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Los fundadores franquistas de la izquierda
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Los fundadores franquistas de la izquierda

Ahora que la memoria histórica ha trascendido definitivamente el ámbito parlamentario y se ha instalado en el debate social, César Alonso de los Ríos ha querido

Ahora que la memoria histórica ha trascendido definitivamente el ámbito parlamentario y se ha instalado en el debate social, César Alonso de los Ríos ha querido aportar una lectura más de tiempos pretéritos, aunque pueda traer cierta polémica su manera de remover la historia personal de algunos de los líderes progresistas más importantes en las décadas precedentes a la llegada de la democracia.

Y, a pesar de que el título de su ensayo rezume ironía -Yo tenía un camarada (ed. Áltera), tomado de una vieja canción falangista-, “se refiere a una auténtica realidad: hubo toda una generación joseantoniana, que abarcó desde Pedro Laín Entralgo a Eduardo Haro Tecglen, pasando por José Luis López Aranguren, José María de Areilza, Joaquín Ruiz-Giménez, Dionisio Ridruejo, Gonzalo Torrente Ballester o el Padre Llanos, que cantó de verdad esa canción”. Por ello, el subtítulo del libro, El pasado franquista de los maestros de la izquierda, es “absolutamente descriptivo. Ellos estuvieron con Franco y lucharon contra la República, aunque luego abrieran el camino a los movimientos estudiantiles de los 50”.

Pero tampoco pretende Alonso de los Ríos atribuir un matiz peyorativo a esos hechos, ya que dice “ser comprensivo” con todos los personajes que retrata. Afirma sentir simpatía por Dionisio Ridruejo, “muy seductor” y por Ruiz-Giménez, “la gran personalidad de la oposición”, aunque su preferido es Areilza, “a quien, en alguna medida, he descubierto ahora: su personalidad a los veintipocos años era tremenda. El Conde de Motrico fue alguien que se la jugó por la unión de todas las derechas. Y fue muy eficaz”. Con el padre Llanos es más duro “porque, aún siendo un jesuita admirable, se equivocó desde el punto de vista político”.

No cree Alonso de los Ríos que el cambio de mentalidad política operado en ellos proviniese de un sentido oportunista sino que “fue producto de una transformación muy lenta”. Resalta además el autor que “cuando el cambio es de ley, se hace de buena voluntad y no por interés, se merece todo el respeto”. Sin embargo, eso no significa que su pasado quede borrado: “Ridruejo, por ejemplo, se enfrenta a Franco en la guerra porque es falangista y es más de derechas que el mismo Franco, al que acusa de estar pervirtiendo la idea original. Y muchos de ellos fueron pronazis. Lo que ocurre es que se dieron cuenta más tarde de que había otra respuesta al comunismo, la de la democracia, y fueron transformando paulatinamente su mentalidad”. Pero esta trayectoria, para Alonso de los Ríos, y más en la medida en que no se van a aprovechar del cambio, “es una aventura humana que nos debe enseñar a ser comprensivos”.

Un pasado oculto

Sin embargo, si su transformación distó mucho de ser oportunista, fue producto de una seria reflexión interna y además estaba sólidamente fundada, ¿por qué, cuando han salido a la luz algunos fragmentos de ese pasado, se han tapado rápidamente? Según Alonso de los Ríos, porque “es lógico que a ellos les costara reconocer lo que habían sido. Incluso en los 60 resultaba difícil reconocerlo, aunque algunos de ellos lo hicieron, de manera dificultosa, a través de sus memorias. Pero el principal problema estaba en su entorno, en las personas que habían hecho sus carreras universitarias a la sombra de ellos, y que intentaban arrojar tierra sobre la más mínima insinuación”. Pone como ejemplo al periodista de ABC, Tierno Galván: “consiguió su plaza en el 44 y su cátedra en el 48 con Fraga, pero en cuanto intentabas hablar algo de esto, sus discípulos te saltaban encima”.

Esa intención en su entorno de oscurecer los hechos, junto con la consideración trágica de estos – “había habido una guerra entre hermanos de por medio”- son razones suficientes, para Alonso de los Ríos, para que el silencio se produjese. Hubo, eso sí, alguna intentona de sacarlos a la luz, pero poco eficaz. “Hubo un libro contra esta generación, Los nuevos liberales, que salió autorizado por el Ministerio a cuyo frente estaba Fraga. Se les trataba de forma irónica, como diciendo 'mira lo que dicen ahora éstos, cuando han trabajado a las órdenes de Serrano Suñer', pero eso fue todo”. Y hablar de este pasado, permite “poder estudiar en todas sus facetas este movimiento, que fue muy rico. Y es que resulta llamativo que fueran franquistas los que ayudaron a hacer la evolución política española”. Incluso, algunos de ellos, asegura Alonso de los Ríos, “se excedieron en sus nuevas posturas”. Es el caso de Dionisio Ridruejo, “que fue un partidario del plurinacionalismo ya desde 1962. Ellos habían crecido con la idea de España que se defendía en la derecha de los años 30 y por eso cuando evolucionan se pasan y se van casi al lado contrario”.

Sin embargo, el estudio de esta generación no ha podido hacerse, ni siquiera en tiempos más recientes, porque “como muchos de ellos estuvieron en la fundación de El País, se quiso tapar su pasado y se les defendía a muerte. El caso más flagrante es el de Eduardo Haro Tecglen, quien se negaba a hablar de esa época, y cuando lo hizo se describió como El niño republicano, cuando en el año 39 estaba escribiendo en la revista más facha que había”.

Hay no obstante, un aspecto socialmente llamativo en la evolución de las personalidades que retrata Alonso de los Ríos: si en aquellos tiempos quienes terminaron influyendo en el progresismo provenían de la izquierda, entre las filas actuales del neoconservadurismo intelectual y periodístico hay muchos nombres que provienen de la militancia izquierdista. Es el caso del mismo Alonso de los Ríos: “empecé en la izquierda, y por una serie de motivos que he explicado en diversas ocasiones, ahora estoy posiciones muy distintas. Pero cuando otros y yo militábamos en el franquismo, nos la estábamos jugando. Yo fui a la cárcel por eso. De ahí viene el plus moral con que la izquierda ha exhibido durante mucho tiempo. Pero éramos muy pocos los que luchamos a finales de los 50 y principios de los 60 por una prensa libre y unos sindicatos libres -no comunistas, libres-”.

Ahora bien, hay algo que une a ambas generaciones. “La del 36 nunca salió beneficiada de su cambio de mentalidad política. Y nosotros, los que dejamos la izquierda, tampoco. Yo me enfrenté al PSOE cuando estaba en su apogeo, en 1987, y hoy sigo dando la batalla contra algunos errores -lo que considero errores- del PP”.

Ahora que la memoria histórica ha trascendido definitivamente el ámbito parlamentario y se ha instalado en el debate social, César Alonso de los Ríos ha querido aportar una lectura más de tiempos pretéritos, aunque pueda traer cierta polémica su manera de remover la historia personal de algunos de los líderes progresistas más importantes en las décadas precedentes a la llegada de la democracia.