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El dilema de Cameron: el premier más euroescéptico de Reino Unido, atado de pies y manos a Bruselas
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UN 70% DE LOS BRITÁNICOS, A FAVOR DE UN REFRENDO PARA SEPARARSE DE LA UE

El dilema de Cameron: el premier más euroescéptico de Reino Unido, atado de pies y manos a Bruselas

Cuando le eligieron líder del Partido Conservador, prometió a los suyos “recuperar los poderes que habían sido transferidos a Bruselas”. Cuando formó un gobierno

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El dilema de Cameron: el premier más euroescéptico de Reino Unido, atado de pies y manos a Bruselas

Cuando le eligieron líder del Partido Conservador, prometió a los suyos “recuperar los poderes que habían sido transferidos a Bruselas”. Cuando formó un gobierno de coalición con los Liberal Demócratas acordó “examinar el balance de las actuales competencias de la UE”. Ahora, David Cameron no puede cumplir ninguna de las dos promesas.

El asunto europeo siempre ha sido un hueso atragantado para los “tories”, un tema molesto y en el que sus líderes, sólo cuando no les quedaba más remedio, dejaban su firma en aquellos tratados a los que siempre miraron con especial atención la letra pequeña. John Major lo hizo con Maastricht aunque esta misma semana señalaba que todas las condiciones y guías que se habían establecido de forma sabia se ignoraron luego cuando se presentó el euro en 1999.

Reino Unido siempre ha visto grietas en la construcción de la moneda única y jamás ha mostrado su deseo por unirse a ella. Ya lo había dejado claro Margaret Thatcher en los 80. Sus biógrafos explican que al haber negociado el Acta Única Europea en 1985 parecía como si en algún momento a partir de entonces se hubiera dado cuenta de lo que aquello significaba. Nunca se reconcilió con lo que había firmado y, por consiguiente, nunca modificó la furia con la que defendía lo que escogió para describir como verdades eternas británicas, que ningún europeo tendría la posibilidad de violar: en particular la soberanía parlamentaria y la libra esterlina.

Un problema incómodo para Cameron

Claro que por aquel entonces había otras prioridades. Ahora no es el caso. La cuestión europea ha acampado en el número 10, de igual manera que los indignados lo han hecho a las puertas de la Catedral de San Paul, y Cameron se cruza con ella cada vez que entra o sale de casa. Es un “ocupa” desagradable que le recuerda cada día que tiene un problema. Lo que ocurre es que el “premier” está atado de pies y manos y no sabe ni cómo ni cuándo puede afrontarlo.

A sus filas les ha prometido una “reforma fundamental”, pero no ha explicado lo que eso significa, cómo va a hacerlo y sobre todo cuándo va a dar el paso. Y el tiempo apremia porque los “rebeldes” ya se están preparando para otra batalla.

La primera la ganaron esta semana: 81 diputados conservadores desafiaron las órdenes del “premier” y votaron a favor de que se llevara a cabo un referéndum para preguntar a los británicos si querían permanecer en la UE, si querían retirarse o si querían valorar las condiciones de la permanencia. La moción no salió adelante por los votos en contra de los Laboristas y Liberal Demócratas, pero los insurgentes protagonizaron la mayor rebelión conservadora en Westminster desde 1986 y la más importante en la historia contra un “premier” en materia europea.

Significativo además es el hecho de que más de la mitad de los insurgentes había entrado en el Parlamento las elecciones del año pasado. Si Cameron no hubiera impuesto castigo, mucho más diputados habrían apoyado a sus compañeros, entre otras cosas porque reconocen que es lo que la gente le pide en sus circunscripciones.

Reino Unido, ¿a favor de la separación?

Una encuesta publicada por el diario “The Guardian” –nada sospechosos de ser precisamente euroescéptico-, señaló que un 70 por ciento de los británicos están a favor de la consulta popular sobre las relaciones entre Londres y Bruselas, en la que un 49 por ciento se pronunciaría a favor de que su país abandonara Europa frente a un 40 por ciento que optaría por la permanencia.

Está claro que Cameron tiene razones por las que preocuparse. Además, la guerra no ha hecho nada más que empezar. El grupo de “tories” rebeldes se ha reunido de nuevo para empezar a trabajar en un borrador que quieren presentar en julio del año que viene, para presentar la reforma que su líder promete pero no lleva a cabo. La cuestión de confianza en el líder determina ahora el presente de la formación.

En el pasado, en el Partido Conservador estaban los pro- europeístas y los euroescépticos. Ahora simplemente la formación se divide entre los que creen en Cameron y los que no.

El panorama es más que nuevo para el de Eton. El “premier” es un hombre de éxito acostumbrado a conseguir todo y de forma rápida. El hecho ahora de que su liderazgo haya quedado en entredicho y que Sarkozy le mande callar en los debates que analizan el euro le sobrepasa. Nunca antes se había encontrado un escenario tan hostil. Siempre había sido todo lo contrario. Entró en los Comunes en 2001, cuatro años después se convirtió en el líder del partido y en 2010 ya tenía en su poder las llaves de Downing Street. Es normal que tenga fama de arrogante.

De hecho en los mentideros se dice que Cameron se rodea sólo de los llamados “Cameronistas”, igual que Blair sólo se rodeaba de los “Blaristas”. Aunque existe una gran diferencia. El que fuera líder laborista gozaba de gran popularidad y la victoria de 1997 la ratificó luego otras dos veces más con mayoría absoluta. Blair podía ignorar a su partido. Cameron no. El “tory” no puede olvidar que su mudanza al número 10 vino de la mano de los Liberal Demócratas, el partido más europeísta de Reino Unido. Nick Clegg no sólo quiere permanecer en Europa, quiere liderarla.

La solución para solventar sus diferencias podría pasar por romper la coalición y convocar elecciones generales anticipadas. Pero a ninguno de los dos les parece una opción atractiva. Los sondeos le dan a Clegg tan sólo el 10 por ciento de los votos y Cameron acaba de poner en marcha los recortes más draconianos desde la II Guerra Mundial para sacar al país de la crisis. Y he aquí la paradoja de la vida, el “premier” más euroescéptico que ha tenido Reino Unido está más atado que ningún otro con sus vínculos a Bruselas.

Aunque el conservador ha puesto a trabajar a sus oficiales para que encuentren una solución rápida sobre cómo repatriar los poderes transferidos, en su última intervención sobre el tema antes de partir a Australia para una reunión con la Commonwealth se negó a explicar cuáles serían estos poderes y cuándo estarían de nuevo en casa. Cameron nunca antes había estado tan necesitado de una estrategia.

Cuando le eligieron líder del Partido Conservador, prometió a los suyos “recuperar los poderes que habían sido transferidos a Bruselas”. Cuando formó un gobierno de coalición con los Liberal Demócratas acordó “examinar el balance de las actuales competencias de la UE”. Ahora, David Cameron no puede cumplir ninguna de las dos promesas.

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