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"Tener pareja en el trabajo es algo tortuoso y miserable"
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QUÉ PASA CUANDO SE MEZCLAN EMPLEO Y AMOR

"Tener pareja en el trabajo es algo tortuoso y miserable"

“Recuerdo con una cierta nostalgia las épocas en que, en los minutos que otros usaban para echarse un pitillo, nosotros nos íbamos a una zona discreta

Foto: "Tener pareja en el trabajo es algo tortuoso y miserable"
"Tener pareja en el trabajo es algo tortuoso y miserable"

“Recuerdo con una cierta nostalgia las épocas en que, en los minutos que otros usaban para echarse un pitillo, nosotros nos íbamos a una zona discreta para comernos la boca, pero el regusto dulce se me pasa pronto: en cuanto me vienen a la cabeza los dos años siguientes de infierno”. Durante esos dos años de los que habla, Rosa fue pareja de un compañero de trabajo. Los dos eran periodistas, trabajaban en el mismo medio y trataban el mismo tipo de temas. “Lo nuestro fue un cocktail letal”, recuerda, “y reconozco que la combinación de nuestros caracteres era explosiva. Quizá no hubiese funcionado de todas maneras, pero lo cierto es que el hecho de trabajar juntos y convivir las 24 horas lo hizo todo mucho más difícil”. Las palabras que usa para definirlo son “tortuoso”, “miserable” y “sórdido”. Para ella, hoy, visto desde la distancia de una vida rehecha y un nuevo empleo, “sólo hay una cosa peor que compartir trabajo con tu pareja: compartirlo con esa misma persona cuando ya no lo es”. Su decisión final, pues, no fue dejar al chico, sino dejarlos a los dos, chico y trabajo, y poner tierra de por medio entre ella y una relación que se había tornado enfermiza.

¿Es siempre así? Según Laura García Agustín, psicóloga clínica, coach, escritora, psicóloga del programa No es un día cualquiera de RNE y directora de Clavesalud, “los conflictos surgen cuando uno (o ambos), confunden los roles dentro y fuera del trabajo o los mezclan, y los problemas o dificultades de un área se llevan al otro. Esto resta mucha energía a la pareja porque nunca se desconecta y se retroalimentan unas conductas que solo tendrían que darse en un contexto”.

La rivalidad con la pareja solo aparece si una o ambas partes se sienten insegurasLas consecuencias de las “discrepancias en el trabajo” o de las “rivalidades profesionales” pueden ser, indica, “cuadros de ansiedad de intensidad variable en uno o en ambos, sentimientos de culpa y dificultades de expresión de emociones”, y, explica, “la pareja puede erosionarse mucho. Si además cada individuo no cuenta con una red social de desahogo no compartida con la pareja donde pueda volcar su malestar y recibir otra visión de las cosas, la situación puede complicarse cada vez más hasta la ruptura”.

El fin de la vida privada

Se trata, parecen pensar algunos, de un problema sintomático de una sociedad donde el territorio de lo privado mengua cada día y sus fronteras se vuelven más y más porosas. Luis (nombre supuesto), que ha trabajado varios años con su pareja hasta que decidieron que uno se buscase otro empleo para llevarlo mejor (aún están juntos, pese a varias crisis) comenta que su situación era similar “a la de esos jóvenes que ahora, parece, consideran normal e incluso exigible saber las claves del mail y el Facebook de su pareja. Mi tiempo de trabajo con mi mujer fue exactamente así”. El espacio de intimidad, dice, “desaparece de repente. Lo que te hubiese parecido aberrante pocas semanas antes, se va convirtiendo en normal y acabas fiscalizado de manera permanente. Por el jefe y por tu novia”. “Creo que una esfera privada es esencial”, opina, “y que nuestro tiempo va en la dirección contraria: la está haciendo desaparecer por completo”

Pero ¿cuáles eran los problemas principales a los que se enfrentaban Luis o Rosa? “Exceso de control por la otra parte, lo que te mete a ti mismo en un círculo de control; falta de relajación; sensación de estar siendo juzgado constantemente; establecimiento de una especie de competitividad y dificultad para asumir papeles distintos a los que existen en la relación personal; adquisición progresiva de los defectos del otro y de sus tácticas de presión…”, cita Luis casi de carrerilla. “En mi caso, los celos fueron importantes, también por mi parte”, reconoce Rosa, “si ya los tienes de inicio, estar todo el día viendo interactuar a tu pareja no es muy sano. Sobre todo si es un cabrón”. “Y es cierto”, añade, “que él llevaba muy mal que estando en campos similares, yo tuviese más éxito profesional”.

A menudo tampoco están “permitidas” las relaciones entre jefe y empleado“Rivalizar con la pareja”, explica García Agustín, “solo sucede si una o ambas partes se siente inseguras dentro de la relación laboral o profesional. Por lo que también habría que hablarlo tan pronto se detectase este problema. No obstante, cuando dos personas están bien avenidas, ajustadas emocionalmente y con una adecuada autoestima, no suelen rivalizar. Todo lo contrario, se apoyan. Se complementan. Las relaciones de pareja han de basarse en el respeto y en la admiración hacia el otro, por lo que rivalizar o sentir envidia porque la pareja ocupe un cargo superior demuestra poco ajuste marital. Es decir, que ya había problemas previos en la pareja que se trasladan al trabajo”.

Soluciones y sacrificios

Pedro (nombre supuesto), que aún trabaja con su mujer, en su propio negocio (una librería especializada), se queja de la vaguedad de las soluciones habituales: “Siempre nos dan los mismos consejos generales que ya conocemos y pocas ideas prácticas. ‘Sé inteligente’ te dicen...Coño, ya me gustaría, lo que necesito es que me digan cómo serlo. ‘Aprende a decir no sin sentirte culpable’…”. Para él, es necesaria “una reflexión personal seria, darse cuenta rápido de que es un problema importante y, sobre todo, evaluar lo que estás dispuesto a sacrificar para solucionarlo. Siempre hay que sacrificar algo”.

Los psicólogos suelen incidir en que “trabajar con la pareja no significa que uno tenga que estar todo el día con ella” y en que “lo ideal sería tomarse momentos de esparcimiento por separado o descansos dentro de la jornada de trabajo que no incluyan al otro, por ejemplo, no comer siempre juntos, no ir y venir siempre juntos, buscarse horarios diferenciados, etc.”

Las políticas de empresa no parecen poder hacer mucho al respecto de estos problemas. Es cierto que a veces se trata de emplear a las parejas en “sectores” distintos, pero eso no puede prever el muy habitual caso con el que hemos arrancado: que la pareja se forme en el trabajo, a posteriori, creada por el roce mismo del tráfago diario.

Recuerdo muchos desayunos discutiendo temas de la empresa como momentos muy bonitosA menudo tampoco están “permitidas” las relaciones entre jefe y empleado, pero, como dice Rosa, “en este tipo de asuntos esas normas saltan por los aires a la primera de cambio. Yo he visto a compañeros alterar sus rutinas y su vida entera para poder sostener una relación. Llevarla en secreto delante de cientos de personas durante meses. En ese sentido, el amor tiene una fuerza terrible… y destructiva”.

La posibilidad de un encuentro

En el lado de la esperanza, encontramos a Marieta, como la llaman cariñosamente sus nietos. Tiene 75 años, se licenció en medicina cuando la presencia de una mujer en la universidad era aún inhabitual, dejó su trabajo como profesora cuando tuvo el primer hijo y cuando éste y el resto tuvieron una edad prudencial, decidió entrar a trabajar con su marido en su negocio. “A él le pareció estupendo, y aunque era un ámbito ajeno al mío, enseguida lo entendí. Unos cuantos años después, aunque él era el jefe, yo era la jefa en la sombra”.

Se ríe de los recuerdos, ya algo lejanos, y reconoce que echa mucho de menos aquella época. “Y una de las cosas que más añoro”, dice, “es eso: trabajar codo con codo con alguien a quien quieres y que te respeta. Es fantástico, ¿verdad?”. Además, observa, “cuando lo llevas bien no pasa nada por ‘llevarse el trabajo a casa’, como se dice ahora. Yo recuerdo muchos desayunos discutiendo temas de la empresa como momentos muy bonitos. Necesitaba sentirme útil más allá de la familia y eso me lo permitió. ´Él siempre habló muy bien de mí. Y yo de él”.

“Esto sucede cuando la pareja está bien avenida fuera del trabajo”, indica García Agustín, “cuando se tiene una buena y fluida comunicación, se sabe negociar, tomar decisiones, manejar y hablar de los problemas. Cuando se sabe realmente expresar lo que le afecta a cada uno y pedirle al otro los cambios oportunos cuando hace falta”.

La pregunta es: ¿se puede aprender? ¿es necesario?

Para Rosa, la opción está clara: “Si se plantea la posibilidad de tener una relación en el trabajo o de acabar trabajando con tu pareja, haz lo que decía aquel anuncio de las drogas: di no. Te ahorrarás tiempo, dinero y salud mental. Yo aún estoy en terapia”.

“Recuerdo con una cierta nostalgia las épocas en que, en los minutos que otros usaban para echarse un pitillo, nosotros nos íbamos a una zona discreta para comernos la boca, pero el regusto dulce se me pasa pronto: en cuanto me vienen a la cabeza los dos años siguientes de infierno”. Durante esos dos años de los que habla, Rosa fue pareja de un compañero de trabajo. Los dos eran periodistas, trabajaban en el mismo medio y trataban el mismo tipo de temas. “Lo nuestro fue un cocktail letal”, recuerda, “y reconozco que la combinación de nuestros caracteres era explosiva. Quizá no hubiese funcionado de todas maneras, pero lo cierto es que el hecho de trabajar juntos y convivir las 24 horas lo hizo todo mucho más difícil”. Las palabras que usa para definirlo son “tortuoso”, “miserable” y “sórdido”. Para ella, hoy, visto desde la distancia de una vida rehecha y un nuevo empleo, “sólo hay una cosa peor que compartir trabajo con tu pareja: compartirlo con esa misma persona cuando ya no lo es”. Su decisión final, pues, no fue dejar al chico, sino dejarlos a los dos, chico y trabajo, y poner tierra de por medio entre ella y una relación que se había tornado enfermiza.