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La mujer tras el gran hombre
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LA NOVIA DE FRANÇOIS HOLLANDE ROMPE MOLDES ANTES DE LLEGAR AL ELÍSEO

La mujer tras el gran hombre

Las comparaciones son odiosas y a Valérie Trierweiler, la novia de François Hollande, le han tocado dos particularmente complicadas. Unos la cotejan con Ségolène Royal, la

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La mujer tras el gran hombre

Las comparaciones son odiosas y a Valérie Trierweiler, la novia de François Hollande, le han tocado dos particularmente complicadas. Unos la cotejan con Ségolène Royal, la que fuera mujer de Hollande durante más de treinta años, madre de sus cuatro hijos y predecesora del Socialista tranquilo en la candidatura a la presidencia francesa, que perdió en 2007 frente a Nicolas Sarkozy. La vara de medir, para otros, es Carla Bruni, la pluscuamperfecta exmodelo italiana reciclada para oficios tan dispares como los de actriz, cantante, primera dama de la República y -más informalmente- novia de Francia.

Pero Trierweiler, de momento, parece salir airosa de una y otra comparación. Según el Instituto Francés de Opinión, un 40% de los ciudadanos galos tiene en mejor consideración a la pareja Hollande–Trierweiler que a la que forman el presidente saliente y su esposa, que sólo alcanza el 26%. A los franceses parece gustarles la biografía de Trierweiler –criada en una familia de clase media, buenas notas en la universidad, meteórica carrera periodística– y sobre todo, la discreción con la que ha llevado su relación con el presidente entrante.

Juntos (y algo revueltos)

Una relación que empezó en una amistad a cuatro bandas. Fue la que mantuvieron durante años dos de los matrimonios más notables de la progresía francesa: el formado por Denis Trierweiler y su mujer Valérie, por una parte, y el de François Hollande y Ségolène Royal, por la otra. Se frecuentaban, se admiraban y sumaban siete hijos que, según han publicado los medios franceses, "se consideran como hermanos".

Pero tan feliz cuadratura hacía aguas, y en algún momento de 2007 François y Valérie acabarían por emprender una relación secreta. Se ha dicho que la proclamación de Ségolène como candidata del partido socialista a la presidencia de la República acabó por hundir un matrimonio que ya sólo existía de cara a la galería. Muchos creen que la rocambolesca situación – Valérie seguía escribiendo puntualmente sobre el Partido Socialista pese a mantener un affaire con François, que a su vez no se había divorciado de Ségolène– hubiera sido una solución de los estrategas socialistas. Francia, para suerte suya, parecía estar más interesada en los líos extramatrimoniales que en aquel momento preelectoral mantenían su rival, Nicolas Sarkozy, y su esposa Cecilia, con sus respectivos amantes.

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La pareja, no obstante, fue fotografiada en Tánger ese mismo 2007, y también se publicó un libro, La mujer fatal, que revelaba la existencia de una amante cuyo nombre se invitaba a adivinar a partir de un dato muy poco sutil: "Es una periodista encargada de cubrir la información del Partido Socialista". Incluso Ségolène Royal intentó conseguir, sin éxito, que la despidieran de su puesto en la revista Paris Match, según se supo después. La pareja, aliviada del foco tras la victoria de Sarkozy, no estaba dispuesta a someterse a un segundo via crucis mediático y confirmó públicamente su relación tan pronto Hollande y Royal consumaron su divorcio, a finales de 2007.

Vida en común

Algo ha cambiado en Hollande. El líder que regresaba a la primera línea política en 2011, cuando fue designado candidato a la presidencia, era otro. Según se acercaba la cita electoral, su imagen de hombre tibio y de poco carácter se fue disolviendo, sus discursos ganaron en convicción y vehemencia y hasta adelgazó notablemente. Todos atribuyen el cambio a Valérie, a la que sus años periodísticos habrían dado un entendimiento meridiano de qué gusta a la opinión pública. "Conociendo al hombre íntimamente descubrí que lo que podrían parecer debilidades son en realidad signos de fortaleza", declaraba hace poco.

Es lo más significativo que los medios, que hoy constituyen a su alrededor un enjambre cotidiano, han podido sacar a esta mujer de discreción legendaria. Eso y que el presidente entrante "cocina con demasiada mantequilla". Valérie se dio cuenta de que tiene un peso real en la carrera política de Hollande cuando un diputado de UMP, Lionnel Luca, se refirió a ella como "la Rottweiller", un apodo y juego de palabras con su apellido que, según la leyenda, acompaña a la periodista desde que abofeteó a una compañera en la redacción. Y superó la prueba. Valérie y su entorno guardaron entonces un hábil silencio que obligaría al propio presidente de la República, Nicolas Sarkozy, a darse por enterado reprender públicamente a su diputado por tan desafortunada salida de tono.

"Sonreír cuando sea necesario"

Formalmente, Valérie no será primera dama de Francia y coprincesa de Andorra, como sus antecesoras Carla Bruni, Bernadette Chirac o Danielle Miterrand. Tampoco tendrá oficina propia en el Elíseo ni papel definido en la agenda presidencial. "No queremos casarnos por obligación", aseguraba recientemente en una entrevista. "Es un tema que concierne a nuestra vida privada".

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Algo con lo que no están tan de acuerdo algunos de los que opinan en la prensa francesa, que empiezan a preguntarse ya antes de la investidura si la situación no dará pie a conflictos diplomáticos –los de protocolo y etiqueta se dan por descontado– entre Francia y algunas de las naciones que no reconocen legalmente este tipo de relaciones. Durante la campaña, Valérie aseguró que su deseo no era "cobrar del Estado" y que tenía la intención de seguir trabajando. "No he escogido tener una vida pública", aseguró. "He escogido a François, pero me adaptaré".

Las comparaciones son odiosas y a Valérie Trierweiler, la novia de François Hollande, le han tocado dos particularmente complicadas. Unos la cotejan con Ségolène Royal, la que fuera mujer de Hollande durante más de treinta años, madre de sus cuatro hijos y predecesora del Socialista tranquilo en la candidatura a la presidencia francesa, que perdió en 2007 frente a Nicolas Sarkozy. La vara de medir, para otros, es Carla Bruni, la pluscuamperfecta exmodelo italiana reciclada para oficios tan dispares como los de actriz, cantante, primera dama de la República y -más informalmente- novia de Francia.