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¡Atrévete a quebrar! Verás que tiene un efecto liberador
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¡Atrévete a quebrar! Verás que tiene un efecto liberador

En España la quiebra sigue percibiéndose como lo peor de lo peor. Es el fin del mundo, la vergüenza máxima, el posible evento futuro del que

En España la quiebra sigue percibiéndose como lo peor de lo peor. Es el fin del mundo, la vergüenza máxima, el posible evento futuro del que todos huimos con todas nuestras fuerzas. En este país es casi pecado arriesgarse a quebrar.

Hace no muchos años pasaba lo mismo con el divorcio. El que rompía su matrimonio era un fracasado a criticar y excluir. Hasta que tantas familias se vieron obligadas a ‘fracasar’ que ya no pudimos tirar piedras porque todos vivíamos bajo techos de cristal.

Hoy en día el divorcio es tan democrático y omnipresente en nuestra sociedad como lo es el matrimonio, la paternidad, la muerte o la enfermedad. Nadie está libre de levantarse un día y sentir en sus entrañas que su pareja ya no va a ninguna parte.

Precisamente a medida que el divorcio y la separación se han metido en las vidas de todas las clases sociales, hemos comprobado que para muchas familias ha sido una liberación. Ha puesto fin a un largo periplo de malos rollos y peleas, y tras superar el inevitable dolor por la muerte del ideal teórico familiar, ha dado pie a una nueva etapa. Todos conocemos ejemplos de parejas muy felices en segundas y terceras nupcias, con hijos de ambos lados y nuevas ilusiones.

Pues con la quiebra económica nos está pasando lo mismo. La crisis nacional está matando a muchos buenos negocios. Al principio el hambre quita la grasa, pero luego empieza a comerse también el músculo. Y sí, la sequía española está poniendo contra las cuerdas a empresarios serios, trabajadores, de los que invierten y siguen el libro al pie de la letra.

Pero la quiebra tiene también un efecto liberador. A los accionistas y al director general lo liberan de seguir salvando unos muebles que no hay forma humana de salvar. Los libera del enorme peso de seguir alimentando las familias de sus empleados o de proteger el apellido familiar. A los empleados los libera de la falsa cuna protectora que les impide ser más atrevidos y más adultos en la vida.

No digo que no duela. ¡Por supuesto que duele, y mucho! La quiebra es traumática para el fundador que lleva quince, treinta años luchando y sacrificándose por su negocio. Todos los precios pagados por sacar adelante el negocio llevan al emprendedor a seguir luchando para darles sentido: las noches sin dormir, los hijos que ya no te hablan, los divorcios y las miserias peseteras. Ver cómo todo esto se hunde bajo las aguas de la crisis es terrible. Es durísimo. Te parece que nunca te vas a recuperar del golpe.

Y sin embargo, un día vuelve a salir el sol en tu vida. Y lo que es más, la misma destrucción que asola tu bebé empresarial saca a la luz virtudes y cualidades que no sabías que tenías. Te muestra hasta qué punto los tuyos te apoyan, y destruye las falsas máscaras de los que en realidad nunca fueron tuyos.

Igual que el demoledor tsunami ha liberado a los japoneses del peso de la tradición y del honor, permitiéndoles llorar en público y confesar su vulnerabilidad frente a las cámaras del mundo. La destrucción todopoderosa de la Naturaleza nos está recordando a todos lo que significa ser honorable a través de la grandeza y valentía del país de los Samurais.

Mientras los financieros y analistas corren miedosos a esconderse detrás de sus cálculos y ratios, sus tirantes de niño pequeño y sus flamantes vidas de seguridad lujosa, yo animo a todos los emprendedores y empresarios a tener la valentía de quebrar. A dejar ya de arrastrar un negocio moribundo, a enterrarlo con respeto y con dignidad, y a llorar su muerte como si fuera el ser más querido del mundo.

Quebrar es una crisis dolorosa y difícil que te ayuda a separar lo importante de lo banal. Te libera de lastres que has cargado tanto tiempo que ya no recuerdas por qué los llevas. Te recuerda que tienes dos pies, dos manos y un cerebro pensante, y que puedes volver a construir algo nuevo.

Yo he vivido la más absoluta quiebra en mis carnes. Superar mis peores fracasos en un país que excluye al fracasado me ha hecho fuerte, lista y práctica. Ahora veo posibilidades en todas partes. Veo creación en la destrucción. Y sé qué errores debo evitar a futuro.

Atrévete a quebrar. Así es como podrás liderar a los que no tienen el valor de hacer lo mismo. Este país necesita héroes.

En España la quiebra sigue percibiéndose como lo peor de lo peor. Es el fin del mundo, la vergüenza máxima, el posible evento futuro del que todos huimos con todas nuestras fuerzas. En este país es casi pecado arriesgarse a quebrar.