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No nos gobiernan los burócratas, sino los profetas
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PAUL DU GAY CUESTIONA A LOS LÍDERES ACTUALES

No nos gobiernan los burócratas, sino los profetas

Si hay una idea que haya dominado la mentalidad colectiva en los últimos años es la de que nos encontramos en una situación de apremio que

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No nos gobiernan los burócratas, sino los profetas

Si hay una idea que haya dominado la mentalidad colectiva en los últimos años es la de que nos encontramos en una situación de apremio que requiere soluciones nuevas, atrevidas y urgentes. Esta crisis perpetua en la que llevamos instalados un buen número de años ha estado presente, sin embargo, en los discursos empresariales desde hace décadas. Las transformaciones en las firmas se han nutrido de la convicción en que si no cambiaban, si no dejaban de seguir las pautas burocráticamente marcadas, no sobrevivirían.

La aceptación de sus ideas deja de estar sujeta a análisis racionales, convirtiéndose en una cuestión de vida o muerte

Estas ideas, que están aplicándose ahora a los Estados, tienen sus raíces ancladas en el mundo del management. Y éste, a su vez, tal y como señala Paul du Gay, profesor de la Copenhagen Business School, las había recogido del ámbito religioso. Los nuevos líderes empresariales ya no se presentan vanagloriando la tradición sino repudiándola, una actitud que también han recogido algunos líderes sociales. Al contrario que las autoridades del pasado, las contemporáneas apuestan por recorrer nuevas sendas, por transformar radicalmente lo recibido, por abrir caminos diferentes. Hablamos, pues, de  “figuras revolucionarias, que no reconocen otra autoridad que la suya y que actúan igual que aquellos profetas que anunciaban un mandato divino”. Para Du Gay, el discurso organizacional contemporáneo deriva de las visiones que aparecían en la tradición judeocristiana, según la cual había figuras carismáticas especialmente elegidas que desafiaban lo establecido porque su autoridad emanaba de arriba.

Su destino, el vertedero de la historia

Para Du Gay, este recurso a formas carismáticas de autoridad dentro de las organizaciones, que emergió como antídoto a las presuntas ineficiencias y disfunciones mecánicas de la burocracia, está impregnado de “aura teológica”. “Sus asunciones básicas no son un conjunto de proposiciones sujetas a prueba empírica, sino que estamos ante verdades incuestionables cuya necesidad se hace del todo evidente a aquellos que realmente saben lo que está pasando debajo de la superficie de la vida económica y organizacional”. Su aceptación deja de estar sujeta a análisis racionales, convirtiéndose en “una cuestión de vida o muerte. O se hace eso o llegará la inevitable decadencia y no se logrará sobrevivir”. Por ello, quienes están en desacuerdo “o cuestionan estas verdades elevadas, son señalados como aquellos que están fuera del zeitgeist, del espíritu de la época, y cuyo destino será el vertedero de la historia”.

Las actitudes Premium son la adaptabilidad, la plasticidad y el just do it

Los efectos de ese discurso metafísico disminuyen la seguridad e incrementan la incertidumbre de la vida en el interior de las organizaciones, asegura Du Gay. Y, además, nos conducen hacia el aumento de las arbitrariedades y hacia “la demagogia, la informalidad, la intuición visionaria y la falta de responsabilidad. Parece que se da más libertad a la gente para producir resultados pero en realidad se les lleva a operar en un entorno menos seguro y más incierto, donde los criterios con que se miden los resultados pueden variar cada minuto, y donde pueden encontrarse a merced de la visión de un líder excepcional”.

Comprender la burocracia

En ese contexto, el que no siga fielmente al líder, el que haga patente que no coincide con sus planteamientos, el que quiera aferrarse a las reglas, y el que quiera valorar los  medios empleados para alcanzar la meta prevista,  no encajará en este futuro resplandeciente. “Aquí, la adaptabilidad, la plasticidad, la capacidad de cambiar constantemente y el just do it, aun cuando no tenga en cuenta las reglas legalmente vigentes (como ocurrió, por ejemplo, con Lehman Bros.) terminan siendo las actitudes Premium, mientras que las reglas de prudencia típicas de la burocracia se convierten en un peso muerto, en una barrera para la competitividad, la innovación y la empresa, y también para el desarrollo de las capacidades del ser humano”.

Los gobiernos son ejecutores de las órdenes de una burocracia tecnificada, la de los mercados

Du Gay entiende que estas reglas de juego bien delimitadas, que dejan claras las responsabilidades y que se organizan alrededor de la valoración prudente siguen siendo necesarias, y más aún frente a estas formas de autoridad carismáticas. “La gente se terminará dando cuenta de que la burocracia fue y es la servidora de las políticas que desarrollaban las democracias representativas. Como el politólogo americano Carl Friedrich señaló en 1950, un buen gobierno tiene que empezar por la comprensión de la burocracia, porque ninguno puede funcionar sin ellas. El gobierno democrático moderno es imposible sin una administración burocrática y la administración sin gobierno también nos lleva al desastre”.

Se refiere Du Gay con esta afirmación al contexto en el que nos ha situado la crisis financiera “que podría haber dictado la sentencia de muerte del neoliberalismo, pero que en su lugar le ha revitalizado, con los mercados y sus lógicas organizativas dictando de formas muy remarcables lo que los Estados soberanos y democráticos pueden y no pueden hacer en lo que se refiere al bienestar y a la seguridad de sus ciudadanos”. Para el autor de En elogio de la burocracia (Ed. Siglo XXI) los gobiernos se han convertido en agentes de los inversores internacionales, actuando como recolectores de la deuda”. Son ejecutores de las órdenes de una burocracia tecnificada, como es la de los mercados, más que representantes de los ciudadanos que les eligieron.

Si hay una idea que haya dominado la mentalidad colectiva en los últimos años es la de que nos encontramos en una situación de apremio que requiere soluciones nuevas, atrevidas y urgentes. Esta crisis perpetua en la que llevamos instalados un buen número de años ha estado presente, sin embargo, en los discursos empresariales desde hace décadas. Las transformaciones en las firmas se han nutrido de la convicción en que si no cambiaban, si no dejaban de seguir las pautas burocráticamente marcadas, no sobrevivirían.