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Emprendiendo, menos es más
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Emprendiendo, menos es más

Al emprender también se cumple este sencillísimo principio: menos es más. Entre los comentarios a la provocación inusual del viernes pasado, “el farero” apuntaba a que

Al emprender también se cumple este sencillísimo principio: menos es más. Entre los comentarios a la provocación inusual del viernes pasado, “el farero” apuntaba a que el emprendedor necesita energía continua y constancia permanente. ¿Esto cómo se consigue?

¿Es que los emprendedores son superhéroes? ¿O la ilusión y el empuje característico del emprendedor exitoso se pueden cultivar con un poco de ingenio y disciplina?

Yo creo que sea cual sea el nivel biológico, hereditario o genético que lleve a cada uno a necesitar más o menos horas de sueño, hay muchísimo que se puede cultivar. Por algo el cerebro humano es plástico y adaptable a cada nueva experiencia que encuentra.

El primer paso es conocer los propios límites, respetarlos y planificar siempre una carga de trabajo que esté dentro de los mismos. Muchos emprendedores, sin embargo, pecan de trabajar a todas horas y de soñar con el trabajo, acostumbrándose rápidamente a funcionar en modo de alerta a diario.

Y es que cuando uno arranca un nuevo proyecto, hace milagros de panes y peces a diario. Falta dinero para todo, faltan manos y pies para ejecutar pequeños detalles necesarios en el marketing, en lo jurídico, en la entrega del producto.

Según el día se convierte en noche parece que la lista de tareas se alarga en lugar de acortarse y, cuando finalmente cierras el chiringuito para irte a dormir, todos los problemas que dejaste en la lista rondan tus sueños durante la madrugada.

Emprender es una lucha continua por hacer más con menos. Y quizás por ello muchos emprendedores caen en el fácil error de estirar su propia capacidad hasta límites poco sanos y poco productivos.

Las señales de agotamiento son sutiles pero obvias para el que está pendiente. El nivel medio de estrés se pone por las nubes, o lo que es lo mismo, los días que todo va bien siguen pareciendo negros, lentos, insuficientes, llenos de dudas y preocupaciones.

La frustración de lo que no se consigue empieza a vencer a la ilusión por conquistar obstáculos y los conflictos van en aumento. La señal más clara se da cuando se empiezan a cometer errores tontos, atípicos e inexplicables. ¿Cómo he podido hacer esto yo?

Cuando uno lleva muchas semanas seguidas trabajando al 150%, se convierte en la sombra de sí mismo. Ve problemas donde mire, siempre está de mal humor, reacciona con demasiada agresividad en las discusiones y su creatividad se esfuma. El talento innovador se degrada, dejando detrás un zombi currante con complejo de esclavo. ¿Te suena?

Caer en este agotamiento de vez en cuando es parte de la aventura de lanzar un proyecto nuevo. Pero vivir así en permanencia es señal de que algo importante está mal planteado.

Por un lado, tienes que decir que no a muchas cosas. Decir que no te metes en un proyecto o que no puedes ofrecer lo que un cliente pide es frustrante en el momento, pero puede ser crítico para reducir tus riesgos de fracaso. Más vale dar menos pasos pequeños y bien dados, que romperse una pierna por saltar demasiado fuerte.

Por otro lado es fundamental obligarte a cumplir un calendario de descansos y desconexiones regulares. Asegurarse de respetar un mínimo de actividades familiares y sociales a la semana. Hacer deporte o tener otras rutinas de relajación. Conviene ir haciendo una lista de recursos u opciones a poner en práctica para desconectar del trabajo.

También es interesante escaparte cada dos o tres meses unos días. Es un poco como reiniciar el ordenador. Programarte un espacio de tres o cuatro días para cambiar de aires, hacer algún viaje o alquilar una casita rural en el campo. La idea es alejarse del bullicio cotidiano para dormir, pasear sin prisas y poder reflexionar desde otra perspectiva liberada.

Ayer me contaron que Tomás Pascual, fundador del Grupo Leche Pascual y emprendedor ejemplar, se escapaba unos días a Canarias con su mujer cada tres meses. Aprovechaba para reunirse con la delegación de las islas y, por supuesto, que dedicaría tiempo a analizar informes y pensar sobre los problemas del grupo.

Pero el calorcito, la playa y el ocasional paseo con su pareja le ayudaban a limpiar la mente y afinar la concentración para la vuelta. Su hija Sonia recuerda lo bien que les sentaban a sus padres estas escapaditas trimestrales. Y quienes lo hayan conocido personalmente habrán sentido la increíble energía y ganas que desprendía el empresario.

El éxito rara vez llega de modo inmediato. Aparte del ocasional golpe de suerte, el emprendedor corre una larga maratón que requiere la más cuidadosa gestión de su energía para poder apretar en el sprint final.

Conoce tus límites. Presta atención a las señales de agotamiento que tu cuerpo te envía, y tómate tu descanso tan en serio como te tomas la financiación o la gestión de cobros. Así es como menos horas cotidianas generan más resultados a futuro.

Al emprender también se cumple este sencillísimo principio: menos es más. Entre los comentarios a la provocación inusual del viernes pasado, “el farero” apuntaba a que el emprendedor necesita energía continua y constancia permanente. ¿Esto cómo se consigue?

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