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La protesta minera se radicaliza tras el fracaso de las negociaciones entre Industria y sindicatos
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LOS PARTICIPANTES EN LA MARCHA NEGRA AMENAZAN CON “QUEDARSE” EN MADRID

La protesta minera se radicaliza tras el fracaso de las negociaciones entre Industria y sindicatos

El fracaso de la reunión entre el ministro de Industria, José Manuel Soria, con el presidente de Asturias, Javier Fernández, y los dirigentes sindicales de la

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La protesta minera se radicaliza tras el fracaso de las negociaciones entre Industria y sindicatos

El fracaso de la reunión entre el ministro de Industria, José Manuel Soria, con el presidente de Asturias, Javier Fernández, y los dirigentes sindicales de la minería, ha frustrado las expectativas de los trabajadores y de los representantes institucionales de los territorios mineros. Consideran que "el fiasco" de las entrevistas solo ocasionará una radicalización de las actuaciones de los afectados, que ya tuvo este lunes una primera muestra con la detención de once trabajadores que habían colocado sendas barricadas en varias carreteras asturianas, después de una persecución policial por los montes entre botes de humo, disparos de piedras y de toda clase de artilugios.

Los dirigentes sindicales ya han advertido que no van a cejar en el intento de modificar el proyecto presupuestario que reduce las subvenciones a la minería un 63% y que marchan hacia Madrid “para quedarnos”. El lema que recoge la intención de los sindicalistas inmersos en la Marcha Negra (la protesta a pie por las carreteras españolas de más de un centenar de trabajadores desde los puntos de origen de las explotaciones carboníferas hasta la capital de España) de no regresar a sus lugares de origen hasta que no arranquen al ministro Soria el compromiso de mantener las ayudas al carbón.

De momento, esa intención pincha en hueso. Este lunes, el político canario del PP se mantuvo firme: rechazó las peticiones que en ese sentido le hizo el presidente de Asturias, Javier Fernández, que habló de "coincidencia nula"  y quien ya dejó clara su intención de pasar por encima del titular de Industria y solicitar una entrevista con Mariano Rajoy con el propósito de convencerle para que modifique la política sobre ajustes mineros.

En las filas socialistas son pocos los que ven probable que el presidente del Gobierno desautorice a su ministro, aunque sí ven más factible que la erosión política de Soria entre la población de las cuencas mineras en toda España y las acusaciones de que el responsable del Ejecutivo incumple lo firmado por su departamento, acabe por pasar factura al titular de Industria y haga entrar en contradicción al Partido Popular. Algunos de los cargos institucionales del PP vinculados con las zonas donde el conflicto es más latente han vuelto a solicitar un acuerdo en el que no haya vencedores ni vencidos. La decepción del resultado de las entrevistas del ministro ha caído como un jarro de agua fría entre los suyos, que esperaban algún movimiento por parte del Gobierno.

“Los mineros preparan algo gordo”

Sin embargo, a quien el revés ha dolido más ha sido a los representantes sindicales que, a la salida de la reunión con Soria, lamentaron incluso que les hubiera convocado, "ya que no se movió nada de su propuesta inicial". Afirmaron que el fiasco tendrá consecuencias. En medios periodísticos se comienza a extender la sensación de que 'los mineros preparan algo gordo' y todo apunta al final de la marcha negra.

Muchos de los que van recorriendo a pie los más de 400 kilómetros que separan los pozos mineros de la capital de España expresaban hace días su pálpito de que la manifestación no terminará en Madrid, porque antes "conseguiremos lo que pedimos". Pero esa percepción va perdiendo fuerza a medida que pasan las jornadas y, pese a que todos los participantes están convencidos de que se trata de una decisión eminentemente política, la frustración por no alcanzar los objetivos ni ver salidas mínimamente viables a corto plazo puede desencadenar una serie de acciones a la desesperada que serían contraproducentes para todos.

En el ánimo de muchos sindicalistas de la industria extractiva está el conflicto minero británico de los años ochenta del pasado siglo, cuando la entonces primera ministra Margaret Thatcher se enfrentó al poderoso sindicato minero de su país, propiciándole una gran derrota sindical. Esta posibilidad espanta a los dirigentes de Comisiones Obreras y UGT, que quieren medir su respuesta al Gobierno para evitar desmadres y efectos no deseados, pero que también son conscientes de que si no apuran las movilizaciones y dan una vuelta de tuerca a las acciones en la calle pueden terminar derrotados o desbordados por los sectores más duros del movimiento social que les respalda.

Preocupación por los encerrados en los pozos

De momento, la comunión entre mineros, sindicatos, cargos institucionales y vecinos de las zonas mineras sigue siendo muy alta, a pesar de que algunas de las barricadas que colapsan el tráfico ocasionan graves molestias a los trabajadores de otros sectores. Pero si la situación se enquista nadie sabe qué puede pasar. Entre los veteranos de la lucha sindical se extiende la preocupación por la situación de los encerrados en los pozos mineros, a punto de cumplir el mes de reclusión a varios centenares de metros de profundidad, con las repercusiones para su salud y su estado de ánimo.

Las personas que contactan diariamente con los encerrados destacan que "su moral es muy alta y su disposición a permanecer en el interior de la mina (se mantendrá) hasta el final". Los servicios médicos no han dado todavía la voz de alarma sobre sus condiciones físicas, pero quien conozca mínimamente las profundidades de la tierra es consciente de que a "los encerrados hay que darles una salida digna cuanto antes".

Las direcciones sindicales temen que tanto tiempo sin ver la luz solar les pase una enorme factura, sobre todo si el gran esfuerzo vital realizado no se corresponde con un resultado que les haga, al menos, mantener el tipo en el conflicto. Este argumento fue utilizado en su día por representantes de Comisiones Obreras para no aconsejar a sus afiliados que se sumaran a los encierros, auspiciados por UGT. No obstante, las posiciones de los dos sindicatos son, de puertas afuera, mantener un respaldo total y solidario con las acciones llevadas a cabo, aunque algunas de ellas chirríen en su fuero interno.

A su favor, no obstante, juega la red familiar, territorial  y social que, históricamente, ha permitido que la minería alcanzara conquistas laborales que en pocos colectivos se han fraguado. Esta solidaridad ha estado presente en todas las primeras luchas, todavía en plena Dictadura (este año se cumplen 50 años de las huelgas de la minería de 1962, que obligaron al entonces ministro secretario general del Movimiento, José Solís Ruiz, a negociar orillando al sindicato vertical) y en las movilizaciones de 1989, que arrancaron a Felipe González un acuerdo sobre prejubilaciones, a cambio de cierre negociado de explotaciones.  

El fracaso de la reunión entre el ministro de Industria, José Manuel Soria, con el presidente de Asturias, Javier Fernández, y los dirigentes sindicales de la minería, ha frustrado las expectativas de los trabajadores y de los representantes institucionales de los territorios mineros. Consideran que "el fiasco" de las entrevistas solo ocasionará una radicalización de las actuaciones de los afectados, que ya tuvo este lunes una primera muestra con la detención de once trabajadores que habían colocado sendas barricadas en varias carreteras asturianas, después de una persecución policial por los montes entre botes de humo, disparos de piedras y de toda clase de artilugios.