Es noticia
El Pilar, un colegio de dirigentes
  1. España
AZNAR, RUBALCABA, SOLANA, WERT, LISSAVETZKY…

El Pilar, un colegio de dirigentes

Adolfo Suárez pensó durante años que estaba marcado con una equis por no tener pedigrí pilarista en su currículum. Cuando el primer presidente de la Democracia

Foto: El Pilar, un colegio de dirigentes
El Pilar, un colegio de dirigentes

Adolfo Suárez pensó durante años que estaba marcado con una equis por no tener pedigrí pilarista en su currículum. Cuando el primer presidente de la Democracia sintió la decepción de no ser nombrado ministro por primera vez, achacó su funesto sino a dos razones: “Por no haber estudiado en el exclusivo colegio de El Pilar y por no vivir en la urbanización de Puerta de Hierro: no ser pilarista era para él una fatalidad irremediable, pero lo de no vivir en Puerta de Hierro tenía solución”. Y allí que se mudó en cuanto tuvo ocasión.

La anécdota se recoge en el libro Los que le llamábamos Adolfo, del periodista Luis Herrero, y refleja la importancia que durante años ha tenido y sigue teniendo el colegio de la calle Castelló de Madrid entre las elites del poder económico, político y social. Es difícil no encontrar un Gobierno de los últimos en los que no haya habido, al menos, un pilarista destacado. Desde el propio José María Aznar hasta el hoy líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, han pasado por las aulas del centro. Un vivero de dirigentes de uno y otro signo político y una institución que ha destacado, en las últimas décadas, por ser el lugar de origen común de hasta cuatro ministros de Educación. El último, José Ignacio Wert

El propio Wert recordaba esta misma semana sus orígenes pilaristas en el encuentro del Foro Nueva Sociedad en el que desgranó sus políticas educativas y anunció cambios, entre otras cosas, en la forma de concesión de las becas. El ministro detalló que en las últimas semanas ha recibido cientos de felicitaciones pero que la que más ilusión le ha hecho ha sido la de un antiguo profesor suyo, “Don Telesforo”, del colegio del Pilar, que le vino a decir que “consideraba justificada su carrera profesional en que un alumno suyo hubiera llegado a ser ministro de Educación”.

Wert es el último ministro pilarista de una saga que incluye también a Rubalcaba, Javier Solana y Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona, titular de la cartera durante apenas un año con Suárez y Calvo Sotelo como presidentes del Gobierno. El caso de Wert, sin embargo, es distinto al de sus predecesores pues estudió en el centro que los pilaristas tienen en la calle Reyes Magos de Madrid y no en el de Castelló 56, el más famoso, y en el que compartieron pupitre Aznar y Juan Villalonga o Rubalcaba y Jaime Lissavetzky.

No es la primera vez, sin embargo, en que llama la atención la especial confluencia de pilaristas en el Ministerio la calle Alcalá. De hecho, en los noventa, periódicos como ABC destacaban la existencia de un clan pilarista en torno a Solana y Rubalcaba, que se rodearon de antiguos compañeros de colegio como Álvaro Marchesi, ex secretario de Estado de Educación y cerebro junto a Rubalcaba de la LOGSE, o Francisco de Asis Blas, director general de Formación Profesional Reglada y Promoción Educativa en aquellos años. En el equipo estuvo también otro ex alumno del Pilar, Emilio Lamo de Espinosa, que fue director general de Universidades y que redactó, en 1983, la Ley de Reforma Universitaria. Los cuatro primeros idearon, sin embargo, buena parte de la educación secundaria y de la FP que hoy quiere desmontar de arriba abajo José Ignacio Wert orientando el modelo hacia otro más flexible, con tres años en ESO y tres en Bachillerato, y en el que se dote de mayor autonomía a los centros pero en los que se les exija, también, mayor rendición de cuentas sobre sus resultados.

Perlas de “Soy Pilarista”

“Cuando acabamos en el colegio, nos hicieron una semblanza a cada uno”, recordaba recientemente Lissavetzky en un reportaje de Informe Semanal en el que hablaba sobre su amigo Rubalcaba. “En la suya ponía en la primera frase, no se me olvidará, ‘delegado a perpetuidad’. Porque Alfredo era el delegado de clase desde cuarto o tercero de Bachillerato. Es una persona que tiene un liderazgo acrisolado”. Lissavetzky, por cierto, también forma parte de ese grupo de pilaristas envueltos, de una u otra manera, en el campo de la educación. Fue consejero del ramo en la Comunidad de Madrid cuando su amigo Rubalcaba estaba en el Ministerio y, durante los últimos años, ha ejercido como secretario de Estado para el Deporte, a las órdenes, primero, de la exministra de Educación, Mercedes Cabrera, y después, del propio expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

La revista escolar “Soy pilarista”, que llegaron a dirigir en su día los hoy académicos de la Lengua Juan Luis Cebrián y Luis María Anson, guarda en sus hemerotecas verdaderas perlas sobre cada uno de sus antiguos alumnos, a los que solían dedicar una glosa personalizada, como recuerda Lissavetzky, cuando acababan sus estudios en el centro. De Solana, por ejemplo, se dice que “Javier es un muchacho típico del colegio. Jaranero, siempre se supo granjear las simpatías de compañeros y profesores por su nobleza y despierta inteligencia”. De Aznar, por otro lado, se escribió lo siguiente: “Íntimo amigo de Piniés, inventaron juntos un gran sistema de comunicación a distancia y se pasaban las clases de latín contándose sus ‘cosillas’. A sus vastos conocimientos de política unían otros no menos ‘bastos’ de Griego, Latín, Sociología… También le gustaba el teatro, sobre todo el de la ‘Comedia’. Aunque está magníficamente dotado para las Telecomunicaciones, hará Derecho”. Aznar, por cierto, compartió también pupitre, hasta los 14 años, con el diplomático Ramón Gil Casares, al que colocan ahora de embajador en Washington.

Ser pilarista, en definitiva, es ya una marca de pedigrí político y de excelencia en educación que, aún hoy, sigue teniendo su peso en cada Gobierno de España. El colegio de la compañía de María, hoy concertado, sigue teniendo un lugar destacadísimo como cantera de políticos, presidentes y ministros y destaca con nombre propio entre los cerca de 2.600 centros religiosos de nuestro país. 

Adolfo Suárez pensó durante años que estaba marcado con una equis por no tener pedigrí pilarista en su currículum. Cuando el primer presidente de la Democracia sintió la decepción de no ser nombrado ministro por primera vez, achacó su funesto sino a dos razones: “Por no haber estudiado en el exclusivo colegio de El Pilar y por no vivir en la urbanización de Puerta de Hierro: no ser pilarista era para él una fatalidad irremediable, pero lo de no vivir en Puerta de Hierro tenía solución”. Y allí que se mudó en cuanto tuvo ocasión.