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Fuera de control: ¿por qué tenemos tanto miedo a volar?
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CONSEJOS PARA CALMAR LA AVIOFOBIA

Fuera de control: ¿por qué tenemos tanto miedo a volar?

La aviofobia (o miedo a volar) es un problema muy común, a pesar de que estos aparatos son el medio de transporte más seguro

Foto: Mucha gente tiene miedo a volar... a pesar de que los aviones son medios de transporte muy seguros
Mucha gente tiene miedo a volar... a pesar de que los aviones son medios de transporte muy seguros

A medida que se generaliza el transporte aéreo y se adapta a todos los bolsillos, la aviofobia (el miedo a volar) está convirtiéndose en un problema muy común. Pero, ¿por qué tanto miedo irracional? El avión es, de lejos, el medio de transporte más seguro. Los accidentes son muy raros, en cualquier caso mucho menos frecuentes que en carretera, pero, pese a esto, el miedo nos ataca en cada trayecto.

[Las 10 fobias más comunes]

Para muchos es corriente experimentar cierto miedo, sobre todo en el despegue y aterrizaje, pero hay personas que lo pasan verdaderamente mal y sufren severos ataques de ansiedad. Es importante saber en qué medida nos afecta el miedo a volar, pues según la intensidad la solución podrá llegar de una u otra forma.

Muchas personas no reconocen que tienen miedo a volar, pero se inventan todo tipo de excusas para no coger un avión. Hay diversas formas de saber de qué forma te afecta el miedo a volar. La aviofobia más intensa es aquella que impide a las personas poner siquiera un pie en la cabina. Un problema que puede ser un verdadero estorbo en la sociedad actual y que hace que mucha gente se pierda bodas, vacaciones, o visitas a amigos, para las que volar es absolutamente necesario. Muchas personas no reconocen que tienen miedo a volar, pero se inventan todo tipo de excusas para evitar coger un avión, que enmascaran una aviofobia real. Darse cuenta de que las excusas son eso, excusas, es el primer paso para enfrentarse al miedo.

Entendiendo el miedo a volar

Psicológicamente hablando, el miedo a volar no suele ser un miedo a tener un accidente. De hecho, mucha gente se sentiría más segura si el avión volara más cerca de la tierra en vez de a 10 kilómetros, lo que en realidad es más peligroso. El primer paso para saber por qué tenemos miedo a volar es conocer los posibles raíces de éste, que pueden ser muy diversas: falta de control, miedo a las alturas o a la caída, sensación de falta de conexión a la tierra, miedo a los espacios cerrados, problemas de confianza, terror a quedar atrapado o a sufrir algún tipo de ataque durante el vuelo… Temores múltiples que, en muchas ocasiones, aparecen de la mano.

[Instrucciones para perder el miedo a volar]

Saber cómo funciona un avión puede convertirse en una forma de control emocional: no saber siquiera cómo funciona un avión es un factor importante del miedo a volar. El hecho de no poder controlar lo que ocurre hace que la gente más desconfiada sea especialmente receptiva a la aviofobia. Un miedo muy similar al que, por ejemplo, se experimenta en los parques de atracciones, donde es muy corriente pensar que la montaña rusa va a descarrilar justo cuando nos montamos en ella.

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Para evitar esto lo mejor es informarse sobre cómo funciona un avión. Esto nos llevará, por ejemplo, a conocer por qué tras el despegue tenemos esa extraña sensación de que el avión se está hundiendo: lo cierto es que, como se necesita más energía para despegar que para ascender, el avión reduce su velocidad y nosotros experimentamos un pequeño retroceso, aunque en realidad la nave sigue subiendo. El conocimiento se convierte así en una forma de control emocional.

Mantén a raya tu imaginación

Las fobias, generalmente, no están basadas en la lógica. Podemos saber que algo no es amenazante, pero aun así, emocionalmente, sentimos que lo es. En el mundo de la psicología este tipo de riesgos casi imaginarios se conocen como “amenazas percibidas”. Ante una peligro real reaccionamos rápidamente y nuestro cuerpo se pone alerta. Volar no es una ameneza real. Es cierto que matemáticamente es posible tener un accidente, pero las posibilidades son muy remotas y, en cualquier caso, no podríamos hacer nada por evitarlo. Pero, para muchas personas, volar se convierte de facto en un peligro real. Cuando el avión despega estas personas sienten que se han salvado de la muerte y su estado de alerta les lleva a tener varios síntomas psicológicos que no son nada recomendables. El secreto reside en normalizar los viajes en avión, convirtiéndolos en algo rutinario, no en un reto que supone un estado de alerta constante.

Aprender a dominar una imaginación hiperactiva es una de las claves para mitigar el miedo a volar. Otro factor que puede influir en el miedo a volar es la imaginación hiperactiva, muy frecuente en las personas que sufren aviofobia. En el transcurso de un trayecto en avión, estas personas fantasean con todo tipo de imágenes que han visto en el cine y la televisión, creando su propia historia sobre un accidente de avión. Aprender a dominar una imaginación hiperactiva es una de las claves para mitigar el miedo a volar.

No es de extrañar que los aviones hayan sido el escenario de cientos de películas de miedo o acción, pues es un espacio que provoca la angustia que persiguen este tipo de historias. Los periodistas también prestan especial atención a los accidentes de aviación reales: provocan un miedo irracional y saben que esto siempre tiene un gran impacto. El problema es que cada vez estamos más expuestos a historias dramáticas sobre aviones (ni que decir tiene que el 11-S hizo mucho daño), y apenas existen reportajes sobre lo mucho que ha avanzado la seguridad en la aviación civil. A más historias negativas, mayor refuerzo de la aviofobia en las personas que la sufren que, en cualquier caso, deberían evitar por todos los medios acceder a ellas.

A medida que se generaliza el transporte aéreo y se adapta a todos los bolsillos, la aviofobia (el miedo a volar) está convirtiéndose en un problema muy común. Pero, ¿por qué tanto miedo irracional? El avión es, de lejos, el medio de transporte más seguro. Los accidentes son muy raros, en cualquier caso mucho menos frecuentes que en carretera, pero, pese a esto, el miedo nos ataca en cada trayecto.

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