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Novak Djokovic o cómo ser número uno del mundo y no haber aprendido a perder una final
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VOLVIÓ A PROTAGONIZAR UN ESPECTÁCULO EN ROMA ROMPIENDO LA RAQUETA

Novak Djokovic o cómo ser número uno del mundo y no haber aprendido a perder una final

Rafa Nadal ha vuelto y lo ha hecho en su terreno. Con Madrid en el olvido, el mallorquín fue deshaciéndose de sus rivales sobre la tierra

Foto: Novak Djokovic o cómo ser número uno del mundo y no haber aprendido a perder una final
Novak Djokovic o cómo ser número uno del mundo y no haber aprendido a perder una final

Rafa Nadal ha vuelto y lo ha hecho en su terreno. Con Madrid en el olvido, el mallorquín fue deshaciéndose de sus rivales sobre la tierra batida de Roma hasta llegar a la final donde le esperaba Novak Djokovic, su bestia negra… que cada día lo es menos. En la presente temporada, el español y el serbio se han visto las caras en tres ocasiones coincidiendo con tres finales y el balance es favorable para el de Manacor. Al contrario que el año pasado cuando ‘Nole’ arrasaba en cada gran cita, Rafa ha conseguido doblegarle en dos ocasiones, Montecarlo y Roma; el serbio sólo lo ha hecho en Australia donde los aficionados al tenis fueron testigos del enésimo espectáculo de Djokovic cuando se rompió la camiseta mientras lanzaba un grito de rabia. Ayer, los espectadores de Roma también presenciaron uno de los típicos números del serbio que sigue siendo el dueño del número uno mundial pero ha vuelto a demostrar que no sabe perder, una premisa necesaria para aprender a ganar. Algo que Rafa se ha cansado de demostrar.

El pasado diciembre, España se alzó con la Copa Davis y el punto decisivo se lo dio Nadal. En el momento en el que ganó el encuentro, lo primero que hizo fue escabullirse de la celebración de sus compañeros para ir a abrazar a su rival, y también amigo, Del Potro. Un gesto noble con el que evidenció que hay que saber perder y también ganar. En el lado opuesto se encuentra Novak Djokovic al que en el pasado le unió una amistad de la que nada queda hoy. La brecha entre el número uno y el dos (puesto que Rafa ha recuperado tras su victoria en Roma) es cada vez más amplia. Las formas y los gestos del serbio no gustan. Y no sólo a Rafa, el resto del circuito no ve con buenos ojos los espectáculos que Djokovic monta cuando gana… y cuando pierde.

Lo cierto es que Novak no ha sabido llevar el peso y la responsabilidad del número uno. Al serbio le han perdido sus formas y ha sabido compaginar a la perfección sus labores de apisonadora tenística con las de bufón tal y como demostró con sus bailes en el Abierto de Estados Unidos. No es extraño que pida asistencia médica cuando los partidos no están a su favor como ocurrió en Cincinatti ante Andy Murray, que recurra a las lesiones como excusa o que la tome con sus raquetas: en Roma rompió una en el choque de octavos con Mónaco y otra en la final frente a Rafa Nadal donde los aspavientos también fueron bastante exagerados. Tampoco fue capaz de reconocer que el mallorquín jugó mejor que él y tras perder la final declaró: “No ha jugado sumamente bien”.

Rafa Nadal ha vuelto y lo ha hecho en su terreno. Con Madrid en el olvido, el mallorquín fue deshaciéndose de sus rivales sobre la tierra batida de Roma hasta llegar a la final donde le esperaba Novak Djokovic, su bestia negra… que cada día lo es menos. En la presente temporada, el español y el serbio se han visto las caras en tres ocasiones coincidiendo con tres finales y el balance es favorable para el de Manacor. Al contrario que el año pasado cuando ‘Nole’ arrasaba en cada gran cita, Rafa ha conseguido doblegarle en dos ocasiones, Montecarlo y Roma; el serbio sólo lo ha hecho en Australia donde los aficionados al tenis fueron testigos del enésimo espectáculo de Djokovic cuando se rompió la camiseta mientras lanzaba un grito de rabia. Ayer, los espectadores de Roma también presenciaron uno de los típicos números del serbio que sigue siendo el dueño del número uno mundial pero ha vuelto a demostrar que no sabe perder, una premisa necesaria para aprender a ganar. Algo que Rafa se ha cansado de demostrar.

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