Es noticia
Confianza en ti mismo: tenerla y perderla
  1. Alma, Corazón, Vida

Confianza en ti mismo: tenerla y perderla

Acabo de escuchar la ponencia de un arquitecto italiano brillante que se llevó a todo el auditorio de 700 mujeres de IWF de calle con cada

Acabo de escuchar la ponencia de un arquitecto italiano brillante que se llevó a todo el auditorio de 700 mujeres de IWF de calle con cada intervención. La energía de la sala nutría su ego y su seguridad se camelaba a mujeres de más de 30 países. ¿Cómo lo hizo?

Sí. Es guapo, culto y ocurrente. Pero hay mucha gente así que no cautiva tanto. Fabio Novembre mostró desde el primer instante que rebosaba confianza en sí mismo: tomó posesión del sillón compartido con su brazo extendido sobre el respaldo y ocupó todo el espacio hablado que pudo, dejándoles poco protagonismo a sus colegas ponentes. Lejos de usar un guión establecido, como hacen muchos dirigentes que temen desaprovechar un segundo, se dejó entrar en cada respuesta con una espontaneidad llena de seguridad.

La confianza en nosotros mismos es una de las grandes batallas vitalicias que libramos absolutamente todos, incluidos los genios carismáticos como Fabio. Porque no la echamos en falta hasta que la perdemos. Y la vida siempre te la quita cuando menos te lo esperas.

Un fracaso amoroso, un percance en los negocios, un mal día, o la crítica despiadada de un colega, un lector o un amigo. Muchos eventos te desmontan el ego sin previo aviso. Recuperarlo se convierte en un reto urgente por la pura ansiedad que genera.

Hay dos modos extremos de recuperar cierta tranquilidad frente a un problema de auto estima: un extremo consiste en borrarse de la faz de la tierra, empequeñecerse a uno mismo para que nadie vea lo pequeño que se es. El otro extremo es la reacción exactamente contraria: engrandecerse todo lo posible para que nadie vea las pequeñeces ni las dudas.

Sorprendentemente, los segundos campan a sus anchas en el estrellato de los negocios, el deporte, la política y la sociedad. Para el ojo no entrenado parecen muy seguros de sí mismos, pero su necesidad de llamar la atención es precisamente lo que más los delata. Coches flamantes, ropa carísima, largos discursos sobre las propias glorias y grandezas.

Los primeros son menos visibles, precisamente porque se esconden detrás de otros, o debajo de perfeccionismos excesivos. Nunca tienen tiempo de mostrarse como son porque el trabajo, los proyectos o los deberes ocupan toda su atención. Desvían la mirada en cualquier conversación, ya sea hacia la blackberry, la mesa, los pies o las nubes. La mirada demasiado directa del interlocutor les recuerda que huyen del miedo a no ser suficientemente buenos.

Cada uno de nosotros reacciona a las caídas de autoestima de un modo intermedio entre estos dos extremos. Haz una lista de las cinco caídas más recientes que hayas tenido, y puntúa cómo reaccionaste en una escala que vaya de un extremo a otro. Es interesante comprender cuál es tu reacción instintiva y decidir si es la que más te beneficia, o si por el contrario, sabotea tus objetivos.

Pero más allá de saber cómo te afectan las caídas de autoestima, es crucial aceptar que son muy importantes para el crecimiento personal. Uno tiene que perderse para poder encontrar nuevas visiones de sí mismo y de sus problemas.

Los momentos de pérdida son durísimos. Algunos son efímeros y pasan en un par de días, pero otros se alargan sutilmente durante semanas o meses. Más cuanto más duro haya sido el golpe, o más empinado sea el precipicio sobre el que uno baila con la muerte.

Pero negarse a asomarse al precipicio para no perder nunca la seguridad tampoco es la solución. Una presentadora Japonesa me contó un dicho que me ha dejado muy pensativa: “Naces con la cara de Dios te da. Con los años desarrollas la cara que te mereces.”

Los ojos y la cara son realmente el espejo del alma. Lo muestran todo sobre nosotros sin que podamos impedirlo y sin que nos demos ni cuenta. Perder la confianza es humano, y hasta valiente. Evitar las situaciones que te reten a perderla es un gesto que cuando se repite por sistema, te pone cara de viejo amargado antes de los cuarenta.

De modo que la mejor receta para mantener la mirada cálida y confiada es atreverse a perder la confianza muchas veces, y hacerse experto en recuperarla. La guapura de la fuerza es mil veces más atractiva que la falsa belleza de la cobardía.

Acabo de escuchar la ponencia de un arquitecto italiano brillante que se llevó a todo el auditorio de 700 mujeres de IWF de calle con cada intervención. La energía de la sala nutría su ego y su seguridad se camelaba a mujeres de más de 30 países. ¿Cómo lo hizo?