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Una cerveza al día trae alegría
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Una cerveza al día trae alegría

Llega el verano y muchos españoles piensan ya en el modo perfecto para disfrutar de su descanso estival, adosados a una hamaca con sombrilla y asidos

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Una cerveza al día trae alegría

Llega el verano y muchos españoles piensan ya en el modo perfecto para disfrutar de su descanso estival, adosados a una hamaca con sombrilla y asidos a una cerveza bien fría con la que poder soportar la rigidez de la canícula. Nada nuevo bajo el Sol: la cerveza es una bebida conocida por la humanidad desde hace milenios; exactamente desde que los antiguos egipcios y sumerios comenzaron a fermentar cereales malteados y a beber su resultado. Ahora, muchos milenios después de aquel hito agroalimentario –y por qué no, festivo– que tuvo lugar hacia el año 3500 a.C., este zumo fermentado se ha convertido en una de las bebidas más populares del planeta y también -a decir de los últimos estudios- en una de las más saludables que se conocen.

A pesar del consumo creciente, la Península Ibérica –y en general el sur de Europa– ha sido desde los tiempos del Imperio Romano un territorio más vinícola que cervecero: las primeras industrias españolas dedicadas a la cerveza, por ejemplo, datan de mediados del siglo XIX. No es de extrañar, por tanto, cierto desconocimiento acerca de los usos y efectos de este fermentado.

Tan sana como el vino

En los últimos años se han dado a conocer múltiples estudios acerca de las ventajas que puede tener para la salud la ingesta moderada de vino con las comidas, pero se desconocía que dichos beneficios pudieran extenderse a otras bebidas espiritosas. En una convención celebrada recientemente en Bruselas para discutir acerca de las ventajas médicas del consumo de cerveza dirigida por el profesor Jonathan Powell, de la unidad de investigación médica sobre nutrición humana de Cambridge, se desvelaron algunos secretos sobre este zumo fermentado de cereales que tanto ha acompañado al hombre históricamente.

Para el profesor Powell “los beneficios reales están relacionados con el alcohol en sí mismo; por lo que los efectos positivos también pueden darse en otras bebidas, como la cerveza”. En su ayuda han salido diversos estudios, como uno realizado en Alemania que demostró que los bebedores moderados de cerveza corrían menos riesgo de padecer enfermedades coronarias que aquellos que no consumen el fermentado de cereales; u otro de la República Checa que mostró que aquellos hombres con menos riesgo de infarto bebían entre siete y 15 pintas a la semana.

Reduce la diabetes

¿Cree usted que los beneficios de la cerveza se reducen a la mejora en la circulación sanguínea? Ni mucho menos. Tal y como recoge el rotativo londinense The Times, una investigación danesa demostró que los bebedores de cerveza suelen tener menos piedras en los riñones y, además, su consumo reduce la incidencia de la diabetes y la osteoporosis si se hace con moderación (ojo: el consumo en exceso no sólo no las reduce, sino que las aumenta).

El mito entre los consumidores de cerveza habla de una bebida que contribuye a una dieta saludable debido a los cereales con los que se elabora. Leyendas urbanas aparte, se sabe que la cerveza contiene varias vitaminas del grupo B y restos de magnesio, aunque es baja en hierro y calcio. Y lo que es aún más curioso: a pesar de la superstición popular, no existe un efecto de causalidad entre el consumo de cerveza y el aumento de la tripa, ya que un vaso de cerveza engorda menos que un zumo de manzana o un yogur.

Llega el verano y muchos españoles piensan ya en el modo perfecto para disfrutar de su descanso estival, adosados a una hamaca con sombrilla y asidos a una cerveza bien fría con la que poder soportar la rigidez de la canícula. Nada nuevo bajo el Sol: la cerveza es una bebida conocida por la humanidad desde hace milenios; exactamente desde que los antiguos egipcios y sumerios comenzaron a fermentar cereales malteados y a beber su resultado. Ahora, muchos milenios después de aquel hito agroalimentario –y por qué no, festivo– que tuvo lugar hacia el año 3500 a.C., este zumo fermentado se ha convertido en una de las bebidas más populares del planeta y también -a decir de los últimos estudios- en una de las más saludables que se conocen.