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El Mundial y el sistema brasileño, en jaque ante un inmenso movimiento sin líder
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RONALDO Y ROMARIO, CONTRA LA CORRUPCIÓN

El Mundial y el sistema brasileño, en jaque ante un inmenso movimiento sin líder

Brasil ha salido a la calle. Mejor dicho, la clase media ha decidido alzar la voz. Lo nunca visto y que nadie acierta a explicar. ¿Quién

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El Mundial y el sistema brasileño, en jaque ante un inmenso movimiento sin líder

Brasil ha salido a la calle. Mejor dicho, la clase media ha decidido alzar la voz. Lo nunca visto y que nadie acierta a explicar. ¿Quién hay tras este movimiento aparecido tras una de tantas medidas que los sucesivos Gobiernos han puesto en práctica en las últimas décadas? ¿Por qué ha sido la clase media la que se ha movilizado? ¿Por qué en las favelas reina la calma más absoluta? Ni los propios brasileños encuentran respuestas a un movimiento que se inició en una concentración de 25.000 personas en Sao Paulo y que ha terminado con dos millones de ciudadanos en las calles.

El Movimiento por el Pase Libre (MPL) es el que está aglutinando a los ciudadanos a través de las redes sociales, que huyen de las siglas que dan cobijo a los partidos políticos de siempre, los que han gobernado en los últimos años y que han dado por buena una de las sociedades más desequilibradas de todo el planeta. La excusa fue la subida del transporte, revocada al poco tiempo, pero sin efecto disuasorio entre los que decidieron que era el momento de mostrar su indignación ante el mundo.

La sospecha que tiene la repudiada clase política es que la iniciativa de este movimiento ha sido del propio Partido de los Trabajadores (PT). El partido está roto en luchas internas y en el punto de mira está la presidenta Dilma Roussef. Es más, el propio presidente del partido, Rui Falcao, ha pedido salir a la calle en apoyo de la clase obrera, algo insólito cuando su formación política es la que está en el poder. La presencia de miembros del PT terminó con incidentes en la manifestación de Sao Paulo. Tuvieron que abandonarla ante el peligro que corría su integridad.

¿La derecha mueve los hilos?

La ausencia de un rostro, de un líder dentro del MP, movimiento creado en 2005, siembra más el desconcierto entre el Gobierno y los analistas políticos. Se habla de un centenar de miembros que dirigen todo lo que sucede a su alrededor. De marcado carácter de izquierdas, sorprende la adhesión que están teniendo de grupos radicalmente opuestos. Han pedido el cese de las manifestaciones ante, dicen, la violencia desatada, pero muchos apuntan a que ya han conseguido el objetivo de dejar contra las cuerdas al Gobierno de Rousseff. Es más, las versiones que apuntan a que dentro del movimiento hay grupos de derecha toman más cuerpo y fuerza. 

¿Qué hay detrás de una reivindicación que hace suya gente que ni siquiera utiliza el transporte público, como la gran parte de la clase media brasileña? Esta es la gran incógnita, que apunta a intereses políticos más que sociales, lo que justifica que una acorralada Dilma Roussef haya decidido escuchar a la calle ofreciendo un pacto social en un discurso criticado por los grandes periódicos como O Globo o  Folha de Sao Paulo, que señalan a una presidenta desgastada y sin argumentos.

Calma en las favelas

La calma con la que se ha vivido este movimiento en las favelas es una prueba más de lo extraño de todo lo que está sucediendo en el seno de un país dicen que emergente, pero que apunta a burbuja en poco tiempo. Se habla de pacto con los jefes de los clanes como motivo para que la violencia no llegue hasta las zonas más deprimidas. Por el momento, asisten como espectadores privilegiados. Su guerra es otra.

Lo curioso de la situación es que todo ha llegado con el fútbol de perfecto escaparate. Los dirigentes de la FIFA intentan mantener la compostura, pero saben que el problema acecha y que por el momento sólo ha mostrado un retazo de lo que puede llegar a ser dentro de un año con 32 selecciones distribuidas por doce ciudades brasileñas. Al temor de la inseguridad se ha unido ahora el de una revuelta social, iniciada de la mano de la exposición de Brasil al mundo con motivo de la Copa de las Confederaciones, Mundial y Juegos. El despilfarro de las obras de los estadios ha violentado al pueblo y a algunas estrellas del fútbol como Romario y Ronaldo.

El exmadridista afirma que las manifestaciones "no van en contra del Mundial y sí contra la corrupción, contra el desvío del dinero". El que fuera delantero ha declarado abiertamente estar de lado del pueblo pese a su condición de miembro del comité organizador de la cita del próximo año. "El pueblo quiere mejoras y el Mundial las puede traer. No se pueden justificar los desvíos de dinero. Se pueden construir estadios y hospitales. Quiero un Brasil más justo y que los responsables de los fraudes lo paguen".

Romario ha sido más contundente al señalar a la FIFA como culpable de la situación. "El presidente de nuestro país es la FIFA. El dinero invertido en el estadio de Brasilia podría haber servido para la construcción de 150.000 viviendas, 8.000 nuevas escuelas, autobuses escolares y 28.000 canchas por todo el país. Es una vergüenza. FIFA ha venido aquí, ha impuesto sus normas y se marcharán sin pagar nada", sentencia el exazulgrana.

Brasil ha salido a la calle. Mejor dicho, la clase media ha decidido alzar la voz. Lo nunca visto y que nadie acierta a explicar. ¿Quién hay tras este movimiento aparecido tras una de tantas medidas que los sucesivos Gobiernos han puesto en práctica en las últimas décadas? ¿Por qué ha sido la clase media la que se ha movilizado? ¿Por qué en las favelas reina la calma más absoluta? Ni los propios brasileños encuentran respuestas a un movimiento que se inició en una concentración de 25.000 personas en Sao Paulo y que ha terminado con dos millones de ciudadanos en las calles.