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¿Has dado las gracias?
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¿Has dado las gracias?

Hace poco comí con el accionista mayoritario de una empresa industrial. Tenía que despedir al director general y sustituirlo por otro colaborador propio, pero quería hacer

Hace poco comí con el accionista mayoritario de una empresa industrial. Tenía que despedir al director general y sustituirlo por otro colaborador propio, pero quería hacer el modo más eficiente posible. En este tipo de situaciones, la eficiencia se consigue minimizando el número de reuniones y llamadas necesarias.

A nadie le gusta que le despidan. Mucho menos que le sustituya un colaborador del dueño. Más allá de perder el sueldo y encontrarse en el paro, lo peor para el próximo ex director es la humillación de suspender el examen irrevocablemente. No es de extrañar, pues, que quiera tener todas las reuniones de repesca y revisión de examen necesarias para intentar salvar, como mínimo, su orgullo.

Por eso le aconsejé a mi comensal accionista que se pasase toda la reunión dando las gracias al ejecutivo que quería echar. Por muy mal que hubiese hecho las cosas, lo cierto es que el tipo se había quedado al pie del cañón. Como los trabajadores de la planta de Fukushima. Y esto merece un reconocimiento.

No tengo los sórdidos detalles de quién mintió a quién, no sé si el pobre se dejó tomar el pelo por el banco o si el propio mercado le puso tantas zancadillas que no había forma humana de mejorar los resultados del proyecto empresarial. Pero asumiendo que el hombre hizo honestamente todo lo que pudo para sacar adelante el negocio, no está de más una muestra de agradecimiento.

Es curioso hasta qué punto hemos olvidado en este mundo capitalista lo importante que es la gratitud. Yo he aprendido en estos años que es, sin lugar a dudas, el mejor y más rápido bálsamo para todo tipo de heridas de guerra. Cuando a uno le agradecen su esfuerzo y su entrega, instantáneamente siente un alivio. Se le relajan los hombros y respira más hondo. La armadura de rabia se muestra un pelín menos necesaria que hace tan solo un instante. Ya no es tan imprescindible resistir y atacar.

No seamos simplistas tampoco. En esto del liderazgo, por mucho que nos vendan lo contrario, no hay parches mágicos ni soluciones de tele-tienda. Cada medida debe ser aplicada con mesura y arte experimentado. La prerrogativa era sencilla de entender y difícil de aplicar. Cada vez que la reunión se tornase incómoda y complicada, debía volver a agradecer las cosas que el directivo sí había hecho bien. Así el directivo sentiría menos necesidad de salvar su orgullo o proteger su histórico frente a los testigos.

Ayer mismo le propuse el mismo consejo a otro cliente, que estaba luchando con un director de operaciones que no operaba nada de nada. El modo más rápido y efectivo de resolver el conflicto era agradecerle al oponente lo que había hecho bien en el pasado.

Sólo así bajaría las defensas el amenazado contrincante. Y sólo así podría llegar a confesar que no llegaba a donde se le pedía llegar. Que efectivamente necesitaba ayuda y estaba agotado. Después de todo, es de tontos mostrarle las debilidades a un enemigo. Sólo si percibimos a un aliado en son de paz llegaremos a confesarnos inferiores.  

Estarás pensando que cómo le vas a agradecer a un inútil que no haya sido más inútil todavía ¿verdad? Pues te lo voy a explicar. Cada vez que le juzgas silenciosamente como inútil le estás faltando al respeto de un modo que no te gustaría sufrir a ti. Un famoso y controvertido gurú al que sigo con atención dijo una vez que todos los conflictos de la humanidad se acabarían si aprendiésemos a dejar de juzgar a los demás.

No pidamos utopías tampoco. Mi provocación de hoy es muy sencilla. Haz una lista de todos los conflictos abiertos que tienes en tu vida y pregúntate qué le podrías agradecer a tus contrincantes. ¿En qué te han ayudado a superarte precisamente por llevarte la contraria?

Agradéceselo cuando tengas ocasión. Quizás te sorprendas de cómo cambia de color la relación. Y si no cambia nada, tal vez tengas que mirarte al espejo para ver si tu cara sigue juzgando cuando tu voz pretende poner un parche mágico de agradecimiento exprés…ya te avisé de que esto no es un juego de niños. La vida, y la guerra empresarial, es cosa de mayores.

Hace poco comí con el accionista mayoritario de una empresa industrial. Tenía que despedir al director general y sustituirlo por otro colaborador propio, pero quería hacer el modo más eficiente posible. En este tipo de situaciones, la eficiencia se consigue minimizando el número de reuniones y llamadas necesarias.