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Los banqueros de inversión, bajo el microscopio
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UN ESTUDIO DESVELA SUS PRÁCTICAS

Los banqueros de inversión, bajo el microscopio

Los bancos de inversión “promueven el lujo en el trabajo, proporcionan todo tipo de comodidades y proveen de apoyo administrativo a sus empleados 24 horas al

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Los banqueros de inversión, bajo el microscopio

Los bancos de inversión “promueven el lujo en el trabajo, proporcionan todo tipo de comodidades y proveen de apoyo administrativo a sus empleados 24 horas al día, siete días a la semana, con la finalidad de difuminar la frontera entre el trabajo y la vida privada”, intentando así que sus empleados rindan al máximo. Así lo señala el estudio Transcending Socialization, realizado por la profesora Alexandra Michel, de la University of South California, en el que ha contado con la colaboración de ejecutivos de dos bancos de inversión estadounidenses.

Al menos durante los primeros años, los métodos motivacionales de los bancos ofrecen buenos resultados. Muchos de sus empleados llevan su cuerpo al límite, aprendiendo que “no hay nada que no se pueda hacer”. Uno de los participantes en el estudio asegura que en su experiencia laboral ha llegado a conocer su “extraordinaria capacidad de sacrificio”, dándose plena cuenta de que  las necesidades físicas pueden ser relegadas a un plano muy secundario. Estamos, pues, ante trabajadores a los que se exige poner toda la energía y la entrega en su tarea, algo que aceptan de buen grado. Como asegura la esposa de un banquero de inversión, “no hay nada que mi esposo no haga por la firma”.

No hay nada que mi esposo no haga por la firmaLas ventajas son evidentes, al menos en lo que se refiere a lo económico. Altas remuneraciones, poder de decisión y relaciones de alto nivel compensan las 100-120 horas semanales que llegan a trabajar. Por eso, las empresas ponen su punto de mira en la contratación de jóvenes talentos. Sus procesos de selección priorizan cualidades como la energía y la vitalidad de los aspirantes, dada la gran exigencia que les espera, y en tanto deberán moverse en un contexto donde los controles deben ser interiorizados. Como dice uno de los banqueros participantes en el estudio, “el dinero y el poder no hacen que me levante cada mañana. Trabajo duro porque quiero hacerlo”. Esa insistencia en la autonomía de los profesionales tiene como correlato el contratar a gente que sabe lo que tiene que hacer: “Nadie les dice que trabajen más horas o que no se vayan de vacaciones”, asegura un representante de un banco de inversión. De hecho, uno de los valores con el que más se identifican los empleados es el de la autodistribución del tiempo. “No trabajaría para una empresa que me pidiera que llegase a las 9 y me marcharse a las 17.00 h.”, afirma uno de los banqueros. Y ello aunque se esté en el puesto de trabajo muchas más horas de las 40 semanales. “Yo decido cuando el trabajo está terminado”, afirma.

"Una pesadilla sin fin"

Los banqueros cuentan con jornadas muy extensas, que no es inusual que sobrepasen las 100 horas semanales incluso cuando no haya nada urgente que hacer. Esto lleva que a la edad media sea relativamente baja (sobre los 35 años, ya que “no se puede aguantar este ritmo durante mucho tiempo”), y a que la empresa despida rápidamente a aquellos cuya entrega no sea absoluta, en tanto, aseguran, se teme que se contagien las actitudes poco positivas. Así las cosas, la energía se convierte en el valor principal.Es fácil conseguir que la gente cumpla un horario”. Lo difícil, asegura un banquero, es hacer que trabajen más horas voluntariamente. Porque, aunque lo deseen, “tienen que luchar contra la biología”.

Me levantaba deseando que el día anterior hubiera sido un mal sueño

Una tarea, pues, nada sencilla, porque los inversores y brokers no dejan de ser seres humanos que se ven afectados por la tensión, las horas trabajadas de más y la presión por los resultados. Es cierto que no ocurre así durante los primeros años, cuando los empleados mantienen un control estricto sobre sus cuerpos y dedican todas sus fuerzas a su carrera. Llegan al centro de trabajo a las seis de la mañana, se van alrededor de medianoche y lucen prácticamente siempre una actitud positiva. A partir del tercer año, el cuerpo comienza a notar las señales, y no es tan fácil ignorar sus necesidades. Es en esos momentos cuando comienza a hacerse evidente que se no vive en el mejor de los escenarios: un participante en el estudio, vicepresidente de inversión en su firma, describió su vida como “una pesadilla sin fin” en la que se levantaba cada mañana “deseando que el día anterior sólo hubiera sido un mal sueño”. El otro, vicepresidente de productos financieros, aseguró estar obsesionado con que sus compañeros no percibiesen sus problemas con el alcohol.

A partir del quinto año, los participantes, que habían llegado a la treintena, se habían dividido en dos grupos claramente diferenciados: un 60% continuó con las viejas prácticas, aun soportando frecuentes males físicos, y el 40% restante decidió dormir más y mejor, hacer más ejercicio y seguir una dieta más sana. Ese interés en cuidar el cuerpo a costa de disminuir ritmo laboral y el número de horas trabajadas, revertió paradójicamente en beneficio para los bancos, ya que, según el estudio, terminaron por promover la creatividad y aumentar el rendimiento por otro camino.

Al acabar el estudio, uno de cada cinco banqueros de inversión había abandonado su puesto de trabajo.

Los bancos de inversión “promueven el lujo en el trabajo, proporcionan todo tipo de comodidades y proveen de apoyo administrativo a sus empleados 24 horas al día, siete días a la semana, con la finalidad de difuminar la frontera entre el trabajo y la vida privada”, intentando así que sus empleados rindan al máximo. Así lo señala el estudio Transcending Socialization, realizado por la profesora Alexandra Michel, de la University of South California, en el que ha contado con la colaboración de ejecutivos de dos bancos de inversión estadounidenses.