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El mundo al revés: de políticos a idiotas
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El mundo al revés: de políticos a idiotas

De vez en cuando me gusta curiosear entre las hojas de uno de los referentes de mi lengua materna, el 'Breve diccionario etimológico de la lengua

De vez en cuando me gusta curiosear entre las hojas de uno de los referentes de mi lengua materna, el 'Breve diccionario etimológico de la lengua castellana' de Joan Coromines. Confieso que me gusta ver como este tesoro del castellano ha sido escrito por un sabio catalán.

Paré casualmente en la palabra idioma, vocablo con origen en el griego y derivado de la raíz ídios, ‘propio’ o ‘peculiar’. Y no pude por menos que seguir a idiota, palabra tomada del griego idiotes, ‘hombre privado o particular’.

Los antiguos griegos oponían a los asuntos de todos los ciudadanos o del Estado, los asuntos personales e intereses privados de los ciudadanos llamados idiotikós o privados. Algo más adelante, se llamó idiotes (hombre privado o particular) a quienes no se ocupasen de los temas de la polis (la ciudad, por aquel entonces ‘ciudad-estado’). Fue mucho después cuando se identificó a los idiotes con los hombres incultos o no conocedores de las artes y de ahí, siglos más tarde, con lo que hoy entendemos por idiotas.

El político (del griego politikós) sería para aquellos griegos quien se ocupase de los asuntos de la ciudad, de su ordenamiento. Aristóteles, que entre otros haberes tiene el de ser uno de los padres de la teoría política, al afirmar la superioridad del Estado sobre los individuos, subraya el mérito de quien se dedica a la política. El Estado estaría al servicio del hombre, creando las condiciones para que los ciudadanos lograsen la felicidad. La palabra política está también ligada a la paideia o educación. De ahí proviene el término pedagogía, que significa conducir al niño de la mano por el camino de la vida.

Para el filósofo griego, la aristocracia (de aristokratía, término que significaría algo así como la fuerza de los mejores) es la forma más adecuada de gobierno al ser los ciudadanos gobernados como hombres libres por los más excelentes o capacitados. Nada que ver por tanto con esa otra aristocracia, símbolo de otro tiempo, cuyo único mérito es ser hijo de y a la que se pertenece sin haber demostrado capacidad alguna.

Para poder ser politikós, uno debía haber demostrado unas capacidades en el manejo de sus asuntos propios. Además, el político, en la que sería una “segunda parte de su vida” evidenciaba su adhesión a unos nuevos valores, sobre el papel “más elevados”. En este ejercicio, se volcaba en la consecución de un mayor nivel de felicidad para todos, politikós e idiotes.

Hoy el compromiso con unos valores es algo que brilla por su ausencia, y no sólo en la clase política. Pero es a esta a la que quiero referirme, ya que su liderazgo es importante en todo momento, máxime si este es de gran cambio como es el caso.

Los valores son ideales abstractos que llevan, más que a un comportamiento, a un estilo de vida. Son innumerables y no entraré a juzgar unos u otros. Incluyen la amistad, la humildad, el dinero, el poder, la flexibilidad, la firmeza, el dolor, el placer, etc..A nadie se le puede exigir que firme por estos o aquellos. Sin embargo, sí podemos juzgar a nuestros gobernantes (en los ámbitos ejecutivo, legislativo y judicial) por no vivir y ejercer su acción de gobierno de acuerdo a los valores que propugnan. Así, un modus vivendi socialista exige por lo menos ciertas conductas de fondo y de forma. Y uno conservador otras. Y, repito, nadie está obligado a tomar un camino u otro.

En este totum revolutum que vivimos, parece que todo vale y no se guardan ni siquiera las formas. Y siempre apelando al pasado. Nuestro Congreso parece un patio de colegio donde la frase mas mentada es “y tú más” (a veces hasta “y tu padre más”), tratando de demostrar quien la ha liado más parda. La escopeta nacional no es cosa del pasado. No tengo nada contra la caza (actividad que el hombre ejerce desde sus orígenes) pero no creo que sean muy socialistas en la forma los ojeos y monterías (tradicional deporte donde se levantan y atraen las piezas hacia los señoritos). Ni nada conservador ir contra el mercado y adjudicar contratos oficiales y otros de bodas y banquetes, a dedo.

Pero claro, ya antes de las formas se había perdido el fondo, al transgredirse valores fundamentales de las distintas ideologías gobernantes. Así, asistimos los idiotes a políticos conservadores involucrándonos en guerras sin sentido (si es que alguna lo tiene) y a otros socialistas (e incluso comunistas) encamándose con los más rancios y exclusivistas nacionalismos.

Será por todo esto que el mundo va poniéndose del revés y los idiotes no queremos ser politikós mientras que, sin ningún pudor, los politikós se convierten en idiotes. Eso sí, con los bolsillos bien llenos y aprovechando su anterior gestión de los asuntos de la polis. Tomándonos por auténticos idiotas, que no idiotes.

El resultado está a la vista. Un liderazgo político, en gobierno y oposición, sin valores que guíen hacia un fin último es un barco a la deriva, una nave con las velas desplegadas pero sin timón, que no sabe en que puerto acabará.

A todos les animo a revisar sus valores, a revivirlos, a comprometerse con los más fundamentales para llegar a buen puerto. Sean estos los que sean y siempre los suyos. Aquellos con los que crean que van a ser más felices. Sin engañar a la única persona a la que nunca podrán defraudar: a uno mismo. A los politikós les añadiría que, además de a si mismos, tampoco nos timen a los idiotes.

De vez en cuando me gusta curiosear entre las hojas de uno de los referentes de mi lengua materna, el 'Breve diccionario etimológico de la lengua castellana' de Joan Coromines. Confieso que me gusta ver como este tesoro del castellano ha sido escrito por un sabio catalán.

Tania Sánchez