina. Además, todo hay que decirlo, nosotros también nos vimos sin ningún tipo de cobertura por desempleo, por lo que para alimentar a nuestros hijos solo nos quedaba la opción de volver a la fábrica y poner las máquinas en marcha”.Aquí se tiene la esperanza de que esta situación sea pasajera

La recuperación de las fábricas abandonadas por los empresarios ha sido objeto de multitud de estudios, documentales o ensayos y hoy en día es quizá uno de los mejores ejemplos de la autogestión obrera. Con la distancia del tiempo, los resultados obtenidos parecen darles la razón. “Llegar hasta aquí nos ha costado mucho sudor y lágrimas, jornadas laborales de más de 12 horas diarias y muchas dificultades, sobre todo durante los primeros meses, pero hemos conseguido salir adelante y darle de comer a los nuestros”.

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La cooperativa Chilavert, situada en el barrio bonaerense de Pompeya, cuenta solamente con quince cooperativistas, pero está dentro del gremio de las artes gráficas que aúna a otras quince imprentas recuperadas con un total de 500 cooperativistas. La red sirve para darse apoyo mutuo, centralizar las compras, derivarse clientes e incluso para avalar los créditos. En estos momentos están poniendo en marcha una especie de cooperativa financiera. “La máquina que he venido a buscar a Madrid va a ser pagada con dinero de la red, que se presta con unos intereses muy reducidos”.

El duro camino hacia la viabilidad económica

Lo que en un primer momento pareció una acción desesperada de los argentinos se ha convertido en una fuente de empleo y riqueza para el país sudamericano. Ciertamente, muchas de estas iniciativas se quedaron por el camino, principalmente, aquellas con un elevado número de trabajadores y en las que tenían mucha fuerza los grandes sindicatos, quienes negociaron mejores finiquitos para los despedidos con la condición de que no retomasen la actividad productiva de sus fábricas, recuerda Cossarini. Sin embargo, sí existió la excepción de los astilleros, totalmente privatizados en 2001, donde trabajan cerca de 4.000 personas. Éstos últimos llegaron a un acuerdo intermedio con sindicatos y Gobierno para impedir su cierre y crear una gestión de los trabajadores pero bajo control estatal.

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Uno de los elementos que más contribuyó al triunfo de estos modelos fue la inteligencia colectiva. “Para nosotros lo más difícil al principio eran todas aquellas tareas relacionadas con la gestión, la comercialización y la búsqueda de clientes. Sabíamos a la perfección cómo funcionaban las máquinas pero no teníamos ni idea de número ni de ordenadores. Por eso, nunca hubiésemos llegado hasta aquí si no fuese por la ayuda que nos prestaron desde las universidades y desde asociaciones profesionales que simpatizaban con nuestra causa. Recuerdo, por ejemplo, que al principio llevábamos muy mal el tema de hacer presupuestos, pero un día llegó un experto en gestión con un programa informático que hacía casi todo solo. Estuvo una semana entera explicándonos cómo funcionaba el software y gracias a eso en el tiempo que tardábamos en hacer un presupuesto pasamos a hacer diez”.La horquilla salarial de los cooperativistas de Chilavert es de uno a dos

La simpatía popular, sobre todo en un barrio como el de Pompeya, con una historia muy ligada al gremio de las artes gráficas, también ha permitido que tuviesen la suficiente carga de trabajo para seguir adelante. A día de hoy ya han superado la fase de la mera supervivencia y son muy optimistas con el futuro. La carga de trabajo asegura su viabilidad económica y la horquilla salarial -la diferencia entre el que menos cobra y el que más- es de uno a dos (solo el doble). La nueva adquisición de maquinaria en Madrid es una buena muestra de su prosperidad, al tiempo que dibuja una triste metáfora de las dificultades cada vez más asfixiantes para los trabajadores españoles y de todo el sur de Europa. Parece que los papeles se han invertido, con la diferencia de que aquí todavía no se ha configurado ninguna respuesta ni proceso desde la clase trabajadora capaz de marcar dignamente el camino de salida. ¿Habrá predicado en el desierto Martín Cossarini?

La experiencia de las fábricas recuperadas en Argentina tras el estallido de la crisis económica en 2001 es una realidad que todavía perdura más de una década después. Con el paso del tiempo, estos proyectos centrados en el autoempleo de los trabajadores afectados por los ERE y cierres patronales de la época se han ido consolidando legalmente hasta llegar al punto de que una parte de los presupuesto del Ministerio de Industria están reservados a inversiones en fábricas autogestionadas por cooperativas de trabajadores.